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Raquel

Asesinada en Jerez de la Frontera
el 6 de abril de 2014

Texto: Olivia Carballar

Fotografías: Laura León

En Jerez, al final de la Avenida de Lebrija, poco antes de tomar la carretera que lleva hasta el pueblo del mismo nombre, hay, sobre la acera, una pequeña ofrenda de flores: unas rosas de tela y plástico en una garrafa sin cuello, unas lilas mustias en un bote de cristal y otro bote de cristal sin flores, con los restos del agua de las últimas lluvias. A modo de anclaje, una viga y varios trozos de acera rota rematan el pequeño altar. “Yo le puse el otro día esas de ahí, las moradas, pero siempre tiene sus flores, desde que pasó. ¿Cuánto hace que pasó? ¿Qué edad debe tener el niño ya?”, le pregunta una vecina a otra. Lo que pasó no fue un accidente de tráfico, que es lo primero que alguien puede pensar cuando ve un ramo de flores junto a una carretera.

Lo que pasó fue que Miriam, que tenía 21 años, fue asesinada por su expareja, de 27, ahí, en ese punto, en plena calle, de varias puñaladas. Su hijo, que era también hijo de él, no había cumplido ni un año. Era 12 de junio de 2013. “Yo lo vi correr hacia allí, hacia esos matorrales, donde tiró el cuchillo. Y ella se quedó aquí tirada”. Las señoras lo recuerdan porque lo vieron con sus propios ojos y conviven con ese artesano homenaje desde hace siete años. Pero se miran y se miran, intentando recordar, sin éxito, cuando se les pregunta por el asesinato de otra mujer en el mismo municipio un año después. No les suena. Después del titular, los feminicidios perviven en las familias, pero suelen olvidarse colectivamente

En Jerez de la Frontera, una ciudad gaditana de 213.000 habitantes, otras dos mujeres fueron asesinadas en 2008, cuyas familias no quisieron que sus nombres fueran publicados en los medios de comunicación, según informa el Ayuntamiento. Ninguna de las cuatro había denunciado previamente ni había acudido a los servicios municipales. Tal vez esta ofrenda de flores, que todo el mundo respeta, homenajea sin pretensiones a todas ellas.

A diez minutos en coche de las flores de Miriam, fue asesinada Raquel, de 42 años, el 6 de abril de 2014. Es una barriada tranquila, de casas unifamiliares, con ventanas enrejadas. Con antenas parabólicas. Hay un club deportivo. Una mujer pasa corriendo por delante de la verja cerrada que da entrada a la pequeña urbanización donde ambos residían. Luego pasa otro hombre, a marcha ligera, con unos auriculares en sus orejas. Lo que se oye fuera, en esta mañana de febrero, casi seis años después, es el canto interminable de los pájaros, solo interrumpido de vez en cuando por el griterío de los niños y niñas en el patio de un colegio. “En la vida hay que ser…”, se puede leer en una pintada sobre la pared que protege la escuela. La otra parte de la frase ha quedado enterrada bajo el verdín. Varios cipreses ubicados de forma aleatoria completan la estampa.

Hace seis años, aquella madrugada de abril, después de pasar el día fuera, juntos, con amigos y familiares, el asesino le clavó un cuchillo dos veces por la espalda. Dicen los hechos probados que al verla chatear por el móvil en la cocina, antes de ir a dormir, sintió “rabia y desagrado”. Estaba obsesionado con las redes sociales que usaba ella. Y dicen también los hechos probados que él, en paro, “no aceptaba de buen grado” que ella, que era la que estaba trabajando, quisiera separarse, porque eso le supondría “perder su forma y nivel de vida”. La sentencia es clara: Raquel no tuvo oportunidad alguna de defenderse, fue un ataque sorpresivo y sin aviso. Luego él llamó a la policía y simuló un intento de suicidio. “Por amor”, le dijo a los agentes cuando le preguntaron por qué la había matado. Lo mismo respondió la pareja de Miriam: “La quería tanto que los celos me volvieron loco”.

La Audiencia Provincial de Cádiz condenó al asesino de Raquel, actualmente en la cárcel, a 17 años y medio de prisión por un delito de asesinato, con el agravante de parentesco y la atenuante de embriaguez. No obstante, tras un recurso presentado por su defensa, en el que reclamaba, entre otras cuestiones, que los hechos fueran considerados como homicidio y aplicaran trastorno mental, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) le dio la razón en parte y rebajó la pena a 15 años, al tener en cuenta dos atenuantes que había descartado el anterior tribunal: confesión y reparación del daño. Por un lado, el TSJA interpretó la llamada a la policía como un atenuante de confesión. Y, por otra parte, consideró que el asesino intentó reparar el daño al poner a disposición de la familia todo lo que tenía para hacer frente a la responsabilidad civil. 

La familia de Raquel recurrió esa decisión y el Tribunal Supremo anuló la reparación del daño: aquel ofrecimiento, además de insignificante –la responsabilidad civil fue fijada en 100.000 euros para el padre y la madre de Raquel y 150.000 para su hijo, ya mayor, que no se encontraba en casa–, no fue un acto espontáneo, sino la respuesta al requerimiento judicial de prestación de fianza para cubrir las eventuales responsabilidades civiles. “Se limitó a ofrecer unos bienes que por su carácter ganancial en principio pertenecían por mitad a cada cónyuge […] Bienes que si no habían sido ya embargados, habrían de serlo de manera inmediata”, alega el Supremo. Sin embargo, mantuvo la misma pena

Según las juristas expertas en género consultadas, el fallo del Supremo es procesalmente correcto, se pueda compartir o no. Y, a diferencia de otras sentencias en las que se abordan los celos, esta es rotunda: “[…] Proyectan sentimientos de dominación más que de afecto, que no pueden servir de base o fundamento de atenuación, en cuanto inaceptables como pauta de convivencia en una sociedad democrática”, dice el fallo del TS. Resulta sin embargo llamativo, según las expertas, que solo se indique la cantidad de alcohol que tenía en la sangre ella –habían estado de fiesta el sábado– cuando en el caso del asesino era determinante para la aplicación o no del atenuante por embriaguez. 

Todo este proceso, leído ahora en cinco minutos, duró tres años, tres años de recursos, de juzgados, tres años sin Raquel. “La familia está rota. Esto se digiere muy mal. No es solo que maten a tu hija, es que mate a tu hija alguien a quien tú consideras de tu familia. El daño es irreparable. ¿Para qué recordar lo que no se olvida?”, explica uno de los abogados de la familia. El dolor les impide hablar. Sufrieron y llegaron judicialmente hasta donde pudieron llegar para que el asesino cumpliese la mayor pena posible. No podrá acercarse a Jerez en 25 años. 

Tampoco puede acercarse el asesino de Miriam, cuyo juicio se celebró meses después del asesinato de Raquel. Él fue condenado a 18 años y nueve meses por un delito de asesinato y otro de amenazas. Días antes, el Ayuntamiento, a instancias de amigos y familiares, inauguró una calle con su nombre: Plaza Miriam Tamayo. Hoy, en los balcones del bloque que sostienen la placa cuelga ropa tendida. Hay un árbol con hojas y otro sin hojas. Varias mujeres pasan por delante con carritos de bebé. El bebé de Miriam ya es un niño de siete años. 

 

 

Violencias previas

Ni Raquel ni ninguna de las otras mujeres asesinadas en Jerez de la Frontera, según el registro oficial, habían presentado denuncia ni habían acudido a las dependencias municipales de ayuda a las mujeres o de víctimas de violencia machista.

El asesino

J. A. cumple actualmente condena en la cárcel. Tras asesinar a Raquel, llamó a la policía y se autolesionó para simular un intento de suicidio, según los hechos probados de la sentencia. Sus heridas, superficiales, necesitaron puntos de sutura. En el proceso judicial, su defensa solicitó la pena de nueve años de prisión por homicidio con la concurrencia de atenuantes de confesión, embriaguez y reparación del daño. La acusación particular pidió 20 años de prisión. Y la Fiscalía y la Junta de Andalucía 18 años.

La sentencia

La primera sentencia, dictada por la Audiencia Provincial de Cádiz (tribunal jurado), estableció 17 años y medio de cárcel por asesinato con agravante de parentesco y atenuante analógica de embriaguez. El asesino recurrió y el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía rebajó la pena a 15 años al añadir los atenuantes de confesión y reparación del daño. La familia recurrió esa decisión y el Tribunal Supremo anuló la reparación del daño: “Fue requerido para que pagara la fianza, no de motu proprio, y la cantidad era insignificante. No fue un acto espontáneo sino la respuesta al requerimiento judicial de prestación de fianza para cubrir las eventuales responsabilidades civiles. Se limitó a ofrecer unos bienes que por su carácter ganancial en principio pertenecían por mitad a cada cónyuge, activos fácilmente localizables pues tanto los saldos en cuentas bancarias como el registro de vehículos son datos a los que se accede desde el CGPJ”. No obstante, mantuvo la pena en los 15 años. 

La Administración

“Cuando ha sucedido un asesinato en Jerez, lo primero que se ha hecho ha sido ofrecer a la familia de la víctima una atención psicológica y, tras esa primera atención, si la familia lo desea, tiene más asesorías de atención psicológicas”, explica el Ayuntamiento de Jerez. En el caso de Miriam, el consistorio, a instancias de amigos y familiares, inauguró el rótulo de una plaza con su nombre. En el caso de Raquel, respetando la decisión de la familia, no se realizó ningún acto de homenaje. Tampoco en los dos feminicidios de 2008. 

El Servicio de Igualdad del consistorio tiene en sus presupuestos una aplicación específica para la Campaña Contra la Violencia, además de las subvenciones del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) y recientemente del Gobierno. Desde 2014 hasta 2019, este presupuesto ha pasado de 21.800 a 34.920 euros, lo que ha supuesto un aumento del 37,5%. Las subvenciones del IAM han aumentado también en los últimos cinco años: de 43.024 a 79.337 euros, casi el doble. Y para el desarrollo del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, el consistorio recibió de la Administración central 55.108,83 euros en 2018 y 54.369,77 euros en 2019.

Jerez cuenta desde el año 1988 con un punto específico de atención a la mujer, que dio origen a lo que actualmente se denomina Centro Asesor de la Mujer. Desde 2014 hasta 2018 –el último dato disponible–, las llamadas al teléfono de emergencia han aumentado un 61%; el número de mujeres atendidas en situación de violencia de género ha pasado de 472 a 575; y el total de intervenciones con víctimas de violencia de género (social, psicológica y jurídica) ha disminuido: de las 2.016 en 2014 a la 858 en 2018. El Ayuntamiento también dispone de un centro de alojamiento de emergencia: en 2014 fueron alojadas 16 mujeres y 15 menores. En 2018, la cifra aumentó a 37 mujeres y 29 menores. Se produjo un pico en 2017: 55 mujeres y 42 menores.

Las sucesivas reuniones de la mesa de trabajo creada en 2001 han motivado, según explica el Ayuntamiento, la revisión del Procedimiento de Intervención Interinstitucional en materia de Violencia de Género para adecuarlo a la realidad actual y se creó, en 2010, el Protocolo Interinstitucional en materia de violencia de género, que se ha prorrogado cada año.

En materia de sensibilización, el Ayuntamiento organiza actividades a lo largo de todo el año, con especial hincapié el 8-M y el 25-N. En el ámbito educativo, desarrolla una decena de talleres con participación de todos los centros educativos de la ciudad, que alcanzan cada curso a alrededor de 10.000 estudiantes. Además, cuenta con el Programa Hombres por la Igualdad, que desarrolla sus actividades a lo largo de todo el año.