53/55
Rosa Ana

Asesinada en Valladolid
el 8 de diciembre de 2014

Texto: Cristina García Casado

Fotografías: Álvaro Minguito

Esta historia fue publicada en noviembre de 2024.

A las 5.30 horas de la madrugada, comenzó a aporrear las puertas de los vecinos. “¡Me cago en diez, me cago en diez, los he matado a los dos, a mi mujer y a su amante!”, iba gritando, y les pedía después que avisaran a la Policía. Omar acababa de asesinar a su pareja, Rosa Ana, y a un amigo de ella, Fernando, en el piso en el que vivían con su hija de 4 años, en Valladolid. “Ahora sí que me he quedado a gusto”. Es la frase que los agentes de la Policía Local escucharon tras informarle de que las dos víctimas habían muerto allí mismo. Los había acuchillado en repetidas ocasiones y fatalmente. Se mostró satisfecho y lo articuló con total coherencia, según contaron entonces. Dijeron que olía a alcohol pero que no estaba borracho, un elemento que, junto al consumo de drogas, sería clave después en el relato de este crimen. El agresor alegó en el juicio no recordar nada por su estado alterado al haber consumido alcohol y hachís, el argumento que sostuvo su defensa para atenuar la condena.

Era la segunda vez que los policías acudían esa noche y no era la primera noche que lo hacían. Habían ido sobre las 00.30, alertados por un vecino que denunció “griterío, peleas y voces”, pero cuando llegaron hallaron la vivienda vacía. No fue hasta el siguiente aviso cuando pudieron actuar: encontraron la puerta del piso abierta y a Omar dentro con manchas de sangre en la ropa y lesiones indicativas de una pelea. Con un cuchillo de la cocina, primero había matado a Fernando, de 46 años, y después a Rosa Ana, de 38.

Una mujer espera el autobús en las inmediaciones del lugar donde se produjo el doble crimen.

En su confesión dijo que lo había hecho por celos, al asumir que eran amantes o que habían comenzado una relación. Allegados de las víctimas sostuvieron que sólo eran amigos de la infancia. Nada importa eso. Aunque hoy, diez años después, se siguen planteando estas cuestiones cuando se trata de explicar qué ocurrió.

En este octubre de 2024, en la ciudad hay carteles del estreno de una película: Soy Nevenka. Su directora, Icíar Bollaín, ha devuelto a la actualidad y ha narrado a las generaciones más jóvenes el caso de la primera condena por acoso sexual de un político en España. A pesar de que han pasado más de 20 años desde entonces, el estreno ha evidenciado que no todo ha cambiado tanto: la película no se pudo rodar en Ponferrada, donde ocurrieron los hechos. El Ayuntamiento, liderado por el PP, no concedió los permisos. El acosador de Nevenka, el exalcalde popular y empresario Ismael Álvarez, sigue teniendo una gran influencia en la localidad berciana y en la corporación municipal aún queda alguno de los compañeros que dieron la espalda a la entonces joven concejala de Hacienda cuando denunció el acoso del todopoderoso mandatario.

En el relato social y mediático, e incluso desde algunos sectores políticos, se sigue cuestionando a la víctima cuando ha sido pareja de un acosador o maltratador, se cuestiona por qué eligió a ese hombre, como si fuera su culpa, se cuestiona por qué aguantó, por qué no denunció antes, todo está bajo sospecha.

Un cartel de la película ‘Soy Nevenka’, en el cine Casablanca de Valladolid.

En el caso de Rosa Ana y su agresor, Omar, se pudo leer en algún medio regional de prestigio que “lo sorprendente es que ella le había denunciado por malos tratos en numerosas ocasiones y llegó a contar con una orden de alejamiento”, o se deslizaba que pese a todo se había mudado con él, cuando la realidad es que en la violencia machista no hay un patrón de víctima ideal o canon y se dan esta y todo tipo de circunstancias. Algunas producto en sí mismas de la propia dependencia y del miedo que genera la violencia machista.

El titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Valladolid dictó prisión provisional, comunicada y sin fianza para Omar, que no fue condenado hasta mayo de 2016 en un juicio con jurado popular que duró tres días y al final del cual pidió por primera vez perdón a las víctimas y a su hija.

Cuando la niña aún era una recién nacida, en 2009, Rosa Ana pidió una orden de alejamiento para ambas. Los que los conocían describieron su relación como continuamente tormentosa. A principios de 2014, Omar y Rosa Ana se mudaron al piso de alquiler donde se produjo el doble crimen.

El río Pisuerga a su paso por la ciudad.

La mujer tenía dos hijos más, de anteriores parejas, que vivían con otros familiares. La niña que tuvo con Omar, y con la que vivían los dos, estaba en casa de unos amigos la noche del feminicidio. 

Él fue condenado a una pena de 14 años y medio por el homicidio de Rosa Ana, con los agravantes de parentesco y abuso de superioridad y el atenuante de la confesión, y 12 años y tres meses por el homicidio de Fernando. En total, casi 27 años de cárcel.

Violencias previas

El agresor tenía numerosos antecedentes por malos tratos con al menos otra pareja anterior. Entre 2009 y 2013 había cumplido una orden de alejamiento sobre Rosa Ana y la hija de ambos. A principios de 2014, fue detenido por una agresión a Rosa Ana, quien finalmente retiró esa denuncia.

Edifico de los Juzgados en Valladolid.

El asesino

Omar tenía 48 años cuando cometió el doble crimen. Apenas trascendió información sobre él en la cobertura mediática del caso, aunque en todas las noticias se explicitaba en un lugar destacado que era un hombre marroquí. Tenía problemas con el alcohol y otras drogas, según él mismo admitió y relataron testigos. 

La sentencia

La Audiencia Provincial de Valladolid condenó a Omar a 26 años y nueve meses de prisión: una pena de 14 años y medio por el homicidio de Rosa Ana, con los agravantes de parentesco y abuso de superioridad y el atenuante de la confesión, y 12 años y tres meses por el homicidio de Fernando.

La condena incluyó una indemnización de 100.000 euros a la hija que tenía con la víctima y de 50.000 euros a cada uno de los otros hijos de la mujer, así como 15.000 euros a la madre de Rosa Ana y 80.000 a los padres de Fernando. Se le retiró, además, la patria potestad de la niña, con la prohibición de acercarse a ella y de vivir en Valladolid durante 24 años.

 

El cementerio de La Mota, con el castillo al fondo.

La Administración

Poco después de este caso, el Congreso de los Diputados debatió una proposición no de ley presentada un mes antes por el PSOE para introducir indicadores sobre las víctimas indirectas en las estadísticas oficiales de violencia de género. “Si queremos conocer el impacto real del maltrato a las mujeres, debemos tener en cuenta también a todas estas personas. Igual que el recuento de víctimas del terrorismo no excluye a los escoltas o familiares de objetivos directos ni a cualquier ciudadano que muera en un atentado, tampoco deben excluirse en estos casos porque se minimiza la verdadera dimensión de la violencia contra las mujeres”, explicó entonces la diputada socialista Ángeles Álvarez, autora de la propuesta.

En Castilla y León no se ha dado en esta última década la reforma que se prometió de la Ley contra la violencia de género de 2010, que alineó la norma de 2004 con los planteamientos de la ONU y de otras leyes autonómicas, explica a PorTodas Dunia Etura, la directora de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid. “En todos estos 14 años no ha habido más que en algún momento alguna intención de reformularla, se ha solicitado el asesoramiento pero no se ha llegado a hacer y no parece que haya interés en que se haga”, considera.

La sede de VOX en el centro de la ciudad.

La llegada de Vox al Gobierno autonómico en 2022 fue el gran cambio de este tiempo. “Marcó una diferencia en el tratamiento en cuanto a la relación con la Junta, a las facilidades para llevar a cabo ciertas acciones o no”, cuenta la experta, que ha trabajado en labores de concienciación sobre la violencia machista durante largo tiempo desde distintos ámbitos. “Cuando llega Vox, el consenso que había salta por los aires. Legitima un discurso reaccionario que no solo niega la violencia machista sino que sitúa esa postura como un orgullo en ciertas posiciones sociales y públicas. Han abierto una brecha muy importante, porque rompe el consenso que se pensaba asumido socialmente. Siempre ha habido diferencias entre partidos, pero el PP había asumido en este tema ciertos discursos enfocados en la línea de otros partidos más progresistas”, relata.

Tras la salida de la ultraderecha del Ejecutivo de Castilla y León en 2024, Etura no ve cambios significativos en las acciones de la Junta, más allá de que el discurso negacionista y machista de Vox ya no tiene el altavoz de la Vicepresidencia de un Gobierno autonómico. 

Tratamiento mediático

En el caso de Rosa Ana, el hecho de que no quedara claro si ella estaba con él o con la otra víctima, o la situación de que otros familiares cuidaban a sus otros hijos, fueron objeto de cierto señalamiento en las noticias y el comentario periodístico. También se destacaba en las crónicas que habían bebido todos la noche del crimen, que pudo haber otras drogas. Se colaron incluso en piezas puramente informativas expresiones más propias de la crónica del corazón como “los pilló en la cama”.