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Josefa

Asesinada en Chiclana de la Frontera
el 6 de marzo de 2014

Texto: Olivia Carballar

Fotografías: Laura León

Cinco años y cuatro meses después. Es julio. El sol, espléndido, no quema como esos soles de julio que suelen quemar en el sur. Corre un húmedo viento de poniente. En la vivienda familiar, la misma que salió en los periódicos cinco años atrás, hay hoy una tienda. Un cocodrilo de adorno, entre otros animales y utensilios agrícolas, mira hacia el exterior por uno de los escaparates. Al lado, sobre unas cajas de electricidad pintadas de blanco, revolotea un pajarillo. “Hombre pequeñito, hombre pequeñito, / suelta tu canario que quiere volar… / Yo soy el canario, hombre pequeñito, / Déjame saltar”, dice un poema de Alfonsina Storni.

Frente a la casa, al otro lado de una carretera, se extienden varios solares baldíos conectados por caminos de tierra. Al fondo, una palmera solitaria. Y un árbol redondo, bajito, luce frondoso tras una valla fina de metal. Ese es el paisaje que se ve desde la casa de Josefa, el que pudo divisar durante muchos años, sus vistas, su horizonte, en un barrio de un pueblo costero donde solo se ve campo, donde no se intuye el mar. Hasta aquí no llega la línea que separa el cielo del océano, a solo unos kilómetros de distancia, sobre la extensa Playa de la Barrosa, en Chiclana de la Frontera (83.831 habitantes, Cádiz). 

La primera periodista que llegó a este lugar, cinco años y cuatro meses atrás, fue Carmen Rivera. “No era lo mismo verlo por la tele”. Carmen llegó la primera porque la llamó un policía local. “No era lo mismo verlo allí, a solo unos metros de distancia”. Carmen llegó la primera a aquella barriada alejada de las urbanizaciones turísticas. “Me impactó muchísimo, fue muy fuerte”. Carmen llegó la primera aquel 6 de marzo de 2014. “Era una de mis primeras experiencias como periodista”. Carmen llegó la primera hasta el punto donde ese día había sido asesinada Josefa, de 76 años, presuntamente por su marido, de 79, con una escopeta.

Un lazo contra la violencia machista en el interior del Ayuntamiento.
“Al principio no se sabía muy bien qué había pasado. Estuvimos esperando. Pero después nos dijeron que el marido tenía una finca cercana. Y allí lo localizaron muerto. Se había suicidado con la misma escopeta”, recuerda Rivera, que entonces tenía 26 años y trabajaba para La Voz de Cádiz. Así lo narró en su crónica al día siguiente y así puede leerse aún en la hemeroteca digital. Y poco más se recuerda de aquella historia, de aquel crimen, de la historia de Josefa, anclada en ese espacio, en aquel tiempo. “A veces, cuando cuento el caso entre mis amistades o en conversaciones sobre violencia de género, nadie sabe que en Chiclana asesinaron a una mujer ese año. Se acuerdan de otros crímenes violentos, pero no de este. ‘¿Pero cuándo fue eso? ¿En Chiclana? ¿Un asesinato machista?’, son algunas reacciones con las que me encuentro”, prosigue la periodista, que tiene actualmente 31 años. 

En el mismo barrio de Josefa, diez años antes, en 2004, otra mujer fue presuntamente asesinada por su pareja de la misma forma. Él también se quitó la vida. Eran jóvenes de entre 19 y 24 años. Y fue uno de los 72 asesinatos machistas registrados en las estadísticas oficiales de ese año, tres en la provincia de Cádiz, según el Instituto Andaluz de la Mujer. Nunca más se supo. Aún no había entrado en vigor la Ley integral contra la violencia de género. 

Hoy, como de las ruinas de un incendio, en la vivienda donde fue asesinada Josefa se levanta una tienda que lleva por nombre el primer apellido de sus cinco hijos e hijas, el paterno. Según fuentes municipales y conocedoras del caso, la familia no habló nunca más de ello ni quiso actos que recordaran lo que había sucedido. Pasó y ya. “Es posible que el propio entorno, en una zona rural, con personas mayores, haya propiciado eso, lo haya parado. No había nada más que decir”, añade la periodista, que cuenta que cuando quiso hacer seguimiento del caso se encontró con esos obstáculos. Según la estadística del Consejo General del Poder Judicial, el 70% de los crímenes machistas contabilizados desde 2003 se ha producido en pueblos o ciudades de menos de 100.000 habitantes, y de las más de 1.000 víctimas hasta ahora, más del 12% eran mayores de 60 años. Contactados por distintas vías por #PorTodas, los hijos e hijas de Josefa guardan silencio. 

Cinco años de silencio. Y de dolor. “Porque no hay que olvidar que los hijos e hijas no son víctimas indirectas. Son víctimas directas”, señala la experta en género Marisa Rebolledo, coordinadora general de Equipo Ágora, un gabinete de asesoramiento en políticas de igualdad. “En ocasiones, quieren cerrar y punto. Y en algunos otros casos, al principio, incluso culpan a la madre por no haber sido capaz de dejar al maltratador. Y no, no es eso, es que muchas mujeres no tienen recursos ni herramientas para salir a esas edades. Muchas ni siquiera saben que son víctimas”, añade Rebolledo.

En sus seis años trabajando con personas mayores y profesionales que las atienden, esta experta ha concluido que uno de los principales problemas que rodea a la violencia machista en esta franja de edad es su invisibilidad, sobre todo por el propio contexto social en el que han vivido estas mujeres, atrapadas por la dependencia económica y el rol de cuidadoras. “Cuando empecé en esto, en el año 2013 –prosigue Rebolledo–, me puse a buscar bibliografía sobre el tema y comprobé que no había nada, que no se había investigado, y a nivel europeo tampoco. Solo encontré un estudio por edades realizado por la Fundación EDE en el que había un capítulo sobre violencia de género en mujeres mayores. Así que lo primero que pensé que tenía que hacer era un mapa de la realidad. A partir de los testimonios de las propias mujeres lo fui construyendo. Y me encontré con una barbaridad”. 

La barbaridad es una incidencia brutal de la violencia en situaciones en las que las mujeres afirmaban que sus maridos nunca les habían pegado. La barbaridad es que contaban que las humillaban, que les decían que no servían para nada, que las obligaban a mantener relaciones sexuales o que incluso les hacían pasar hambre. ‘Tú ve a hacer la compra y trae pollo para hacer el caldo, pero el pollo me lo como yo y el caldo te lo quedas tú, que para eso yo traigo el dinero a casa’. Quién no recuerda a Ana Orantes y a su asesino. La barbaridad es también que lo contaban como anécdotas, no como situaciones de violencia. Esa es la barbaridad, resume Rebolledo, que asegura que había días que ella misma se iba muy mal a casa. Uno de los últimos talleres que ha impartido sobre violencia de género en mujeres de más de 60 años fue en Chiclana, este mismo año, en colaboración con la Delegación de Mujer del Ayuntamiento y subvencionado por el Instituto Andaluz de la Mujer.

Murales en contra de la violencia machista en Chiclana.
Según el estudio La violencia en mujeres mayores de 60 años, elaborado por la Universidad Pontificia Comillas en 2018 para la Fundación Luz Casanova, el 22,3% de las mujeres encuestadas se ha sentido maltratada en algún momento de su vida, con una mayor prevalencia de la violencia psicológica. Y según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer realizada por el Gobierno en 2015, de las mujeres en este grupo de edad que consultaron a algún familiar directo, solo un 52,9% recibió el consejo de dejar la relación, frente al 84,1% de las menores de 65, que sí contaron con un familiar directo que les aconsejaron en esta dirección. “Cuando se trata de analizar la salida de la violencia de género, las divergencias vuelven a ser obvias. Un 77,7% de las más jóvenes declara haber roto conscientemente con la relación como consecuencia de la violencia física, sexual o el miedo que sufría, proporción que se reduce al 66,4% de las mayores de 25 años. Con el grupo de 65 y más años, la brecha es muchísimo mayor: únicamente un 32,0% de las mujeres de dicho grupo fueron las que dejaron la relación a causa de la violencia (73,3% en el grupo de 16 a 64 años)”, sostiene la macroencuesta. A principios de 2019, el Gobierno anunció que prepara estudios sobre violencia de género en mujeres mayores de 65 años en el medio rural.

“Las mujeres no han denunciado durante años porque lo tenían normalizado, para que entendieran que era un maltratador les tenían que pegar mucho, muchas palizas. No había protección, incluso dejar al marido estaba mal visto en algunas zonas, sobre todo en los pueblos, y ninguna mujer se quería señalar porque, claro, algo habrá hecho ella para que el marido le pegue”, reflexiona Rebolledo. De las 55 mujeres asesinadas en 2014, siete –casi el 13%– eran mayores de 65 años y, en su mayoría, residían en pueblos

Josefa –como la anterior víctima– no había presentado denuncias de ningún tipo. Ni había pedido ayuda al Ayuntamiento ni a ningún otro servicio municipal, tampoco a la unidad policial especializada, denominada Minerva. Esta unidad venía reclamando desde su creación en 2009 dispensas de uniforme para todos sus agentes –lo que mejora el trabajo con las víctimas–, que fueron conseguidas finalmente en 2017 para todo el equipo

Aquel marzo de 2014 en el que fue asesinada Josefa, en la provincia de Cádiz había cinco casos con un nivel alto de riesgo, según el seguimiento integral del Ministerio del Interior. Al finalizar el año se redujo a tres. “Pero va más allá de denunciar. La violencia se visibiliza o bien porque las asesinan o porque denuncian, pero las que no denuncian y no son asesinadas no están en las estadísticas, y no han sido asesinadas porque han aguantado toda la vida. Y siguen siendo víctimas después incluso de que el marido muera”, puntualiza Rebolledo.

Las manos de Tere Varo con una pulsera que dice 'mamá'.
Una mujer mayor víctima de malos tratos suele acudir a las concentraciones que la Plataforma Mujeres de Palabra organiza cada mes en el pueblo. Pero, según relata quienes la conocen, no lo cuenta. “A nosotras nos pilló haciendo un acto de reconocimiento a un técnico del Ayuntamiento que nos había ayudado mucho con los temas informáticos”, reconstruye, a unos pasos del consistorio, Tere Varo, miembro de la plataforma y de la Asociación de Mujeres Progresistas Mari Luz Sánchez Carmona [una maestra represaliada por el franquismo]. Tere lleva puesta una pulsera que dice “mamá” y reflexiona a la vez sobre los hijos e hijas que ya no pueden pronunciar esa palabra. Por la terraza de la cafetería en la que se produce la entrevista pasa su hijo y su nieta, a quienes da un abrazo. “Estábamos en plena semana del 8-M y también se celebraba el carnaval. Se suspendieron todas las actividades e hicimos una concentración a las puertas del Ayuntamiento”, rememora.

Pide un segundo café, abre su libreta y corrige las cifras oficiales: “Pero ese año no fueron 55, nosotras tenemos contabilizadas cuatro más”. El día antes de Josefa, fue asesinada otra mujer en Torremolinos (Málaga) y el día después, en Baleares. Luego Tere hace un repaso por todos los años posteriores según su recuento: 64 en 2015, 53 en 2016, 55 en 2017, 54 en 2018… Cada final de mes, la Plataforma Mujeres de Palabra alterna concentraciones a las puertas del consistorio con actividades formativas en institutos. “Nos cuesta mucho arrastrar a la gente. Nosotras aprovechamos los martes para hacerlo, que es el día que se pone el mercadillo y así hay más movimiento. Ahora mismo, por ejemplo, en julio, no se puede”, admite Varo.

Llega después Charo García, también de la asociación, que habla de su nieta y del papel de las abuelas en esta época: “Yo procedo de una pequeña aldea y he aprendido muchísimo aquí, rodeada de estas mujeres”. Ambas recuerdan esa mañana de julio a Ana María Fornell, “una mujer sin miedo” que presidió la asociación hasta que murió, en 2012. Hoy una calle de Chiclana lleva su nombre. Y otra plaza, el nombre de otra pionera en la defensa de las libertades y los derechos de las mujeres, Carmen Olmedo. Y otras muchas ubicaciones más, como el monolito dedicado a Federica Montseny, junto al Puente Azul sobre el río Iro. Justo al lado se alza un lazo blanco, en el Parque de los Buenos Tratos. Y detrás del lazo, aquel día, coincidían dos vallas publicitarias con imágenes de mujeres: una clínica estética y un gimnasio.

El Ayuntamiento decretó un día de luto, bajó las banderas a media asta y suspendió las actividades programadas tras el asesinato de Josefa. Aquel año, el número de mujeres atendidas en la Delegación de la Mujer superó las mil, lo que supuso un incremento de más del 14% con respecto al anterior. Las cifras se mantuvieron en 2015, el último que puede consultarse en la página web del Ayuntamiento (gobernado por el PSOE desde ese año y, actualmente, por la coalición PSOE-IU-Ganemos, tras las elecciones del pasado mayo. En 2014 gobernaba el PP). El consistorio, que ha recibido 31.750 euros procedentes del presupuesto del Pacto de Estado Contra la Violencia de Género, no ha respondido a las entrevistas solicitadas hace más de cinco meses al alcalde, José María Román (PSOE), y a la entonces delegada de la Mujer, a pesar de los reiterados intentos por teléfono, email e incluso una visita en persona. No obstante, a unos días de la publicación de esta historia, la nueva delegada tras las elecciones, Susana Rivas (IU), sí ha emplazado a Por Todas a una futura reunión.  

La delegación de la Mujer, junto a la Plaza Mayor de Chiclana.
Un cartel de grandes dimensiones preside la entrada a la sede de la Delegación de la Mujer, en la calle de la Rosa, al inicio de una cuesta junto a la Plaza Mayor. El contador alcanza el número 26 en ese momento. 26 mujeres asesinadas. “Estamos esperando a que vengan los operarios a cambiarlo, porque ya llevamos dos mujeres asesinadas más”, señala una trabajadora del centro, quien destaca la coordinación con la policía, la guardia civil, los juzgados y los centros sanitarios. “Sin esa coordinación es muy difícil mantener la protección y detectar los casos. Es fundamental. Ahora estamos actualizando el protocolo”, añade. Uno de los principales objetivos es la inserción laboral de las mujeres, siempre de acuerdo al análisis y a la prospección realizada sobre el mercado de trabajo del entorno. Según las mismas fuentes, actualmente existe una mujer con riesgo alto. Hasta el 22 de julio, siete mujeres más han sido asesinadas en España, hasta las 34.

Josefa fue enterrada al día siguiente, un día antes del 8 de marzo, en el mismo cementerio que su marido. Para llegar hasta allí, desde su casa, solo se ve tierra, campo. Tampoco en ese camino de este pueblo costero se intuye el mar. Unos molinos eólicos coronan a lo lejos los bloques de nichos, repletos de flores, en unas instalaciones perfectamente cuidadas. Cinco años después, las aspas gigantes giran al compás del húmedo viento de poniente. Es, junto al pajarillo que revolotea sobre la caja de luces, lo único que se mueve en esta historia, detenida cinco años atrás. “Estuve en tu jaula, hombre pequeñito. / Hombre pequeñito que jaula me das. / Digo pequeñito porque no me entiendes, / ni me entenderás”, prosiguen los versos de Alfonsina Storni.

El cementerio, con los molinos eólicos al fondo.
[Este reportaje fue elaborado entre febrero y julio de 2019 y podrá ser actualizado en el futuro]

Violencias previas

Josefa no había presentado ninguna denuncia ni había pedido ningún tipo de ayuda a la Administración. En la Delegación de la Mujer y el grupo Minerva, la unidad de la Policía Local especializada en violencia de género, no conocieron su historia hasta el día del crimen.

Según los estudios disponibles y expertas que trabajan con mujeres de más de 60 años, la mayoría denuncia en menor medida que en otras franjas de menor edad. En muchos casos las mujeres llevan toda su vida sometida al maltrato, que suele ser más de tipo psicológico que físico. Es, señala la experta Marisa Rebolledo, una realidad invisibilizada por el propio contexto social en el que han crecido y vivido, atrapadas por la dependencia económica y el rol de cuidadoras. “Muchas veces ni siquiera ellas saben que son víctimas”, concluye. Incluso después de que muera el maltratador con el que han estado conviviendo, muchas de estas mujeres –añade la experta– continúan sufriendo secuelas graves en su salud de unas violencias alargadas en el tiempo.

El presunto autor del crimen

Con 79 años, F., tras matar presuntamente a su mujer, se dirigió hasta una finca cercana de su propiedad, donde se quitó la vida con una escopeta. Allí fue encontrado muerto por las autoridades y, tras serle practicada la autopsia, fue enterrado en el mismo cementerio que Josefa. 

La sentencia

Por la particularidad del caso, el marido de Josefa no pudo ser enjuiciado porque se suicidó. Y, como marca la ley, cuando muere el presunto autor de los hechos se decreta el archivo de la causa. En 2014 fue uno de los 17 suicidios recogidos en el informe elaborado por el Consejo General del Poder Judicial sobre los asesinatos machistas de ese año. En tres casos más lo intentaron sin lograrlo.

La Administración

En el presupuesto municipal no existen partidas específicas destinadas a la violencia machista. Todo está consignado dentro del programa denominado Igualdad de género. Desde 2014 hasta 2019, la cantidad destinada ha aumentado de 585.091,37 euros a 654.472,52 euros, es decir, casi 70.000 euros más. En relación con los gastos totales por programas del presupuesto, la partida destinada a igualdad de género no llega al 1% (0,97% en 2019 y 0,74% en 2014).

En Chiclana existe un grupo especializado en la policía local denominado Minerva, compuesto por un inspector y cuatro policías. Entre sus acciones, destaca la realización de informes de valoración de riesgos, visitas y entrevistas personales a las víctimas de la violencia de género, entrevistas con agresores y protección de las víctimas. Esta unidad se encuentra permanentemente en coordinación con la Delegación de Servicios Sociales, la Delegación de la Mujer, el Grupo de la Guardia Civil (EMUME) y “todos los agentes necesarios para salvaguardar la integridad y lograr el bienestar de las usuarias”.

Una de las entradas al Ayuntamiento de Chiclana.

En 2017, el último con memoria disponible en su página web, la unidad comenzó y finalizó el año con 51 usuarias. Durante ese año, solo una mujer estuvo en nivel alto, durante un periodo de dos meses aproximadamente, que requirió vigilancia permanente. En nivel medio estuvieron cuatro mujeres –durante aproximadamente un periodo de un mes–, y el resto de las usuarias estuvieron en nivel bajo o nivel no apreciado. 

Esta unidad venía reclamando desde hacía años a la Subdelegación del Gobierno de Cádiz y a los sucesivos alcaldes (PSOE y PP) dispensas de uniforme para todos sus agentes. La reivindicación llegó incluso a una petición en change.org, donde se argumentaba que el uso del uniforme “victimiza injusta e innecesariamente a las mujeres que sufren malos tratos y a su familia”, es perfectamente visible para el agresor, que puede evadir así la acción policial y, en muchos casos, aumenta el riesgo de las usuarias. Las dispensas para todos los agentes fueron conseguidas finalmente en 2017, con el PSOE en el gobierno municipal.  

Las asociaciones feministas consultadas coinciden en que el tratamiento de la violencia de género mejoró con el cambio de gobierno del PP al PSOE. “Por ejemplo, antes no se contabilizaban las víctimas en la Delegación de la Mujer”, explican desde la Plataforma Mujeres de Palabra.

Cinco años después

El silencio en torno al caso adoptado por sus hijas e hijos desde el primer momento –también víctimas, insisten las expertas– se ha mantenido cinco años después. Como narra la primera periodista que llegó al lugar del asesinato, casi nadie recuerda hoy, cuando lo rememora entre sus amistades, que en Chiclana una mujer fue asesinada en 2014: “Sí recuerdan otros asesinatos violentos”. Diez años antes, en 2004, consta otro caso en las estadísticas oficiales, prácticamente olvidado. En el pueblo, desde 2016, luce un lazo blanco en homenaje a todas las víctimas de la violencia machista, en los jardines aledaños al conocido como Puente Azul. Sobre un monolito se puede leer: “Parque de los Buenos Tratos. Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”.

El tratamiento mediático

En general, los periódicos que abordaron el crimen recurren a las fuentes oficiales. Y aunque en algunas informaciones, como en algunas declaraciones de dirigentes políticos, se hace referencia a “trágico suceso”, “[son mujeres que] fallecieron a causa de la cobardía y de la maldad de sus parejas o exparejas”, en la mayoría de los artículos se hace referencia expresa a la violencia de género y la violencia machista, se habla de mujer asesinada y asesinato. Cinco días después de los hechos, algunos periódicos recogieron la confirmación oficial, por parte de la Junta de Andalucía, de que efectivamente se trató de un asesinato machista.

Y varios meses después, el 25 de noviembre, Día contra la violencia de género, también algunos medios locales publicaron las palabras del entonces alcalde de Chiclana, Ernesto Marín (PP), quien recordó la memoria de Josefa en un acto dedicado especialmente a la prevención de la violencia entre los más jóvenes: “El amor no es sufrimiento, ni control, ni desigualdad. Permaneced vigilantes ante cualquier signo, cualquier señal y no dejéis que os ocurra a vosotros. Pero, sobre todo, no dejéis que ocurra a vuestro alrededor, porque el mayor cómplice de la violencia de género es el silencio”, dijo. Después de eso, el caso de Josefa no volvió a ser tratado en los medios de comunicación.