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Ana

Asesinada en Paterna
el 8 de diciembre de 2014

Texto:Anna Gimeno Berbegal

Fotografías: Álvaro Minguito

En un pequeño despacho de Ambulancias Aimos, una empresa familiar de Paterna (València), una mesa y una silla permanecen vacías desde el 8 de diciembre de 2014. El asiento está vestido con el chaleco reflectante de emergencias de quien solía sentarse allí. Era Ana, una mujer que fue asesinada cuando tenía 37 años. Su memoria sigue ocupando un lugar central en su familia y su caso demuestra que no hay un perfil de víctima de violencia machista más allá del hecho de ser mujer. Como tampoco existe un perfil de agresor más allá de ser hombre con profundas convicciones machistas.

Ana era una persona con iniciativa. Un año antes de que la asesinaran, recibió el premio a la “Mujer emprendedora del año” del Ayuntamiento de Paterna por haber creado su propia empresa pese a numerosas dificultades. Para llevar a cabo su proyecto profesional, estudió técnica de emergencias sanitarias, consiguió ganarse el respeto en el sector y tejer sólidas relaciones sociales y profesionales. 

Ana contaba además con una tupida red familiar, extensa y próxima, y la experiencia de haber vivido, años atrás, otra relación de maltrato que rompió. Su caso muestra a una mujer cuyo perfil no se corresponde con el del estereotipo que se ha conformado socialmente sobre las víctimas de violencia de género, asociado erróneamente a una mujer dependiente, aislada y con baja autoestima, aunque estos sean rasgos que puedan desarrollarse a causa de los malos tratos. 

Oficinas de Ambulancias Aimos

Según la familia de Ana, su marido, Raúl, se relacionaba con normalidad con su entorno, cumplía en el trabajo, acudía regularmente a comer a casa de sus suegros y jamás imaginaron que la relación pudiera acabar con tal desenlace. Ana fue asesinada en el que se considera uno de los tres momentos de mayor riesgo para las mujeres que se hallan en una situación de violencia machista: en el ínterin entre que se verbaliza la voluntad de separarse y que se hace efectiva. 

Ana quería terminar la relación con su marido y hacía varios meses que se lo había comunicado. Pero él la demoraba. No había antecedentes conocidos de maltrato en la relación. Había, según el entorno familiar, desamor, inquietudes diferentes, proyectos de vida que se habían distanciado. Él vivía volcado en su afición a la caza y tenía armas en casa. A ella ese mundo le desagradaba. Su vida en común se hizo pequeña. Tras hablarlo, parecía que había quedado claro que él se marcharía, pero “no acababa de hacerlo”, cuenta la familia de la víctima. Ana y su entorno lo consideraban un hombre reservado y durante aquellos meses de impasse interpretaron sus resistencias como señales de apego o de enamoramiento. A veces, en la intimidad, lo hablaron con Ana, y ella se compadeció de él. Nunca les manifestó temor.

Una de las hermanas de Ana

El lunes 8 de diciembre la familia de Ana celebraba una comida especial, pero ella se excusó ante sus hermanas alegando que, ante la inminencia de la separación, Raúl le había insistido en que comieran juntos ese día con las niñas en casa. En la cita, presuntamente él la mató de un tiro con su arma de caza. Allí mismo se suicidó con la misma escopeta. El hecho de que sus hijas y una amiga de estas estuvieran también en el hogar no fue disuasorio para él.

Un 5,8% de los asesinatos machistas entre 2001 y 2016 se cometieron con arma de fuego, según el Observatorio del Consejo General del Poder Judicial. 

 Cuando nada hace sospechar

Ana pasaba la mayor parte del día muy cerca de sus hermanas. Sus mesas de trabajo estaban pegadas. Además de despacho, compartían parte del tiempo de ocio porque tenían hijas de edades similares. “Con las horas que pasábamos juntas y la buena relación que manteníamos, si hubiera habido algún episodio de maltrato o ella hubiera temido algo, aunque no nos lo hubiera dicho, lo habríamos sabido”, reflexionan sus hermanas. Hasta tal punto no sospechaban nada que al enterarse de que había habido disparos en la vivienda pensaron “que él se había suicidado” por no soportar la idea de la separación, recuerdan. Solo comenzaron a albergar la posibilidad de que algo más hubiera sucedido cuando los minutos pasaban y Ana no salía de la casa. 

Una de las hermanas coloca bien el chaleco de Ana en la que era su silla del despacho

Las consecuencias del feminicidio quedan silenciadas 

A menudo, el alcance brutal de cada feminicidio, lo que sobreviene después de cada asesinato, no recibe atención mediática y queda oculto o minimizado. Las hijas de Ana perdieron de golpe a su madre y a su padre, vieron roto el vínculo con la familia paterna y han tenido que recomponer el vínculo con la materna de otra manera. La desaparición de los dos progenitores obligó a las menores a abandonar el domicilio familiar para mudarse con los abuelos maternos, que asumieron la tutela legal al tiempo que debían asimilar la pérdida de su hija. Con ello también sobrevino la necesidad de superar las dificultades cotidianas de la crianza y acompañar a sus nietas en su propio duelo y en su trayectoria vital, cuyas consecuencias de la violencia machista van aflorando en diferentes ámbitos como el escolar o el personal, explican sus otras dos hijas.

Carteles anunciando el memorial por Ana

Violencias previas

En el caso de Ana, no hubo denuncias previas, ni el entorno de la víctima advirtió ninguna situación de maltrato. Familiares y amistades de Ana han expresado su sorpresa por lo ocurrido. Ana había manifestado su voluntad de separarse y esperaba que él abandonara el domicilio que compartían. En Paterna, en aquel momento, ya existía una oficina de atención a la víctima, pero, según los testimonios de su familia, no pensó en ningún momento que la necesitara.

Ana había tenido una relación previa de malos tratos a la que ella puso fin.

El presunto autor del crimen

Raúl no tenía antecedentes, ni denuncias previas. Trabajaba en una empresa de suministros próxima a su domicilio y nadie del entorno de Ana sospechó que pudiera maltratarla. Acudía habitualmente a comer a casa de sus suegros y dedicaba gran parte de su tiempo libre a la caza, una afición común en el municipio y que le permitió tener armas en casa y un círculo de relaciones sociales. Se suicidó con la misma arma que acabó con la vida de Ana. La causa se archivó.

Para la familia de Ana, su marido aparentaba ser “un hombre enamorado, muy enamorado”, con una personalidad “reservada” –“era muy callado siempre”– y nunca les causó temor ni sospechas.

Los estudios del Observatorio de Violencia de Género del CGPJ sostienen que, en la mayor parte de los casos, la violencia machista no es el resultado de un arrebato o una enajenación mental transitoria.

Coto privado de caza en Paterna

Entorno y familia

“Si me permitieran volver atrás, a un solo momento de mi vida”, dice una de las hermanas de Ana, “volvería a ese día, sin duda, para sacarla de allí”. Es muy difícil gestionar la ausencia. La familia de Ana ha querido hacerlo a través del recuerdo, con un acto benéfico anual que lleva su nombre, Memorial Ana Aibar, impulsado y organizado por la propia familia -con la colaboración del Ayuntamiento- cuya recaudación se destina a proyectos contra la violencia. 

La abuela y el abuelo maternos se han hecho cargo de la tutela de las dos niñas huérfanas, apoyados por las hermanas y hermanos de Ana. Las instituciones locales pusieron a su servicio la asistencia jurídica para la realización de los trámites y la psicológica para los miembros de la familia que la solicitaran. 

Los hechos tuvieron lugar un año antes del cambio legislativo de 2015 (Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia), por lo que las hijas de Ana no fueron consideradas víctimas directas de la violencia de género, sino colaterales, de modo que los recursos de atención integral, prestaciones y protección que ahora tienen garantizados los y las menores, no los contemplaba entonces la ley. 

Tratamiento mediático

El mismo lunes de diciembre que Ana era asesinada, un hombre mató a su expareja y a su nuevo compañero en Valladolid. Y en Bilbao otro maltratador intentó acabar con la vida de una mujer. Después, se suicidó.

Algunos medios de comunicación de difusión nacional se hicieron eco de los diferentes casos en un mismo reportaje. La prensa local valenciana recogió específicamente el caso de Ana Aibar.

El tratamiento informativo, en términos generales, hizo hincapié en la idea de que se trataba de una mujer ejemplar, hecha a sí misma y con éxito profesional. Con ello, los medios trasladan un mensaje de excepcionalidad y sorpresa, reforzando así la idea de la existencia de un perfil estereotipado de víctima de violencia machista. Al mismo tiempo exhibieron numerosos testimonios del vecindario, del entorno y amistades que reforzaban el mensaje de sorpresa por el hecho de que un hombre en apariencia “corriente” hubiera podido, presuntamente, asesinar a su mujer. Y, en general, eludieron las causas reales de los feminicidios –las convicciones machistas– cuando buscaban detonantes en otros detalles que relataba el vecindario como que el asesino pudiera estar deprimido o la separación. 

Para la familia de Ana, como señalan, resultó doloroso encontrar en la prensa fotografías íntimas de Ana, su marido y sus hijas en momentos de felicidad o aparente felicidad, en las que el presunto agresor aparecía como un buen padre y marido. Eran imágenes que los medios tomaron del perfil de Facebook de Ana y que publicaron sin pedir autorización a la familia. 

Del mismo modo, les resultó hiriente el hecho de que los medios de comunicación trataran de contactar con las amistades de la familia para obtener información sobre el caso, algo que vivieron como una intromisión en su intimidad, lo que vulnera derechos y agrava el dolor.

Señal de tráfico en los alrededores del pueblo

Ningún medio acudió en aquel momento a fuentes expertas en violencia de género, mientras sí lo hicieron a fuentes subjetivas y carentes de valor informativo más allá de la pura especulación, que realizaron afirmaciones como “ella parecía preocupada últimamente”, “él me dio mala espina” e, incluso, recogieron declaraciones de “personas que conocían al homicida de sacar al perro por el barrio” que “le describen como un tipo normal”. 

Algún medio optó por el tratamiento dramatizado, con recursos más propios del relato de ficción que de la información, con expresiones como “los disparos silenciaron la escena”. 

Uno de los medios locales arrancó la información con el hecho de que la víctima se quería separar, favoreciendo la interpretación de la acción de la víctima como corresponsable de su muerte. Se publicaron algunas declaraciones del entorno como “él no soportó la ruptura”, “era reservado y educado” o “ayudaba al vecindario con las chapuzas”, en las que se favorecía la justificación o disculpa de Raúl o la interpretación de que debió tratarse de una enajenación mental transitoria. 

También reforzaron en algunos casos la idea estereotipada de la ‘madre perfecta’, al hacer alusión a declaraciones del entorno sobre que estaba “dedicada completamente a su trabajo y a sus hijas”. 

Por otra parte, la mayor parte de los medios mencionaron la calle en la que se produjeron las muertes y ubicaron la noticia en la sección de Sucesos, dándole así la categoría de hecho puntual cuando se trata de un fenómeno de trascendencia política y social. Uno de los reportajes sí se publicó en la sección de “Comunidad Valenciana”, dándole mayor trascendencia a lo ocurrido.

La Administración

En el caso de Ana, la administración local es la que ha atendido fundamentalmente al entorno familiar y a la comunidad afectada. Aunque los recursos y prestaciones a los que ha accedido la familia de la víctima no son exclusivamente municipales, el ayuntamiento es el recurso más próximo y el que le ha prestado asesoramiento legal, atención psicológica, así como ayuda en la tramitación de las pensiones de orfandad y la indemnización a las hijas de la mujer asesinada. El Ayuntamiento de Paterna también apoya el memorial benéfico que cada año organizan los Aibar.  

En 2014 existía en Paterna una Oficina de atención a las víctimas de delitos y un Punto de encuentro familiar, de competencia autonómica. También existía un Infodona, un centro de la red de la Conselleria de Bienestar Social para la atención especializada y personalizada, especialmente a las víctimas de violencia y a su entorno, así como un Servicio Especializado de Atención a la familia y la Infancia -SEAFI- integrado en los Servicios Sociales municipales. 

El municipio de Paterna también contaba en 2014 con una Unidad Policial Local de Atención Especializada a la Violencia de Género –UFAM-. Esta unidad ofrece desde 2015 cursos de defensa personal para mujeres, un recurso que ha despertado un interés creciente. En la última edición, según informa el Ayuntamiento de Paterna, asistieron más de 400 mujeres. Las clases se ofrecen descentralizadas por barrios, en 4 instalaciones deportivas diferentes, para facilitar la proximidad y, con ello, la asistencia. En las clases, se ofrece información teórico-práctica sobre violencias machistas y sobre los recursos disponibles de atención a las víctimas.

Desde 2014, los recursos municipales, autonómicos y estatales de atención a las víctimas se han incrementado o han cambiado de titularidad. Los centros Infodona, antes una red de titularidad autonómica, se han convertido en un recurso municipal de agentes de Igualdad, con financiación autonómica pero cuyo desarrollo depende de la iniciativa y voluntad de cada gobierno municipal.

En 2016 el Ayuntamiento de Paterna aprobó su primer Plan de Igualdad, y en 2019 se ha incorporado al sistema VioGen del Ministerio del Interior, el sistema de coordinación, seguimiento integral, predicción de riesgo y protección de los casos de violencia machista. Entre los recursos municipales también se encuentran acciones de sensibilización y formación en los centros educativos.

Cinco años después

Con el paso de los años las secuelas de la violencia machista siguen presentes en el día a día y exigen de la familia un esfuerzo cotidiano para hacerles frente. La herida que deja el golpe “no se asimila nunca, no te lo crees”, dice la hermana de Ana. La abuela y el abuelo maternos sacan fuerzas de flaqueza para criar a sus nietas sobrellevando la herida propia.

La comunidad de Paterna, un municipio de cerca de 70.000 habitantes, se ha volcado en apoyar al entorno de Ana. Desde 2015, su familia organiza la carrera benéfica anual “Memorial Ana Aibar”, para honrar su memoria y recaudar fondos destinados a proyectos contra la violencia de género o de otros tipos, con la colaboración del Ayuntamiento de Paterna. Cada último jueves de mes se celebra una concentración en la puerta del Ayuntamiento contra la violencia machista.

En noviembre de 2018, un grupo de cinco niñas estudiantes de ESO de Paterna quedó subcampeón del mundo en la Technovation Challenge, en la que competían con 23.000 niñas de más de 100 países, por la creación de la app Stop IT, destinada a proteger a las víctimas de violencia machista mediante una pulsera de alerta y geolocalización. 

En julio de 2019, Paterna se incorporó a la Red de Municipios Protegidos contra la Violencia de Género de la Diputación de Valencia, de la que ya forman parte 60 poblaciones, y que exige tres requisitos para la admisión: disponer de una concejalía o delegación de Igualdad dotada con recursos, tener un plan de Igualdad propio y, en el caso de municipios de menos de 20.000 habitantes -no es el caso de Paterna-, estar adheridos al programa Atenpro del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar, dedicado a la atención telefónica a las víctimas de violencia de género.

Acto en memoria de las víctimas de la violencia de género celebrado en Paterna en 2018

*Dado que Raúl se suicidó, la causa se archivó y no hubo juicio ni sentencia que lo declarase culpable de homicidio o asesinato, como ocurre en todos los casos en los que el presunto agresor se quita la vida. Por ello, legalmente tenemos que referirnos a ellos como ‘presuntos autores del crimen’.