38/55
Esperanza

Asesinada en El Campello
el 25 de agosto de 2014

Texto: Anna Gimeno

Fotografías: Elvira Megías

Esta historia fue publicada el 25 de noviembre de 2021.

La historia de Esperanza, asesinada en El Campello (Alicante) a los 87 años, es sobre todo una historia de grandes silencios que interpelan y suscitan importantes reflexiones sobre la violencia machista. El bloque de apartamentos en el que residió o veraneaba con su familia es hoy un complejo muy común en este pueblo de 26.000 habitantes, donde hubo dos asesinatos machistas previos y uno posterior, según indican las estadísticas oficiales desde que se inició el registro en 2003. Estamos ante una torre alta de pisos con una zona común con jardín, garaje y piscina privada para la comunidad, rodeada por una valla y una puerta que impide el acceso a no residentes. También allí, como es habitual en la zona de playa, un portero que conoce al vecindario se hace cargo de los asuntos comunitarios. 

Pese a estar empadronados en este municipio, el matrimonio que conformaban Esperanza e Hilario no es recordado por hacer vida social aquí. Sí eran conocidos y recordados en el recinto residencial, aunque, desde hacía unos años, ya solo iban en verano. Y aquí fue donde sucedieron los hechos, el 25 de agosto de 2014. Ella fue asesinada y su marido, Hilario, de 90 años, se suicidó, según determinó la investigación judicial.

Una de las imágenes más desconcertantes de este caso y que más interrogantes abre es la de su velatorio. Esperanza fue velada junto al cuerpo también sin vida de su presunto agresor –al suicidarse, no hubo juicio ni, por tanto, sentencia condenatoria–. ¿Qué ocurre para que una familia vele a su madre, abuela o tía, junto al hombre que presuntamente la asesinó? ¿Puede ser la negación una estrategia para sobrevivir al horror? Como explican diversas especialistas, disociar y apartar temporalmente lo sucedido puede ser un recurso para posibilitar seguir adelante, una respuesta adaptativa postraumática o una posición ideológica de no reconocer en los hechos el ejercicio de poder sobre las mujeres que llamamos violencia machista.

Siete años después, el alcalde de El Campello, Juan José Berenguer (PP), mantiene grabado en su memoria el crimen por cómo le impresionó, y recuerda especialmente la preocupación que sintió mientras se dirigía al tanatorio de San Juan de Alicante a dar el pésame. Tenía dudas sobre qué se encontraría allí, en una situación tan delicada: “La familia de Esperanza tenía la sensación de que el matrimonio había organizado su desenlace; lo asumieron de esa forma y los encontré serenos”, cuenta.

El alcalde de El Campello, Juan José Berenguer

El de Esperanza fue reconocido oficialmente como asesinato machista en apenas unas horas. La Subdelegación del Gobierno en Alicante comunicó que se trataba de un nuevo caso de violencia de género con suicidio del agresor y prácticamente todos los medios titularon de esa manera. Según recogió la prensa, la Administración confirmó, además, que la existencia de un acuerdo entre la pareja, de la que llegó a hablarse en el primer momento, y a la que apuntaba la familia, quedaba efectivamente descartada. Con todo, Esperanza fue velada con su presunto agresor.

Mitos sobre la violencia machista

Una de las personas que encontró al matrimonio en la vivienda donde sucedieron los hechos y atendió a los familiares en esos momentos de conmoción corrobora el recuerdo del alcalde. Su relato, que asegura compartir con la familia de la víctima, resulta ilustrativo de cómo todavía hoy, y siete años después del crimen, perviven algunos de los mitos más dañinos sobre la violencia machista. Este testimonio explica los hechos apelando a una enajenación transitoria del marido de Esperanza, o a un pacto de la pareja, y niega la existencia de violencia de género con dos argumentos: no haber presenciado discusiones llamativas en la pareja y descartar la posibilidad de que una mujer de avanzada edad pueda iniciar una nueva relación y, como consecuencia de ello, que su marido pueda sentir celos respecto a ella. 

El mito de los celos “sitúa la causa de la violencia machista en una percepción subjetiva, contribuye a negar o invisibilizar la violencia de género en edades avanzadas y a construir la explicación sobre la idea de un ‘asesino piadoso’, que justificaría al agresor”, considera la antropóloga social de la Universitat Miguel Hernández de Elx Purificación Heras. La negación de la violencia de género, añade Heras, puede ser una forma de gestión del duelo pero también “una construcción apoyada en las creencias patriarcales según la cual el asesino se erige en la autoridad que sabe lo que ella necesita, que decide por la víctima y actúa sin contar con ella”.

Una de las falacias más extendidas sobre este tipo de violencia es precisamente situar la causa en acciones que realiza la víctima, responsabilizándola, en lugar de en las creencias y el ánimo de control del agresor; así como olvidar que se trata de un ejercicio de dominio sobre las mujeres, que nada tiene que ver con la edad o el comportamiento de las víctimas y que incluso puede ser más terrible e invisible a mayor edad y más años de convivencia. 

Campaña del Ayuntamiento contra la violencia de género.
[/caption]Otra falacia que se pone de manifiesto es la de esperar que un agresor machista exhiba públicamente conductas de maltrato. La cultura patriarcal está normalizada y la violencia de género está inserta en esta normalidad.

La posibilidad de una muerte acordada previamente por la pareja ante una vejez avanzada también se descarta desde la práctica criminalística ya que en este tipo de casos se recurre a métodos menos dolorosos y violentos. Además, no hubo carta de despedida, ni siquiera una nota en la que ambos pudieran dejar testimonio de que se trataba de una decisión compartida.

Esperanza fue apuñalada y su cuerpo fue encontrado en su cama, vestida con su camisón, sobre un charco de sangre. Era una noche de agosto, pasadas las 23 horas. La pareja estaba sola en el apartamento, que sigue siendo un lugar de veraneo. Mientras la hija del matrimonio, que pasaba esos días con sus padres, había salido, ocurrieron los hechos. El cuerpo de él, Hilario, fue encontrado en una silla de la terraza, sin vida, con una herida mortal de arma blanca en el cuello. Junto a él, un cuchillo de cocina ensangrentado. Su hija ha preferido no hablar sobre el caso. La Guardia Civil calificó la muerte de Hilario de suicidio y así lo recoge también el registro oficial de casos de violencia de género. La instrucción en el juzgado número 7 de Alicante se archivó con esas consideraciones. 

Para Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, médico forense y experto en violencia de género, “en la construcción del homicidio como solución influyen factores de género, como las dificultades de los hombres para pedir ayuda en una situación de dependencia, la resistencia a mostrar vulnerabilidad o la pérdida de control sobre la mujer si han de trasladarse a una residencia; y suicidarse tras el feminicidio se presenta como una salida airosa a esa situación”.

Cuatro asesinatos machistas desde que hay registros

Esperanza fue la víctima número 38 del año 2014. También en El Campello, en 2007, fue asesinada una mujer de 33 años que dejó huérfano a un hijo menor de edad. Apenas seis meses antes del asesinato de Esperanza, fue asesinada Alicia, de 56 años y con tres hijos mayores. En 2014 hubo, pues, dos asesinatos machistas en este municipio, que engrosaron la lista de una de las provincias, Alicante, con mayor índice de feminicidios de España. Tres años después de Esperanza, en 2017, una mujer británica, de 79 años, Margaret Stenning, fue asesinada por su marido en la residencia en la que vivían en el mismo pueblo.

La misma semana en la que Esperanza fue asesinada también lo fueron otras dos mujeres en España, una en Barro (Pontevedra) y otra en l’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), y además una tercera fue gravemente herida en Lugo hasta el punto de ingresar en la UCI. 

Responsable de la unidad de violencia de género en la Policía Local.

Muy pocas personas recuerdan hoy el caso de Esperanza en El Campello. El silencio de la familia y, sobre todo, el de Esperanza, de la que no consta que hubiera denunciado a su marido, nos suscita otra pregunta. ¿Pudo estar sufriendo esta mujer violencia durante años sin identificarlo como tal? ¿Qué habría necesitado para romper con esa situación? ¿En qué falló el sistema de protección? Si seguimos a Leonor Walker, la psicóloga estadounidense que documentó el ciclo de la violencia machista, esta violencia no se manifiesta solo en estallidos puntuales sino que sigue un recorrido largo y circular en el que se desarrolla un proceso de dominación y anulación del que resulta muy difícil salir sin ayuda. Lo más habitual, cuando se produce una agresión física o un feminicidio es que el proceso haya comenzado mucho antes.

Precisamente “la larga trayectoria de violencia es una de las características definitorias de la violencia de género en las mujeres mayores”, según el Estudio sobre las mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género, elaborado por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. Este documento muestra que “de las mujeres mayores víctimas de violencia encuestadas, el 40% llevaba 40 años y más sufriendo violencia; y el 27%, entre 20 y 30 años”. 

El documento concluye que las mujeres mayores víctimas de violencia recurren en menor medida a servicios de ayuda o a contar su situación a personas del entorno. La violencia de género hacia mujeres mayores, por lo general, es perpetrada por la pareja con la que han convivido durante décadas y, por tanto, experimentan una violencia que ha pasado a formar parte de sus vidas, lo que hace que muchas no la consideren como tal. La invisibilidad de este tipo de violencia aparece también por una falta de autorreconocimiento como víctimas, destaca el estudio de la Delegación de Gobierno. 

Una mujer camina hacia la playa.

Además, son más vulnerables desde el punto de vista económico y se han socializado para minimizar su propia identidad, necesidades y deseos. Esta diferencia en la socialización dificulta que las mujeres mayores agredidas por su pareja consideren la separación o el divorcio como una alternativa y facilita la aceptación del maltrato como una parte de la relación.

Esperanza, con 87 años, estaba delicada del corazón y tenía dificultades para caminar. A Hilario, de 90 años, le habían practicado una traqueotomía a causa de un cáncer y su salud también era muy delicada. Aunque eran de Zaragoza, residieron (y estuvieron empadronados) en El Campello durante muchos años hasta que se trasladaron a una residencia en Francia. Regresaban a El Campello solo en verano, de vacaciones. Esperanza se había dedicado toda su vida a cuidar de su familia, incluido su presunto asesino. 

Entonces, en El Campello existía un tejido social con conciencia feminista que había dado lugar a la creación de la asociación Amudeca. Siete años después, hay dos asociaciones feministas más. 

Violencias previas

No consta que Esperanza o su familia formalizaran ninguna denuncia previa a los hechos. Pero sí consta en los registros oficiales en El Campello dos asesinatos machistas previos y uno posterior al de Esperanza.

El presunto asesino

Hilario tenía 90 años cuando presuntamente asesinó a Esperanza mientras esta se encontraba en la cama. Al quitarse la vida tras los hechos, no pudo ser juzgado. Pero sí fue objeto de investigación en el juzgado de instrucción 7 de Alicante y su cuerpo fue analizado en el Instituto Anatómico Forense para determinar si se trataba, como así fue considerado oficialmente, de un caso de violencia de género.

Era joyero de profesión. Algunos medios detallaron que había ejercido su oficio en Francia e incluso que había expresado a algunos vecinos su voluntad de ser enterrado en El Campello. 

No hay un perfil de maltratador, más allá de la voluntad de controlar y dominar a la mujer sobre la que potencialmente podría ejercer la violencia, de modo que cualquier impresión que el vecindario o quienes lo conocieron tuvieran de él puede resultar engañosa. La violencia de género la ejercen hombres corrientes que pueden pasar absolutamente desapercibidos como tales en su entorno.

El entorno

Los casos de violencia machista con suicidio del agresor obligan a las familias, especialmente a los hijos e hijas, a asimilar el duro trance de perder de forma violenta, y al mismo tiempo, a la madre y al padre, pero además a encajar el hecho de que el progenitor, presuntamente, haya sido el asesino.

Tras un feminicidio, el entorno de la víctima elabora o participa de un relato que trata de explicar lo que sucedió y el porqué. Para la antropóloga social Purificación Heras, no es extraño encontrar explicaciones que niegan la violencia de género en un feminicidio de mujeres mayores y que atribuyen los hechos a una enajenación mental transitoria del agresor, a un pacto de suicidio o al mito del “asesino piadoso” u homicidio compasivo. 

En feminicidios de mujeres mayores es más común que el maltrato se haya podido normalizar y que se olvide, explica la antropóloga, “que la violencia machista se produce en contextos de lo que se considera normalidad”. 

También la vergüenza es un factor que hay que considerar. Los feminicidios son la punta del iceberg de una violencia que se podría haber arrastrado durante muchos años y, si no se ha reconocido antes, es muy difícil que las familias quieran hacerlo después. La negación es una forma de cerrar una situación muy traumática y violenta, señala la antropóloga

 

Tratamiento mediático

Este caso fue tratado en medios de difusión estatal, autonómica y local. Aunque los hechos ocurrieron cerca de la medianoche del 25 de agosto, el día 26 ya se publicó la información incluso en la prensa en papel. Hoy llama la atención que la mayoría de las cabeceras publicara el detalle de ubicación del domicilio en el que ocurrieron los hechos, la calle e incluso el número del portal, de la planta y de la puerta del apartamento. 

Algunos medios también llegaron a publicar la imagen de los cuerpos de Esperanza e Hilario en bolsas y sobre camillas en el momento en que eran introducidos en un furgón funerario para ser trasladados al Instituto Anatómico Forense. También más de uno utilizó una imagen de la concentración de repulsa que se celebró en la puerta del Ayuntamiento de El Campello al día siguiente.

Aunque hubo algún medio que tituló en la línea de ‘hallada muerta una pareja de octogenarios’, las declaraciones del entonces subdelegado del Gobierno en Alicante, Alberto Martínez, según las cuales confirmaba que se trataba de violencia machista así como que el marido había matado a la mujer con un cuchillo de cocina y después se había quitado la vida clavándose el mismo cuchillo en el cuello, se recogieron en prácticamente todos los periódicos.

En los días siguientes profundizaron en los detalles y se hicieron eco del comunicado del Ayuntamiento de El Campello, que decretó un día de luto oficial, una concentración frente al consistorio y un minuto de silencio, seguida de una marcha por el municipio, convocada en colaboración con la asociación de mujeres Amudeca de El Campello.

La Administración

A las pocas horas del feminicidio, el Ayuntamiento del municipio convocó un pleno extraordinario para decretar un día de luto oficial y 24 horas de banderas a media asta en los edificios públicos de la localidad. El alcalde de entonces, Juan José Berenguer (PP), es el mismo que en la actualidad, aunque ha habido una legislatura de por medio en la que no tuvo la alcaldía.

Berenguer leyó una declaración institucional acordada por el pleno en repulsa y denuncia de la violencia de género y para comunicar sus condolencias a la familia. La corporación, junto con la única asociación de mujeres en aquel momento en el municipio, Amudeca, convocó una concentración para el día siguiente, 27 de agosto, en la puerta del consistorio, para guardar un minuto de silencio por Esperanza, recordar a la otra víctima de aquel año en el municipio, Alicia, e iniciar una marcha por el pueblo como acto de repulsa.

Un día después, la plataforma feminista de Alicante se concentró también en la plaza de la Muntanyeta, cita habitual de concentraciones contra la violencia machista en esta ciudad. 

El Ayuntamiento de El Campello, y con él su Policía Local, se incorporó en diciembre de 2020 al sistema de seguimiento integral de casos de violencia de género –Viogen– del Ministerio del Interior. En junio de 2021, el sistema tenía registrados 40 casos activos en el municipio: ninguno de riesgo alto o extremo, uno de riesgo medio, 14 de riesgo no apreciado y 25 de riesgo bajo. La Policía Local realiza el seguimiento de los casos valorados como de riesgo bajo o no apreciado y del resto se ocupa la Guardia Civil. La Unidad de Violencia de Género de la Policía Local es también de reciente creación y preceptiva en la Comunitat Valenciana para municipios de más de 20.000 habitantes.

La responsable, que por seguridad nos pide omitir su nombre, explica que realizan seguimientos sin necesidad de que existan denuncias ni medidas o petición de protección, en aquellos casos en que observan que puede existir algún riesgo. Y asegura que la colaboración con la responsable de violencia de género del puesto de la Guardia Civil en El Campello ha sido determinante para formarse en el uso de las nuevas herramientas de seguimiento integral. En 2014, según datos de la Subdelegación del Gobierno en Alicante, solo 13 municipios de esta provincia se habían adherido al sistema Viogen y en 2021 ya son 45. 

Desde la legislatura 2011-2015, por acuerdo plenario, al inicio de cada pleno ordinario se procede a la lectura del nombre de las mujeres asesinadas durante el mes anterior.

Siete años después

En 2014 en El Campello ya existía un tejido social con conciencia feminista que había dado lugar a la creación de la asociación Amudeca, una organización que ha cumplido 25 años y que venía concentrándose de manera periódica en repulsa contra la violencia machista. Siete años después, hay dos asociaciones feministas más, una de ellas, Posidonia, se creó en 2019 a partir de una serie de talleres municipales de empoderamiento de las mujeres y, aunque la pandemia dejó en pausa la mayor parte de su actividad, cuenta con más de 30 socias, de entre 22 y más de 70 años, y vuelve a retomar las iniciativas. 

La otra organización, Plataforma Violeta, acaba de celebrar su primera reunión, en noviembre de 2021. Aún no cuenta con estructura formal pero “su estreno ha tenido mucho éxito y ha conseguido reunir a mujeres –y también algunos hombres– de diferentes edades e incluso activas en alguna de las otras asociaciones feministas del municipio”, explica la impulsora de Plataforma Violeta, Juani Castillo Sicilia.

La responsable de la unidad de violencia de género de la Policía Local.
[/caption]Posidonia ha enfocado su propósito en “el empoderamiento, la autoestima, el tejido de redes de sororidad y la creación de espacios de confianza para crecer juntas”, señala Consol Forner, miembro de su Junta Directiva. 

Juani Castillo explica que “aunque pueda parecer a veces invisible, el tejido feminista ha crecido en El Campello y se ha puesto de manifiesto al convocar el primer encuentro de Plataforma Violeta, por la cantidad de personas que secundaron la iniciativa. Hay movimiento y mucha conciencia”. 

La nueva organización se propone trabajar en colaboración con la concejalía de Mujer e Igualdad, actualmente a cargo de Mercè Pairó (Ciudadanos). “El año 2015 supuso un antes y un después en la lucha contra la violencia de género en El Campello porque el gobierno de Compromís-Podemos, con Adriana Paredes en la concejalía de Igualdad, dio un vuelco y le otorgó una importancia que antes no tenía”, afirma Castillo. En 2019 se incorporó por primera vez la figura de una agente de Igualdad en el municipio y “la actual concejala ha continuado la línea que se estrenó en 2015 pese a los obstáculos que plantea Vox, uno de los tres socios del actual gobierno municipal para frenar las políticas de Igualdad”, explica la impulsora de Plataforma Violeta.

“Reconocemos el compromiso que han demostrado las personas que están o han estado en esta concejalía y han asumido esta responsabilidad”, afirma Castillo. 

El Ayuntamiento puso en marcha en 2020 una campaña de puntos violeta, identificada con la imagen de una mano violeta, que en 2021 se ha ampliado a la red de comercios locales con un protocolo que guía a los establecimientos para actuar en caso de que una mujer solicite ayuda. El propósito, explica Castillo, es que a largo plazo la ciudadanía también se convierta en punto violeta, “que las mujeres puedan pedir ayuda a cualquiera y que los maltratadores se sientan perseguidos”, afirma. 

También con motivo del 25-N de 2021, entre otras iniciativas, el Ayuntamiento tiene previsto plantar una jacaranda en la plaza del pueblo como espacio violeta para recordar a las mujeres asesinadas.