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Liliana María

Asesinada en Alcobendas
el 17 de diciembre de 2014

Texto: Dani Domínguez

Fotografías: Elvira Megías

Esta historia ha sido publicada en diciembre de 2024.

Miqui se acerca nada más abrir la puerta. Tiene el pelo largo, blanco y rizado, negro en las orejas, y se deja acariciar. No se pone tenso con los extraños. “Era el perro de mi hermana”, explica Gabriel mientras cierra la sesión en el ordenador situado en el salón de su casa. Miqui llegó a la vida de Liliana apenas un año antes de ser asesinada y sale en la foto que la policía difundió a los medios de comunicación. Ahora, diez años después, el perro continúa ágil y, de un salto, se sube al sofá.

Cecilia, la madre de Gabriel y de Liliana, llega unos minutos más tarde ante la dificultad para aparcar en la zona. “Siempre fuimos una familia de tres, porque mis padres se divorciaron cuando nosotros éramos pequeños. Nos llevamos bien con mi padre, pero no ha estado nunca especialmente presente”, apunta Gabriel.

El 17 de diciembre de 2014, la familia quedó reducida a ellos dos. Liliana fue asesinada por parte de su expareja, Rodolfo, argentino nacionalizado español, condenado a 17 años y medio de prisión por este caso. Gabriel reflexiona: “Lo que son las cosas de la vida. Huimos de Medellín por la violencia ligada al narcotráfico, que fue muy fuerte en los 80. Una de las cosas que Lili odiaba era esa violencia gratuita de la ciudad, y una de las razones para venir era escapar de ella. Y se la encontró aquí”.

Él llegó a España con 20 años, en 1999, acompañado de su madre, que regresó al país unos meses después. Liliana lo hizo en 2001, con 23 años. Finalmente, Cecilia volvió en 2003 y, desde entonces, residieron juntos, primero en Alcobendas y, desde 2007, en San Agustín de Guadalix, ambos municipios de la Comunidad de Madrid. “Siempre vivimos bien, aunque con la crisis, mamá y Lili perdieron el trabajo”, dice Gabriel.

Entre madre e hijo se observa un cariño especial. Se miran, se hablan y se escuchan con mucho respeto. Y coinciden a la hora de describir a Liliana: “Era una mujer muy soñadora, con muchos proyectos en mente. Quiso ser azafata de vuelo, y empezó a prepararse. Luego temas de tai-chi, medicina tradicional china… le gustaba mucho todo lo relacionado con la cultura asiática”, recuerda su hermano. Cecilia asiente ante las palabras de su hijo: “Siempre tenía una sonrisa. Yo nunca la vi malhumorada. Tenía una armonía con la vida”.

La madre y el hermano de Liliana con su perro, Miqui.

Liliana conoció a Rodolfo en 2012, mientras ella trabajaba en una cadena de gimnasios en San Sebastián de los Reyes, donde él era cliente. Había sido trasladada desde La Moraleja para tratar de levantar el centro, en ese momento en horas bajas. “El hombre tenía labia. Lo que a mí me sorprendió la primera vez que lo vi fue la diferencia de edad, porque él era 17 años mayor. Pero bueno, a mí lo que me importaba era que mi hermana estuviese feliz”, recuerda Gabriel.

Rodolfo trabajaba en Bolsa y, según coinciden madre e hijo, su intención desde el principio fue que Liliana abandonara su puesto en el gimnasio para trabajar con él desde casa. Así sucedió y decidieron irse a vivir juntos, primero a San Sebastián de los Reyes y después a la localidad de Pedrezuela, a pocos kilómetros de San Agustín de Guadalix. Ahí fue cuando llegó Miqui procedente de una perrera de Murcia. 

–Él quería aislarla, retenerla solo para él, apunta Cecilia.

–Empezó a separarla de todo el mundo. Son esos detalles que analizas a posteriori pero que en el momento no eres consciente, añade su hijo.

A partir de ese momento, Liliana comenzó a depender económicamente de su pareja. “Eso la ata a él y comienza a manipularla y a sufrir violencia emocional. Ella nos oculta cosas, para evitar que le cojamos pereza a Rodolfo, pero en cierto momento sí me transmite que se siente muy frustrada. Él la humillaba, sobre todo con el tema económico. A lo mejor ella quería salir con las amigas y él le daba 10 euros. ¿Qué va a hacer con 10 euros? Ahora veo el maltrato psicológico de una forma muy clara”, expone Gabriel.

En mayo de 2014, Liliana decidió romper la relación de forma definitiva. “Se separaron varias veces, como tres o cuatro. Pero siempre regresaba porque ella le tenía mucha lástima”, dice Cecilia: “La última vez le dije que ojalá fuese la definitiva”. Y así fue. Sin embargo, él trató de utilizar todos los medios a su alcance para no romper el contacto con ella. Según el relato de Gabriel y de Cecilia, Rodolfo comenzó un proyecto para abrir una pastelería gourmet en el centro comercial de La Vaguada y trató de trabajar con parte del círculo cercano de Liliana: “A mí me llamó para hacer las fotografías de los productos, a unos amigos para el material del local… E incluso a Lili le ofreció dirigir el negocio. Buscaba todas las formas para no perder el contacto y estar cerca de ella”, asegura Gabriel, que recuerda aconsejar a su hermana no aceptar esa propuesta.

Así lo hizo tras comenzar a trabajar en una tienda de la marca de joyería Pandora, en el barrio de la Castellana, en Madrid. Para ello, todos los días cogía su coche en San Agustín de Guadalix hasta la parada de tren de Valdelasfuentes, en Alcobendas, donde se montaba en el Cercanías para llegar hasta su trabajo. A pesar de haber roto la relación siete meses antes, seguían manteniendo el contacto y, el 17 de diciembre de 2014 por la mañana, Rodolfo llamó a su casa. “Cogí el teléfono y preguntaron por Liliana. Yo no distinguí la voz, pero cuando colgó, Lili me dijo que había llamado Rodolfo para preguntar su horario de trabajo [en Pandora] porque iba a mandar a un amigo a comprar un regalo y quería que ella se llevase la comisión”, cuenta Cecilia.

Fue la última vez que su familia escuchó la voz de Liliana. “Ese día teníamos los dos una reunión por videollamada a las once de la noche con un cliente con el que yo trabajaba llevándole las redes sociales. Ella salía de trabajar sobre las nueve por lo que se me hizo muy raro que a las 22.30h no estuviese ya en casa. La llamé varias veces y no me cogió el teléfono. Mi madre nos ha dado siempre mucha libertad, por lo que tampoco me preocupé en exceso, aunque me fui a dormir un poco contrariado”, rememora Gabriel.

Entrada de la estación de tren de Valdefuentes, en Alcobendas.

Tras despertarse a las cinco de la mañana y comprobar que Liliana no estaba en casa, decidió salir a buscarla pensando en la posibilidad de que hubiese tenido un accidente de coche en el camino entre Alcobendas y San Agustín de Guadalix. Recorrió la carretera, el parking de la estación y las calles cercanas pero no vio nada, por lo que fue a comisaría a poner una denuncia.

Allí, un rato después, le confirmaron que habían encontrado el cadáver de su hermana en el interior del coche. “Juro que en ningún momento pensé que alguien le podría haber hecho algo. Siempre creí que le habría dado un ataque al corazón o similar, que habría sido una muerte natural”, apunta Gabriel, que recuerda el camino a su casa para darle la noticia a su madre como “el momento más duro” de su vida: “Recuerdo ese pasillo de la casa y entrar en la habitación donde estaba mi madre. Fue incluso peor que cuando me lo dijeron a mí. Fue horrible”.

Una vez allí, no tuvo ni que decírselo. “Yo lo vi en su cara”, rememora Cecilia. A ambos les cuesta ahora seguir la conversación pero quieren seguir relatando lo sucedido. “Estando en casa, llamó Rodolfo porque yo había intentado contactar con él horas antes mientras buscaba a Lili. Como no me apetecía hablar con él, le di el teléfono a mi entonces pareja, que fue la que le contó lo que había sucedido. Entonces, él le confesó que había estado con ella la noche anterior. Fue en ese momento cuando empecé a sospechar, por lo que le hice algunas preguntas más y le colgué. Él intentó engañarme diciéndome que había una gente muy rara alrededor del coche cuando se fue”, cuenta Gabriel. De camino al Instituto de Medicina Legal, llamó a la Policía para contarle lo que había hablado con la expareja de Liliana.

Según recoge la sentencia, Rodolfo acudió a la estación de tren de Valdelasfuentes con una caja de bombones. Ambos fueron al coche de Liliana y, una vez allí, tras “una discusión entre los dos por motivos que se desconocen”, él le clavó un bolígrafo u otro objeto similar en el cuello y después la asfixió con sus manos. El fallo de la Audiencia Provincial remarca que Liliana no pudo esperar el ataque “dada la relación cordial” que mantenía con su expareja y el “clima de confianza” que él había generado. Tras el asesinato, abandonó el cadáver de Liliana y se marchó.

Dos años después, en mayo de 2016, fue condenado por un delito de asesinato con agravante de parentesco a la pena de 17 años y medio de prisión.

De las cifras a los nombres

A los 36 años, Liliana fue la última víctima mortal de la violencia de género de 2014. “Para mí, antes de que sucediese esto, la violencia de género eran cifras que daba la televisión. Desde entonces, me fijo en los nombres y en las historias de cada caso. Por eso creo que es muy importante este trabajo que estáis haciendo”, reconoce Gabriel, que asegura haberse planteado la posibilidad de realizar un proyecto fotográfico sobre feminicidios, puesto que él trabaja como fotógrafo.

Placa colocada en la escultura inaugurada en 2016 en homenaje a Liliana y a todas las víctimas de violencia de género.

Busca en la estantería algunas fotos de Liliana. En una de ella aparecen ambos siendo niños. En su móvil guarda un vídeo que editó después del asesinato. “No tengo mucho material audiovisual de ella, y me da un poco de rabia. Tengo pocos vídeos en los que se le oiga hablar”, se queja. El escultor Roberto Reula le regaló una pieza llamada Ausencia, en la que aparece un hombre con un gran agujero en el pecho. “Creo que él también perdió a su hermano y por eso decidió regalarme esa escultura. Desde que mataron a Liliana, otra cosa en la que me fijo mucho es en la figura de los hermanos. Ahora, cuando hago reportajes de fotos en bodas u otros eventos similares, siempre busco retratarlos”.

El recuerdo de Liliana no solo está escrito sobre la escultura inaugurada en 2016 en Alcobendas. “Era tan buena que todo el mundo que estuvo cerca de ella la recuerda con cariño. Después de lo que pasó, dos amigas suyas le pusieron a sus hijas de nombre Liliana”, cuenta Cecilia.

El diminutivo de su nombre, Lili, también forma parte de una asociación creada por su madre, Lilicat, a través de la cual alimenta a colonias de gatos callejeros. Un proyecto que inició la propia Liliana y al que Cecilia ha dado continuidad desde que fue asesinada: “Yo le prometí ese día que iba a cuidar a todos los gatitos a los que ella daba de comer y a muchos más si era posible”, expresa.

Liliana y su hermano. Foto cedida por su hermano, Gabriel.

Cecilia y Gabriel reconocen haber curado su herida en estos diez años. Sigue doliendo, sobre todo al recordar, pero han querido hacer este ejercicio. “Este será el primer año en el que celebre Navidad desde entonces. En Colombia se vive con mucha alegría. Yo sé que nunca vamos a disfrutarla igual, pero este año sí que tengo deseo de disfrutar un poquito de estas fiestas. Ayer puse los primeros adornos en casa”, termina Cecilia.

Liliana, en una foto cedida por su hermano, con su perro, al que hoy sigue cuidando la familia.

*Con información de Mertxe Negro.

Violencia previas

De acuerdo con el comunicado emitido por La Moncloa tras el feminicidio, no constaban en ese momento antecedentes por violencia de género y Liliana no había cursado ninguna denuncia por ese motivo. Su familia, sin embargo, sí recuerda comportamientos que se enmarcan dentro de la violencia psicológica, como humillaciones o sometimiento económico. Asimismo, sostienen que el asesino hizo todo lo posible para tratar de evitar que Liliana rompiese su relación con él.

 

El asesino

Rodolfo, argentino nacionalizado español, tenía 53 años en el momento del asesinato, 17 más que Liliana. Según explica la familia de Liliana, trabajaba en Bolsa y gozaba de buena salud económica. Entró en prisión provisional un día después del asesinato, el 18 de diciembre de 2014. Finalmente, fue condenado a 17 años y medio de prisión.

 

La sentencia

Hasta el 19 de mayo de 2016, la Audiencia Provincial de Madrid no dictó sentencia. En sus conclusiones provisionales, tanto la Fiscalía como la abogacía del Estado calificaron los hechos como constitutivos de un delito de homicidio con agravante de parentesco, por lo que solicitaron la imposición de una pena de 15 años de prisión. Durante el juicio oral, ambas instituciones modificaron sus conclusiones y pidieron 20 años de cárcel por un delito de asesinato. La acusación particular formulada por la madre y el hermano de Liliana María calificaron los hechos como asesinato alevoso y solicitaron una pena de 25 años de prisión, mientras que la defensa trató de rebajar el caso a un delito de homicidio con el atenuante de arrebato u obcecación, lo que supondría una pena de cinco años de cárcel.

Finalmente, la sección nº 26 de la Audiencia Provincial de Madrid condenó a Rodolfo como autor de un delito de asesinato, con la concurrencia de la circunstancia agravante de parentesco a la pena de 17 años y medio de prisión. De acuerdo con la sentencia, no se tomó en consideración el atenuante de confesión solicitada por la defensa al considerar que el entonces acusado ofreció versiones contradictorias en su primera declaración a la policía y mintió cuando dijo que había visto a una persona extraña merodeando cerca del coche de Liliana: “La confesión del acusado no aportó ningún dato que ayudara a la investigación y tampoco fue veraz, puesto que en un principio no reconoció los hechos y posteriormente trató de minimizarlos”, recoge el fallo.

En la condena, la magistrada Lucía María Torroja también imponía la obligación de indemnizar a Cecilia y a Gabriel con 116.000 y 50.000 euros, respectivamente. De acuerdo con su versión, en un primer momento recibieron 50.000 euros, si bien desconocen su procedencia: “No sabemos si eso lo pagó él o la administración”, reconocen. Desde la condena y hasta la actualidad, Cecilia recibe 103 euros al mes y Gabriel, 46 euros: “Entendemos que es una parte de lo que él gana trabajando en la cárcel”, especulan.

Fuentes judiciales han confirmado a #PorTodas que la sentencia fue recurrida ante el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid y ante el Tribunal Supremo. En ambos casos, los recursos fueron desestimados.

La Administración

“El Ayuntamiento de Alcobendas no puede ser ajeno al fenómeno de la violencia de género y hoy reafirma su compromiso de luchar contra todo tipo de violencias, diciendo ‘fin’ a todas las agresiones a las mujeres en sus diferentes manifestaciones, apoyando a las víctimas y no permaneciendo en silencio. Este ayuntamiento no escatimará esfuerzos en la intervención, prevención y sensibilización de toda la sociedad”. Estas fueron las palabras de la entonces concejala de Igualdad de Alcobendas, Mónica Sánchez, el 25 de noviembre de 2016, durante el Día contra la Violencia de Género, a tres semanas del segundo aniversario del asesinato de Liliana en dicha localidad.

Tras la lectura del manifiesto en la Plaza Mayor, se inició una marcha silenciosa hasta la estación de tren de Valdelasfuentes. Cecilia y Gabriel recorrieron los casi 1,5 kilómetros que separan ambos puntos. Ese día se iba a inaugurar un monolito dedicado a Liliana, además de al resto de víctimas de la violencia de género. La obra, llamada Aequalitas (en castellano, Igualdad), fue una donación del propio autor, David Rodríguez Caballero, y de la empresa Citytime, en esos momentos distribuidora oficial de Pandora, la marca de joyería en la que trabajaba Liliana.

“Citytime fue una de las primeras empresas en las que yo trabajé cuando llegué a España. Desde entonces, he tenido una gran amistad con los propietarios y, a través de ese vínculo, fue que mi hermana empezó a trabajar en Pandora tras dejarlo con Rodolfo”, explica Gabriel, que muestra una enorme gratitud con la firma: “A Lili la querían un montón y desde que pasó aquello estuvieron a nuestro lado en todo momento”.

Desde el Ayuntamiento de Alcobendas especifican que la administración local también firmó ese año un convenio con la compañía, que aportó fondos en ese momento para “duplicar los talleres de prevención” en colegios e institutos durante ese curso. Unas actuaciones insertas en el programa Pon fin a la violencia de género, dirigido a la comunidad educativa y que el consistorio inició en 2005. En 2016, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y la Federación Española de Municipios otorgaron al proyecto el Premio a las Buenas Prácticas contra la Violencia de Género.

Un año después, en noviembre de 2017, el pleno municipal aprobó el Pacto Social por el fin de la violencia contra la mujer tras un proceso participativo en el que se involucraron más de 300 vecinos y vecinas y en el que se diseñó el contenido de las 13 acciones genéricas del programa, así como los compromisos de la institución y de la ciudadanía. De acuerdo con la explicación proporcionada por el Ayuntamiento, la firma del Pacto Social se produjo tras un repunte de los feminicidios en la localidad.

Un año después del asesinato de Liliana, otra mujer fue asesinada el 12 diciembre de 2015 en Alcobendas por su expareja. En mayo de 2017, las cifras oficiales de violencia de género recogieron el feminicidio de Raquel, de 45 años, y de su hijo de 12, a manos de su expareja. Dos meses antes, en marzo, una mujer que ejercía la prostitución en la localidad fue degollada presuntamente por un cliente, si bien el caso no fue considerado un feminicidio en ese momento por no tratarte de su pareja o expareja.

En 2022, cinco años después de su aprobación, el Pacto Social contaba con la adhesión de más de 500 personas y entidades y se habían realizado 3.000 acciones y 15 campañas de sensibilización sobre violencia machista, micromachismos, igualdad laboral o violencia sexual, según datos proporcionados por el Ayuntamiento a #PorTodas. Cada año, el proyecto involucra a casi un 20% de la comunidad educativa y a un 7% de la población de Alcobendas.

El municipio también cuenta con un Punto Municipal del Observatorio Regional de la Violencia de Género (PMORVG), una iniciativa financiada por la Comunidad de Madrid pero gestionada por los ayuntamientos. Desde 2014, explican desde el consistorio, el PMORVG “ha aumentado su personal considerablemente, tanto en número como en perfiles profesionales”. En 2022 contaba con una trabajadora social, una orientadora laboral, dos abogadas, tres psicólogas para mujeres adultas y una psicóloga infanto-juvenil.

Ese año, el Punto Municipal atendió a 456 víctimas de violencia de género, un 18% más que en los dos años anteriores: “El servicio atiende a todas las mujeres que se identifican como víctimas. No es necesario tener una sentencia o una orden de protección. Muchas mujeres no son capaces de interponer denuncia en los momentos iniciales y necesitan un tiempo de intervención socio-psicológica y asesoramiento legal para poder hacerlo”, explican desde la administración local.

 

El tratamiento mediático

“Liliana María vivía en esta urbanización en San Agustín de Guadalix, en este portal concretamente”. Una reportera de televisión señala la puerta del inmueble en el que residía Liliana con su madre y con su hermano. “Al día siguiente, había varios periodistas en la puerta de casa, preguntando a la gente”, recuerda Cecilia. La protección de la identidad de las víctimas es una de las obligaciones deontológicas en las coberturas de feminicidios u otros casos de violencia de género. Sin embargo, como ha mostrado #PorTodas, la publicación de datos específicos sobre la residencia de las víctimas es una constante por parte de los medios de comunicación, así como apellidos o fotos extraídas de redes sociales, prácticas que también se repitieron en el caso de Liliana.

Una de las cuestiones que más sorprendió a la familia fue la filtración de datos específicos sobre el caso que incluso la familia desconocía. “La primera vez que leímos que Liliana no había sufrido una muerte natural, fue en un medio de comunicación, cuando a nosotros todavía no nos habían dicho nada”, rememora Gabriel. “Lo primero que pensamos es que estaban publicando información falsa, y al final tenían razón”, añade Cecilia. A pesar de ello, la familia considera que la divulgación de detalles específicos sobre el caso obedece a un “interés amarillista”.

 

#PorTodas no ha logrado encontrar informaciones de seguimiento del caso, ni siquiera cuando fue dictada sentencia.