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Ana

Asesinada en Torremolinos
el 5 de marzo de 2014

Texto: Olivia Carballar

Fotografías: Álvaro Minguito

Esta historia fue publicada en marzo de 2020.

 

2020. Ciudad de la Justicia de Málaga

Marian y Antonio andan de un lado a otro junto a la sala de vistas número 41 de la Ciudad de la Justicia de Málaga. Los acompañan su marido y su esposa, respectivamente. Todos han venido en coche desde Aranda de Duero (Burgos), donde viven, a 700 kilómetros de distancia. Hay gestos en sus rostros y en sus manos que muestran inquietud, nerviosismo. Están a punto de volver a ver al asesino de su hermana, Ana, que va a ser enjuiciado esta vez por usurpación de identidad y revelación de secretos. Días antes de matarla, el 5 de marzo de 2014, creó supuestamente un perfil de Facebook a nombre de ella en el que decía, entre otras cosas, que él, Carlos, era el amor de su vida.

Hay un inspector de policía esperando también para declarar. La abogada de oficio asignada al asesino sale de la sala de vistas. Cuenta a la familia de Ana que la Fiscalía, que pide ocho años de cárcel en total por esta causa, propone un acuerdo: una condena de cinco años y medio sin necesidad de celebrar el juicio. Marian, en mangas de camisa a pesar del fresco que hace este 25 de febrero de 2020 en Málaga, repite en voz alta, como para escucharlo de nuevo, como para asimilarlo, lo que les acaba de comunicar la letrada. Tienen que decidir en ese momento si aceptan o van a juicio. No mañana, ni dentro de varias horas. En ese momento.

“Espera, voy a llamar a mamá”, dice Marian mientras saca su teléfono móvil del bolso. Mamá es la madre de Marian y de Antonio, y vive, como ellos, en Aranda de Duero, a 700 kilómetros de este lugar donde tienen que tomar no cualquier decisión, sino esta decisión clave en el expediente del asesino de su hermana. Mamá era también la madre de Ana. Tiene 80 años, y fue quien se encontró a su hija muerta en el piso de Torremolinos donde vivía. “Dice mamá que hagamos lo que consideremos nosotros”, traslada Marian a la familia y a Hernán, un amigo de Torremolinos que los ha acompañado y alojado en su casa. Permanecen reunidos en corro en una esquinita de esta inmensa Ciudad de la Justicia, con escaleras mecánicas para pasar de una planta a otra, con pasillos amplios, un lugar solemne donde la familia de Ana, hoy, se pregunta una y otra vez dónde está la justicia.  

Aceptan el acuerdo. Aceptar el acuerdo significa para ellos mucho más que no ir a juicio. Supone acabar, al menos en lo jurídico, con esta lucha que dura ya seis años. Supone no volver otra vez al juzgado. No hacer otro viaje desde Aranda de Duero. No dejar sus trabajos; ni sus hijos, que también han venido hasta Málaga, sus clases en el colegio. Supone no temer nuevos recursos del asesino, como ocurrió cuando se le juzgó por el asesinato.

Salida desde Aranda de Duero.

La Audiencia Provincial de Málaga lo condenó a 25 años de cárcel por un delito de asesinato con las agravantes de parentesco, de alevosía y ensañamiento, y a una indemnización de 200.000 euros para los padres de Ana y 50.000 euros para Marian y Antonio: “Y ello por no ser ni más mínimamente discutible el espeluznante daño moral que en los seres queridos de la víctima ha producido no solo el fallecimiento de esta, sino las circunstancias y el horror en el que este se produjo“.

El asesino recurrió y el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) dijo, en una sentencia difícil de entender –“Aún no me lo explico”, afirma el abogado de la familia–, que no había habido ensañamiento a pesar de las 30 puñaladas. Además, incluyó como atenuante la confesión. Y redujo, por todo ello, la pena a 17 años. “Afortunadamente existe el Supremo, que le dio la razón  la familia y se la quitó al TSJA”, remarca el abogado. “El Supremo rescató las tesis de la Fiscalía”, sostiene la Fiscal Delegada de Andalucía de Violencia sobre la Mujer, Flor de Torres, que recuerda perfectamente este caso porque fue ella quien ejerció la acusación desde el Ministerio Público.   

Llegar a este acuerdo, por tanto, significa para la familia de Ana tomar aire, un respiro en esta historia que debería haber acabado cuando Ana puso fin a la relación con Carlos, a finales de 2013. Una historia que no acabó después del titular de “Una mujer ha sido asesinada en Torremolinos”, ni cuando fue condenado ni, como teme la familia, cuando cumpla su pena.

La abogada asignada al asesino se dirige al calabozo de los juzgados a comunicarle la opción del acuerdo. La familia de Ana lo acepta. ¿Y usted? Esa mañana había sido trasladado hasta los juzgados desde la cárcel de Archidona (Málaga). Allí está cumpliendo los 23 años de cárcel a los que finalmente, en enero de 2018, fue condenado por el Tribunal Supremo.

El asesino de Ana no quiere llegar a ningún acuerdo, dice la abogada de vuelta. Esto no acaba. Habrá juicio. Otro juicio. Puede que más recursos. Más esperas. Más desasogiego.

Seis años antes, 2014. Torremolinos 

Ana es profesora de inglés en un colegio de Torremolinos (Málaga). En su clase tiene un lema: “Hagas lo que hagas, seas lo que seas, sé buena persona”. El 5 de marzo de 2014, Hernán la saluda con la mano desde lejos, a las dos de la tarde, con prisas, en la puerta del colegio. Acaba de firmar un préstamo para su nuevo negocio y casi no llega a recoger a sus hijos, que estudian en el mismo centro en el que Ana trabaja. En ese momento, Hernán no sabe que esa es la última vez que va a ver a Ana, a Miss Ana, como la conocen, a la tutora de su hija, a su amiga.

Teléfono de Hernán, amigo de Ana.

Ana se va a su casa y, después de comer, su madre y su padre deciden ir a comprar unas cosas para la obra que están haciendo en el piso. Ana les dice que no irá, que irá al gimnasio. Pero no va al gimnasio. Ha quedado con Carlos, el hombre con el que mantuvo una relación durante siete años. Días antes, según cuenta su hermana, lo había atendido en el hospital aquejado de un infarto. Ese día, según narra Marian, había quedado con él para hacerle entrega de un justificante médico para el trabajo de Ana. Cuando los padres de Ana regresan al piso, tropiezan con el cuerpo de su hija, degollada. Allí no hay ningún papel. Tiene 30 puñaladas.

Seis años después, 2020. Torremolinos 

Son las dos de la tarde. Es la semana blanca en Málaga y no hay clases. El colegio donde trabajaba Ana está cerrado. Desde la verja, a través de un cristal, se entrevé la placa que colocaron en su memoria, como homenaje. Por una puerta lateral salen unos cuantos niños y niñas que han acudido a las actividades que se organizan en el cole para las familias que no pueden hacerse cargo de sus hijos esos días. Casi todos salen disfrazados de pirata. Una pintada, frente al colegio, reza: “Solo tú. ¡Felicidades! 15-01-14 Te quiero”.

A diez minutos en coche, en la plaza donde vivía Ana, bulle la vida. Unas florecillas amarillas iluminan cada arriate del lugar. Dos jóvenes se colocan unos patines. El tren, a la espalda, sigue recogiendo y dejando a gente. Unas en dirección a Málaga, otras hacia Fuengirola. En uno de los bares cercanos se habla del tiempo que está haciendo, de que muere más gente en accidentes de tráfico que en accidentes aéreos. Ese día ha sido asesinada María del Mar en Aznalcóllar (Sevilla). El día después del asesinato de Ana, otro hombre asesinó a Josefa en Chiclana. La vida sigue sin ellas.

La zona donde vivía Ana.

Seis años antes, 2014. Aranda de Duero 

Aprovechando la semana blanca de 2014, Ana viaja hasta su pueblo, Aranda de Duero, donde se celebran los carnavales. Ana está empezando otra relación. Tiene pensado trasladarse desde el colegio de Torremolinos a otro de este municipio burgalés. Quiere cambiar de aire. La familia sostiene que Carlos vino a buscarla esos días hasta este lugar, pero ella no lo vio. Ana regresa a Torremolinos el 2 de marzo. El 5 de marzo es asesinada. Toda su familia viaja hasta Málaga nada más recibir la noticia. Antonio, su hermano, denuncia al día siguiente el supuesto perfil falso de Facebook pendiente de juicio seis años después.

Seis años después, 2020. Ciudad de la Justicia de Málaga 

El asesino ya está en la sala de vistas. Antonio, que tiene que declarar como testigo, aguarda con los ojos llorosos. El marido de Marian rompe a llorar mientras Hernán, el amigo de Ana, cuenta cosas de ella, de la imposibilidad de olvidarla, de lo difícil que fue contárselo a sus hijos, de la música que escuchan y que tanto le gustaba. Luego muestra la leyenda que tiene puesta en su perfil de Whatsapp: “Miss Ana. Siempre con nosotros”. Levanta la vista del aparato y dice mirando a los familiares: “Ojalá nunca los hubiera conocido”. Porque eso significaría que Ana está viva.

La hermana de Ana se ha tatuado su firma.

Seis años antes, 2014. Torremolinos 

Lo que ocurrió, según los hechos probados de la sentencia, fue lo siguiente: “Sobre las 16 horas del día 5 de marzo de 2014, Carlos se personó en la vivienda de Ana provisto de un cuchillo que había adquirido poco antes con la intención de acabar con la vida de la mujer, y tras discutir con ella, le asestó una primera puñalada en el cuello. Seguidamente, a pesar de los ruegos de la víctima, el acusado le clavó el cuchillo en otras 30 ocasiones […] La agresión comenzó cuando Carlos, de manera sorpresiva y sin mediar palabra, apuñaló a la víctima, que no pudo defenderse debido a que estaba parcialmente girada y a lo sorpresivo del ataque, no percatándose la misma de que el acusado llevaba un arma, pues la sacó repentinamente al llevarla escondida entre sus ropas, de lo cual se aprovechó el acusado para conseguir con más facilidad su propósito. El acusado, al clavar el cuchillo 30 veces en el cuerpo de Ana, pretendía no solo causarle la muerte, sino también, de manera deliberada, producirle un sufrimiento adicional de carácter físico y moral.

Antes de marcharse de la vivienda, se apoderó del teléfono móvil de la víctima y se lo llevó, haciéndolo propio con la intención de acceder a sus datos […] El hecho de que el acusado mantuviera con Ana una relación sentimental, hace más grave su conducta, por haber quebrantado los lazos de afecto que unían a ambos. El acusado aumentó de manera consciente y voluntaria el sufrimiento de la víctima a la que dio 30 puñaladas”.

Según la sentencia, antes de que él confesara el crimen –a la pareja de un familiar suyo–, los padres de Ana la encontraron muerta. El asesino alegó infructuosamente que la agresión se debió a un trastorno mental transitorio y a “la existencia de un estado pasional”, lo que movió su acción debido, además, a los medicamentos que estaba tomando –había sufrido el infarto el 18 de febrero de 2014–.

“Ello no fue apreciado así por el Jurado –dice la sentencia del TSJA– máxime cuando, para poder apreciar esta circunstancia atenuante, es necesario que conste acreditado un ‘hecho precedente’ de suficiente intensidad como para justificar un arrebato relevante para atenuar el reproche penal, que fuera más allá del agresivo acaloramiento por desgracia típico en estos supuestos de violencia en personas que mantienen o han mantenido una relación de pareja”.

2020. Ciudad de la Justicia de Málaga 

La familia de Ana, el 25 de febrero de 2020, en la Ciudad de la Justicia de Málaga.

–El juicio se ha suspendido. Será el 15 de diciembre de 2020, anuncia una funcionaria que sale de la sala de vistas número 41 de la Ciudad de la Justicia de Málaga.

¿Cómo?, pregunta la cuñada de Ana.

–Sí, el acusado ha renunciado a su abogada porque dice que no confía en ella y se ha suspendido, responde la funcionaria.

–¿Otra vez? Es ya la tercera vez, indica la cuñada de Ana.

–Sí, pero es la primera vez que lo hace en la vista. El juez le ha advertido de que a la próxima se celebrará sí o sí.

La familia no da crédito. Otra vez a esperar. Otra vez con la incertidumbre. Otro año más. Han venido desde Aranda para nada. “Él tiene otra oportunidad más”. “¿Y nosotros?”. “¿Dónde están nuestras oportunidades?”. “¿Donde están nuestros derechos?. “¿Dónde está la justicia?”, se escucha como un repicar entre la familia mientras asumen el último capítulo al que han asistido.

Marian se pone a recordar todo lo que han soportado durante estos años: “Nosotros nunca nos hemos sentido víctimas. En estos momentos tan vulnerables no hemos tenido a quién recurrir, en quién confiar. El banco casi se queda con el piso de mi madre. Si no intervengo, hubiera firmado y ya. No podía seguir pagando la hipoteca, pero lo vendimos y no se lo quedó el banco, como pretendía. Hubo también una abogada que quiso aprovecharse de nuestra situación diciéndonos que no teníamos derecho a justicia gratuita. No hemos tenido ni tenemos a una persona que nos guíe en todo esto. Es insoportable”.

Marian, la hermana de Ana.

La funcionaria llama a las personas del siguiente juicio programado en esta mañana del 25 de febrero de 2020.

“Esto es lo que queda seis años después, esto es lo que queda”, dice Hernán, que intenta definir, sin éxito, qué son los derechos humanos. Antonio y sus hijos regresan a Aranda nada más acabar. Marian y su marido viajarán  al día siguiente.

2020. Aranda de Duero

El equipo de PorTodas realiza el trayecto de vuelta días después. Poco antes de llegar, sobre el embalse de Buitrago de Lozoya, luce un arcoiris gigante, bello. Durante unos diez kilómetros se ve cómo los colores caen difuminados sobre la tierra, a un lado y a otro. Se ve completo. Media circunferencia. Es, quizá, la única parte de esta historia con principio y con final.

La inmobiliaria de Marian.

No llueve pero hace viento. La inmobiliaria donde trabaja Marian se convierte esta mañana aciaga del 3 de marzo de 2020 en una especie de refugio. Angelines, la madre de Ana, se levanta de una silla ayudada por unas muletas. Se acerca a una mesa y muestra una cajita envuelta en tela de color fucsia. Dice: Miss Ana. Saca muñequitos, pequeñas manualidades. “Son tonterías –explica–. Pero son muy importantes”. Son los recuerdos de Ana.

De debajo del chaquetón, grabado en su muñeca derecha, nace el tatuaje de una mariposa. A su lado, también tatuado, el nombre de Ana. “Las mariposas le encantaban”, cuenta su madre, que regresó después del asesinato hasta Málaga a hacerse el tatuaje. 

Mariposa del aire 

dorada y verde. 

Luz de candil,

mariposa del aire,

¡quédate ahí, ahí, ahí!  ¡Quédate ahí!

Mariposa, ¿estás ahí?

Lorca

Faltan solo dos días para el sexto aniversario del asesinato de su hija. “Le encantaba leer. Decía que los libros no estaban para adornar las estanterías. Regalaba los libros. Era especial”, prosigue. Angelines muestra también una foto de un Cristo. El Cautivo. “Este Cristo le encantaba a Ana, ella no era católica ni nada, pero le encantaba esta procesión de Málaga”. Angelines se acaba de operar y en un ratito tiene cita con el médico, pero este año, como todos los años desde que su hija fue asesinada, quiere ir de nuevo a ver la procesión a Málaga. “Se lo tengo ofrecido”, dice, con el llanto roto desde hace seis años.

La madre de Ana muestra el Cautivo de Málaga.

La cajita rosa también guarda las cartas de sus alumnos y alumnas: “Miss Ana. Todos te echamos mucho de menos. Estos últimos años han sido muy divertidos e interesantes aprendiendo inglés contigo. Qué pena que te hayas ido tan pronto y no hayamos podido despedirnos. Nunca te olvidaremos”, se puede leer en uno de los escritos, en un papel con forma de corazón. “Todas las clases contigo fueron las mejores horas que he vivido. Nunca nadie te olvidará. Por esas horas y horas ensayando contigo, por esos juegos, por esas excursiones inolvidables. Te queremos”, se puede leer en otra. Todavía le siguen mandado felicitaciones por su cumpleaños, dice su madre. Este 14 de marzo habría cumplido 53. Angelines se va al médico. Su marido la espera fuera.

La hermana de Ana, con sus recuerdos.

Marian, con una fortaleza indescriptible, muestra los lugares en los que se crió su hermana. Su barrio, su colegio, el colegio en el que quería venir a trabajar… “Este mural no estaba cuando fuimos a Málaga el otro día al juicio. Nos lo hemos encontrado a la vuelta”, cuenta. El mural, en violeta, dice: “Aranda tiene nombre de mujer”. En su colegio, el colegio en el que estudió, tienen otro cartel en el que van actualizando el número de mujeres asesinadas este 2020. El contador está en 14. Sobre la puerta del ascensor, un cartel indica “tolerancia cero”. Y en la conserjería, enmarcado, luce el premio que la Junta de Castilla y León otorgó al centro por su compromiso y lucha contra la violencia machista. Aquí estudió Ana, repite su hermana.

El colegio donde estudió Ana.

Junto al cementerio, otra pintada reza: “Huelga feminista 8-M”. Marian coloca el seto que ha tirado el viento sobre la tumba. Ana sonríe en una foto sobre la lápida. Según su hermana, quería ser incinerada. Siempre decía que le daba miedo que la enterraran: “La sacaremos en diez años para cumplir con su última voluntad, que ni eso pudimos hacer por si era necesario repetir la autopsia”. Marian, en mitad del silencio, sigue buscando respuestas a por qué ha pasado todo lo que ha pasado, por qué está delante de la tumba de su hermana. Por qué se ha tatuado, como su madre, la firma de su hermana en la muñeca.

La tumba de Ana.

Violencias previas

Ana nunca denunció a su asesino ni constan otras denuncias contra él. Según el relato de los familiares de Ana, él intentaba continuar con ella después de que ella decidiese poner fin a la relación, que duró siete años. Ana había estado casada previamente con otro hombre y estaba divorciada.  

El asesino

Carlos, con 46 años cuando cometió el crimen, cumple condena en la cárcel de Archidona (Málaga). Recurrió la primera sentencia que lo condenó a 25 años de cárcel y también la que rebajó la pena a 17 años. Siempre alegó que sufría depresión, que se encontraba bajo los efectos de unas pastillas ingeridas con el fin de suicidarse y que no se tomaron en consideración las pruebas propuestas para justificar la base de hecho llamada a sustentar las atenuantes que propuso. 

Según todos los tribunales que vieron el caso, se consideró no probado que tuviera anuladas por completo sus facultades de entendimiento y voluntad como consecuencia de la medicación, y, según el informe de la doctora que lo atendió tras cometer los hechos, “la dosis de medicamentos prescritos era ínfima, tratándose de un medicamento de uso habitual para pacientes con ansiedad y depresión, cuya ingesta no justifica la agresividad ni el intento de suicidio”. 

En una de las declaraciones durante el juicio, según recogieron los medios entonces, este dijo que no fue a su casa para asesinarla, sino para suicidarse. Y dijo, según los mismos medios, estar arrepentido: “Siempre me sentiré como un monstruo”. No constan denuncias contra él de ninguna otra pareja.

En la causa que investiga ahora la justicia sobre la supuesta creación de un perfil de Facebook con los datos de Ana, ha rechazado el acuerdo que proponía la Fiscalía y que hubiera evitado el juicio. Tras renunciar a su abogada de oficio, el juez suspendió el juicio el 25 de febrero de 2020. La vista ha quedado fijada para el 15 de diciembre de 2020 y se enfrenta ahora a ocho años de cárcel que pide el Ministerio Público por usurpación de identidad y revelación de secretos.

Las sentencias

Lo más llamativo de este caso desde el punto de vista jurídico está en la sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), que tras el recurso presentado por el asesino, determinó que no había habido ensañamiento. En la sentencia, el propio tribunal advierte de que lo que viene a continuación no es fácil de entender: “La noción legal del ensañamiento no coincide con la concepción ‘popular’ de dicho término, que lo identifica con ‘la brutalidad de las acciones del autor del hecho’. Asestar treinta golpes revela brutalidad y también furor o enojo ciego y, en lenguaje común, saña, pero no necesariamente equivale a ensañamiento, pues para ello no basta con que el autor ejecute reiteradamente una agresión capaz por sí misma de causar la muerte, ni siquiera que en sí mismo el ataque haya sido especialmente cruento, sino que es preciso que con ello lo pretendido haya sido aumentar el sufrimiento de la víctima, y no otra cosa”.

En el caso de Ana, el TSJA considera que no se produjo ensañamiento principalmente porque los médicos forenses que practicaron la autopsia no señalaron el intervalo de tiempo en que se produjeron los golpes. Simplemente afirmaron –sostiene el TSJA– que no pudo determinarse el tiempo en que se sucedieron los hechos, “seguramente en un tiempo corto”. Por ello, el TSJA considera que, al no haber sido declarado probado que las agresiones se prolongaron en el tiempo, “no existe soporte suficiente como para inferir que el número de golpes persiguió la finalidad de hacer sufrir a la víctima más de lo necesario, siendo perfectamente verosímil que lo que persiguiera el acusado fuese la contundencia de las agresiones y, precisamente, la inmediatez de la muerte, lo que no resultaría compatible con el ensañamiento”.  

El Tribunal Supremo, sin embargo, sí apreció ensañamiento, como el tribunal del jurado. Y comienza así: “En ocasiones esta Sala ha hablado de la necesidad de un ánimo frío, reflexivo y sereno en el autor, como una proposición concreta de ese doble elemento subjetivo –deliberación e inhumanidad–, ‘no encontrándose en la cólera que hiere o golpea ciegamente y sin cesar’ (STS 2.187/1988 de 26 de septiembre), para lo que ‘resulta secundaria la consideración exclusivamente numérica de las puñaladas inferidas a la víctima’ (STS 2469/2001 de 26 de diciembre). No obstante, la más moderna jurisprudencia no exige esa frialdad de ánimo porque el desvalor de la acción y del resultado que constituye el fundamento de este elemento del delito de asesinato no puede quedar subordinado al temperamento o modo de ser especifico del autor del delito, que es el que determina un comportamiento más o menos frío o reflexivo o más o menos apasionado o acalorado […] Hay quien controla más y quien controla menos sus sentimientos. Y hay quien los mantiene disimulados en su interior. Y de esto no puede hacerse depender la existencia o no de ensañamiento”.

Según recoge la sentencia, solo tres puñaladas fueron de carácter mortal. “Lo que no se puede desligar del dato proporcionado por el acusado, también considerado acreditado, de que la víctima le pedía que cesase la agresión sin que él atendiese a sus ruegos, lo que revela persistencia en el propósito de prolongar el sufrimiento, clara expresión del sentimiento de odio que impulsó su acción”, añade el Supremo. Respecto al tiempo que pudo durar la agresión, el Supremo también indica que una muerte rápida por agresión “no es incompatible con el sufrimiento por la víctima de dolores innecesarios si, durante ese breve lapso de tiempo, el agresor no cesa de inferirle heridas obviamente dolorosas como ocurrió en el caso objeto de enjuiciamiento”.

Este, junto con el de Raquel, es el segundo caso de 2014 en el que el TSJA rebaja las penas y es corregido a su vez por el Tribunal Supremo.

La Administración

Hubo concentraciones y minutos de silencio en el Ayuntamientos de Torremolinos, donde fue asesinada Ana, y en el de Aranda de Duero, su pueblo. Pero no se han vuelto a celebrar homenajes o recordatorios del caso en concreto salvo las conmemoraciones generales, como las del 25-N o el minuto de silencio los días 25 de cada mes que ha comenzado a convocar el Ayuntamiento de Torremolinos.

Según la información facilitada por la Delegación de Igualdad, este Ayuntamiento cuenta con un Centro de Información a la Mujer y se han impartido cursos de formación al personal técnico, administrativo y operarios municipales como base fundamental para la prevención de la violencia hacia las mujeres. Las delegaciones implicadas han sido: Área de Igualdad y Participación Ciudadana, Promoción Cultural, Parques y Jardines, Callejero, Urbanismo, Infraestructura, Comunicación, Limpieza Viaria y Servicios Operativos.

El municipio tiene en fase de aprobación un protocolo contra la Violencia de Género. Y, según la Delegación de Igualdad, en 2015, un año después del asesinato de Ana, se creó por primera vez la Mesa de trabajo de coordinación municipal interinstitucional y social contra la violencia de género, la cual es convocada semestralmente.

Actualmente, el municipio no participa en el programa Viogen –el Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género, de la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior– por la falta de personal y de formación específica. “Aunque a través de los cursos de formación que se imparten desde el Área de Igualdad, estamos intentando corregir lo primero. Se está intentando conformar un grupo de agentes que puedan hacerse cargo de este tipo de materias”, explican.

Desde el asesinato de Ana, no obstante, el Ayuntamiento asegura que se ha aumentado el trabajo en la prevención y se incide en la educación en igualdad para evitar estos casos. “En cuanto a las víctimas no mortales de esta violencia, se pone a disposición todos los mecanismos del CMIM para darles el soporte y la ayuda que necesiten”, añaden.

Sobre los centros educativos, aseguran que trabajan “mano a mano” con los coeducadores y responsables de igualdad: “Conformamos una mesa de trabajo trimestral durante todo el curso escolar para la puesta en marcha de actividades, talleres, jornadas y otro tipo de iniciativas que fomenten el crecimiento en igualdad y con valores. Este año tenemos previsto incorporar al equipo directivo de estos centros, al objeto de darle la importancia que el tema merece. Y vamos a contar también con la participación de la Coordinadora del Equipo de Orientación Educativa (EOE) de Torremolinos”.

Además de la partida destinada del Pacto de Estado, el Ayuntamiento estudia ahora la posibilidad de aumentar el presupuesto de la propia delegación. Hasta el año 2015 no existía la Delegación de Igualdad y el Centro de Información a la Mujer pertenecía a la Delegación de Servicios Sociales.

El tratamiento mediático

El caso de Ana fue publicado en los medios de comunicación desde el día del asesinato hasta la sentencia final del Supremo. Su familia siempre ha estado disponible para hablar y colaborar para que su historia no quede impune. Como recoge un periódico local, incluso lanzó una petición en Change.org cuando los jueces del TSJA rebajaron la pena al asesino al no considerar que hubiera habido ensañamiento. 

En algunos casos, se han publicado incluso datos privados o que pueden ser sensibles al afectar a otras personas. Y, en cuanto a los recursos gráficos, se llegaron a usar fotos del cadáver envuelto en la camilla.

Seis años después

La familia de Ana, destrozada, continúa luchando para que el asesino cumpla con la condena. Ahora esperan el juicio por la supuesta creación de un perfil en Facebook falso. La próxima cita en el juzgado está prevista para el 15 de diciembre de 2020, casi siete años después del asesinato.