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María Araceli

Atacada en Motril
el 20 de mayo de 2014*

Texto: Patricia Simón

Fotos: Elvira Megías

Esta historia fue publicada en febrero de 2020.

–No se supera nunca, solo se aprende a vivir con ello. Durante los primeros meses tras el asesinato, mi marido iba todos los días al cementerio a pelearse con ella mirando al nicho. 

–Es que estaba muy enfadado con Araceli, mucho. Un año más o menos antes de que fuese asesinada, había discutido con ella. Le había vuelto a decir que se divorciase y me respondió que no podía hacerlo porque sería un fracaso. No me lo podía creer. Le respondí que cómo una mujer tan formada, tan inteligente, que había viajado tanto podía decir eso. Si no se daba cuenta de lo que era ese tío… 

Antonio Morales Barros era el primo de María Araceli Morales Barros, aunque compartieran apellidos y su relación  fuese de hermanos. Tenían prácticamente la misma edad y se habían criado juntos. El día que esta profesora de primaria fue derribada por las escaleras de su casa a martillazos por su marido, Antonio había ido a comprar un manojo de espárragos para el almuerzo. “Araceli llevaba un mes viviendo durante el día con nosotros. Solo iba a su casa para dormir. Al día siguiente, era el juicio para el divorcio. Aproveché que ella había ido a su casa para comprárselos porque le encantaban, pero nunca nos dejaba pagar nada. Desde entonces no he vuelto a comer espárragos”.

Ni a comer espárragos, ni a celebrar las fiestas en las que se reunía esta amplia familia, ni a juntarse en la playa con su pandilla de amigos diariamente durante los días de verano. El asesinato de Araceli acabó con una alegría que todos ellos se habían empeñado en preservar durante sus 12 años de matrimonio con Francisco José Esteban Piquero, al que llamaban Paco. Periodo en el que este había intentado, por todos los medios, forzar el conflicto con su entorno para que ella, por vergüenza, se distanciase, nos cuentan.

“Fuimos más inteligentes que él. Sabíamos que cuando nos sobaba a las mujeres del grupo, cuando insultaba a los hombres –especialmente a Antonio que era el ojito derecho de Araceli– nos estaba provocando para que saltáramos y Araceli terminara recluyéndose. Nosotros aguantábamos para que no lo consiguiese”, explica su prima Loli Morales Barros, sentada en una sillita de una de las aulas del colegio público de educación primaria Reina Fabiola, en Motril (Granada) en el que Araceli dio clases entre 2003 y 2013. 

Alumna de primaria entrando en una de las aulas del C.P. Reina Fabiola de Motril (Granada)

Aquí, entre estas paredes cubiertas de dibujos sobre la paz y el medio ambiente, el recuerdo de esta maestra sigue muy vivo. No han pasado tres minutos desde que comenzamos a hablar con su director, Pepe Tortosa, y su jefa de estudios, Remedios López, cuando se quiebran entre lágrimas. “No lo hemos superado porque es algo que no se puede entender. No nos hemos metido a hacer terapia, como a lo mejor deberíamos haber hecho”, explica el maestro, que dirige el centro desde 1994, mientras bebe agua en su despacho, rodeado de los numerosos trofeos que este centro ha recibido en las últimas dos décadas por su compromiso con la innovación pedagógica para fomentar la convivencia y la igualdad.

Remedios, que se había tenido que ausentar por la emoción, vuelve a la estancia recompuesta cargada de carpetas, pósters y libros relativos al concurso literario y de dibujos que crearon en memoria de Araceli. En estos cinco años, ha pasado de tener un alcance local a provincial, y ya son miles los estudiantes que participan. 

Ejemplares del primer concurso de relatos creado por el colegio en memoria de Araceli Morales.

“Araceli era un referente en el centro: la maestra vocacional que trata a cada alumno como lo que es: único. Junto a su mejor amiga, Susana, con la que llegó a este centro tras trabajar juntas en otros municipios, conformaban ese equipo al que todas nos queríamos parecer: sabían implicar a los padres y madres porque sabían que para estar bien, los niños y niñas necesitan que también lo esté su entorno”, explica Remedios mientras despliega sobre la mesa unos carteles en los que Araceli cada vez nos mira desde un retrato más pequeño. “Los fuimos reduciendo hasta que en la última edición quitamos su foto porque nos dimos cuenta de que no nos hacía bien verla así, en tantos sitios, todos los años”, añade.

Pósters y libros del concurso de relatos y dibujos ‘Araceli Morales’

Efectivamente no hace falta verla para constatar lo presente que sigue estando su ausencia en este colegio cuyo patio ha sido diseñado para ser inclusivo y que los niños no ocupen la mayor parte del mismo jugando al fútbol y las niñas queden recluidas en los márgenes; a través de ‘La casita’, un aula convertida en un hogar en miniatura donde aprenden la correponsabilidad en las tareas domésticas y de cuidados; con las patrullas de convivencia, integradas por los mismos peques, que velan por el respeto de las normas y median si hay algún conflicto…. Iniciativas todas ellas del profesorado y en las que Araceli tuvo un papel protagonista, comprometida como estaba con todo lo que implicase fomentar el respeto y la igualdad en las aulas.

Mural del patio del C.P. Reina Fabiola

De hecho, cuando el 7 de junio Araceli falleció unas horas después de salir de la UCI -en la que permaneció 17 días tras el brutal ataque de su marido-, el profesorado y alumnado del centro empezaron a colocar frases y dibujos en su memoria en un tablón. Poco a poco, se fue convirtiendo en una especie de altar que el equipo directivo decidió retirar durante las vacaciones del verano, antes del inicio del curso en septiembre, porque se dieron cuenta de que era contraproducente para el duelo de los niños, niñas y adultos mantener tan presente un hecho que había resultado muy traumático para todos ellos.

A pesar de que Araceli se había jubilado en septiembre de 2013, ocho meses antes de ser asesinada, seguía acudiendo regularmente al centro y participando en sus actividades. La primera vez que compartió sus planes de divorcio a un compañero de trabajo fue a Pepe precisamente durante la comida de despedida que le preparó el centro. “Me contó que él llevaba viviendo a costa de ella desde que se casaron, que no trabajaba, que le pedía dinero a sus amigos en nombre de ella. Pero Araceli era muy buena persona, le daba pena dejarle tirado en la calle…”. 

La chica del Dyane 6 amarillo

–Yo la veía tan joven, independiente y moderna, conduciendo su Dyane 6 amarillo… Era unos años mayor que yo y representaba a lo que aspiraba parecerme. 

Mucho antes de ser compañeras en el C.P. Reina Fabiola, la maestra Encarna Rodríguez había sido vecina del cortijo en el que Araceli creció junto a sus padres, guardianes de la finca en Polopos, un municipio granadino de 1.700 habitantes en la actualidad. Hija única, Araceli nació con una deformación en las orejas por la que carecía de uno de los conductos auditivos. El otro lo tenía prácticamente cerrado, lo que le provocó una sordera aguda. Aun así, procediendo de un área rural y empobrecida como era la Axarquía granadina, de una familia trabajadora del campo y en unos tiempos en los que ir a la universidad seguía siendo un privilegio, Araceli estudió hasta licenciarse en Granada como maestra. 

En las fotografías que ahora revisan sus primos Loli y Antonio, y la mujer de este, Lola, vemos a una muchacha alegre, coqueta y activa, retratada en distintos países, siempre rodeada de amigos, de sus sobrinos –para los que fue una madre, subraya Lola–, y de sus padres, con los que vivió hasta después de casarse, a los 48 años. Apenas tres meses después del enlace, moría su madre –que le había pedido que no se desposara con aquel hombre que le daba mala espina, nos cuenta Lola–. Su padre, que quedó devastado, falleció meses después.

Paco, el hombre que se presentó como víctima

Araceli conoció a Paco Esteban Piquero el verano de 2002 en un chiringuito de Motril, una población granadina costera de más de 60.000 habitantes con un amplio término municipal. Cerca de aquí, la familia de este abogado de Mérida tenía un apartamento de veraneo, en el que estaba pasando unos días. Tras intercambiar algunas frases aquella noche, él la empezó a llamar por teléfono. A los pocos días, aquel hombre que hacía gala de una retórica imbricada y técnica, retornó a Extremadura, donde supuestamente tenía un empleo como corredor. Según las averiguaciones de los primos de Araceli, ya entonces apenas trabajaba.

“Tras el asesinato, me tocó recoger sus pertenencias. Encontré las cartas que él le escribió durante el año después de que se conocieran, en el que se vieron en tres ocasiones, unos pocos días cada vez. Las películas de Hollywood se quedan pequeñas comparadas con las cosas que él le escribía. También encontré anotaciones de las transferencias que Araceli le hacía, ya casada, durante los dos años en los que él siguió viviendo en Extremadura”, explica su primo Antonio. 

Antonio Morales Barros cerca de la casa de su prima Araceli

“Era un maltratador de libro. Se jactaba de que, pese a que Araceli era, según él, fea y sorda, era buena persona porque le mantenía. Era un hombre que repelía en cuanto le conocías porque te miraba intimidatoriamente, un baboso. En las reuniones terminábamos sentadas las mujeres en un lado y los hombres en otro para que no nos tocara ni molestara. Era muy calculador y tenía una memoria prodigiosa: le decías tu nombre o tu número de teléfono y lo recordaba perfectamente años después. Era muy maniático, se lavaba las manos compulsivamente”, recuerda Loli mientras asienten su cuñada Lola y Elo Puga Rivas, una amiga íntima de Araceli. 

“Me contó que estaba esperando jubilarse para divorciarse porque no quería ser pasto de las habladurías de la gente. Era muy reservada, a la vez que muy conocida en Motril por su gran actividad en el colegio, porque estaba muy implicada en la vida de su barrio, en la parroquia… Y porque éramos un grupo de amigos y familiares muy amplio que salíamos mucho”, explica Elo. 

Elo caminando por el barrio de San Antonio, donde vivía Araceli

Araceli rechazaba ser identificada como víctima de violencia de género, como nos confirma Manuela Mota García, orientadora y jefa de servicio de la Unidad de Igualdad de Motril, a la que la maestra acudió en varias ocasiones para asesorarse sobre su divorcio, puesto que temía que él, dependiente económicamente de ella, recurriese y se negase a abandonar su casa, pidiese una pensión de manutención o se quedara con el piso que Araceli había comprado.

No iba desencaminada: ya en prisión, condenado a 18 años tras alcanzar un acuerdo con la Fiscalía y la acusación particular por el que aceptaba los cargos de asesinato con el agravante de ensañamiento y rango de parentesco, Paco solicitó la pensión de viudedad y escribió una carta a su prima Loli en la que le advertía que su familia no podía vender las propiedades de Araceli puesto que él era su viudo y, por tanto, heredero de las mismas. Y les amenazaba con emprender acciones legales de seguir adelante -en los dos años previos al asesinato, Paco había estudiado por su cuenta criminología–. 

Es más. Antes de que Araceli acudiese al centro de orientación municipal, ya lo había hecho él, apenas unos meses antes del asesinato. Por aquel tiempo, Araceli le había denunciado por robarle unas joyas, le había ofrecido dinero a cambio de que se marchase de la vivienda compartida, había dejado de comprar comida para ver si así él se iba… No había manera. Mientras ella, dormía encerrada con llave en su habitación.

Elo y Loli en la playa en la que pasaban el verano con Araceli

Cuando Paco fue a este centro para la mujer, le atendió Manuela, en el mismo despacho luminoso y colorido en el que hablamos ahora: “Pidió atención psicológica porque decía ser un hombre maltratado y en situación de vulnerabilidad por su dependencia económica. Quería asesorarse sobre su derecho a una pensión. Resultaba obvio que nos quería instrumentalizar para alegar en el juicio que estaba mal psicológicamente”, recuerda esta experimentada funcionaria que lleva trabajando en temas de igualdad desde 1988. “Ponía en tu boca frases que no habías dicho, llamaba la atención su carácter manipulador y obsesivo. Como registré su caso en el SIAM -la base de datos del Instituto Andaluz de la Mujer-, me pidió una copia del acuerdo de confidencialidad”, añade. 

Manuela esperó unos días para darle la respuesta protocolaria: que su centro no prestaba atención psicológica ni orientación jurídica a los hombres, pero le indicó en los servicios públicos en los que podía solicitarla. Algo que el equipo de este centro consideran, en cualquier caso, uno de los retos pendientes: “Tenemos que trabajar con los maltratadores y abordar sus posibilidades de recuperación para avanzar”, sostiene María Pilar García Fajardo, psicóloga del centro.

Psicóloga a la que Manuela derivó a Araceli, aunque ella canceló la sesión pocos días antes de la cita. “Le insistí mucho en que fuese. Ya había conocido a Paco y sabía que era peligroso, aunque no hasta esa medida. Araceli nunca nos dijo que la hubiese maltratado físicamente y, de hecho, si hubiese querido denunciarle por violencia de género hubiese sido un caso difícil porque no había claros indicios de ello. Y frente a otros casos en los que es medible el alto riesgo, en este caso no se habría podido identificar ese peligro. Si Araceli sufrió maltrato físico, no creo que lo hubiese dicho porque no quería transmitir esa imagen”, explica Manuela.

Su prima Loli recuerda un par de ocasiones en las que vio importantes moratones en el cuerpo de Araceli, que esta rápidamente atribuyó a su despiste que la había llevado a chocarse con muebles. En su entorno, desconocen si era así o fueron resultado de agresiones por parte de Paco. 

  

Resistiré

No fueron todas las humillaciones públicas ni el maltrato psicológico de años lo que determinó que Araceli diese el paso de divorciarse, según su entorno. En 2012, Paco fue condenado a dos años de prisión por agresión sexual a una trabajadora sanitaria y por atentado contra funcionario público del centro de salud que está frente al que fue el hogar conyugal. Al no tener antecedentes penales, pudo sustituir la pena por una indemnización de casi 5.000 euros. Según Dolores, que acompañó a Araceli al banco a retirar la cuantía, fue la madre del asesino quien asumió el coste. 

A partir de entonces, Araceli incluso ofreció dinero a Paco para que abandonase la vivienda que compartían, que habían comprado los padres de esta. Él se negaba. Una vez fijada la fecha del juicio para el divorcio, y por recomendación de las profesionales de la Casa de de la Mujer, de su abogado y de su familia, solo iba a su casa para dormir.

Un día antes de la vista, cerca del mediodía, Araceli fue a la residencia de dos plantas. Según contó ella misma cuando recuperó la consciencia en el hospital, él la sorprendió por la espalda cuando se disponía a bajar las escaleras. La golpeó con un martillo carpintero que había envuelto en gasas médicas, como leemos en la sentencia. Él la dio por muerta mientras se desangraba, ella pensaba en su padre y en su madre, en el rechazo que estos habían manifestado hacia su marido, según le contó en el hospital a su amiga Encarni.

En la foto, Araceli posa con su padre y su madre
Cuando él descubrió que seguía viva, le envolvió la cabeza en una bolsa de plástico e intentó asfixiarla ahorcándola, según también los resultados de la autopsia que recoge la sentencia. Tal fue la sangre fría, subrayada también por el documento judicial, que fregó la escena del crimen, se duchó y se cambió de ropa. Fue entonces cuando Dolores, extrañada de que Araceli no hubiese llegado para comer, pidió a sus hijas que fueran a buscarla.

“Era tal la serenidad y frialdad del acusado aquella mañana, que aproximadamente sobre las 13:30 horas (…) a través de una ventana, vieron al imputado sentado tranquilamente delante del televisor”, recoge la sentencia. Las jóvenes le pidieron que abriese: él ni siquiera volvió la mirada. Llamaron a su madre, que acudió con unas llaves que le había dado Araceli. Intentó abrir, él había echado la cadena. Cuando llegaron los policías, tuvieron que derribar la puerta. Paco sostenía el martillo en la mano. Se negó a soltarlo. Seis meses más tarde, les denunciaría  por agresiones. Fueron absueltos. 

Según contaron los agentes a los familiares, se dieron cuenta de que Araceli seguía viva porque movió una mano. Fue trasladada en helicóptero al hospital de Granada, donde tras 17 días en la UCI salió del estado crítico y fue subida a planta. Aquella tarde, la visitó su amiga Elo, a la que le tarareó su canción preferida: Resistiré. Horas más tarde, aquella misma madrugada, murió. 

Al día siguiente, el vecindario del barrio San Antonio, el de Araceli, organizó espontáneamente una concentración en repulsa por el asesinato y el ayuntamiento convocó otra con varios minutos de silencio a la que acudió la comunidad educativa, incluidos muchos padres y madres. En el siguiente pleno municipal todos los partidos políticos acordaron poner su nombre a una calle, algo que aún no se ha hecho porque, según Inmaculada Torres Alaminos, que era entonces concejala de Igualdad por el Partido Popular y lo ha vuelto a ser tras las elecciones de 2019 –después de una legislatura en la que gobernó el PSOE–, están esperando la construcción de una vía o una plaza a la altura de las circunstancias. 

Al entierro acudieron miles de personas procedentes no solo de Motril, sino también de otros pueblos de la comarca, en los que era conocida por tener vínculos familiares o haber sido maestra a lo largo de su larga trayectoria profesional. Su familia recogió firmas para que los condenados por asesinatos por violencia machista cumplan la condena íntegra. El 25 de noviembre de 2014, seis meses después de la muerte, el ayuntamiento inauguró un monolito en el Parque de las Américas en memoria de las víctimas de la violencia de género. Y el colegio público Reina Fabiola lanzó su concurso literario y de dibujos “Araceli Morales por la igualdad y contra la violencia de género”, que ya va por su sexta edición. 

Amira González Beucheikh tenía once años cuando escribió este microrrelato con el que ganó el segundo premio de la II edición del concurso Araceli Morales, en 2016:

Tuya y de nadie más 

El día que te conocí creí que ibas a a ser el hombre de mi vida, que cuando tus manos me tocaran volaría al cielo. Pero tristemente llegó el día en que mataste mis mariposas. Todo se tornó de gris y pasé a ser “tuya”. No podía hacer nada que te molestara, ni salir con nadie. Y entonces me pegaste, tu mano asesina hizo que te odiara completamente, pero era tuya y de nadie más. Intenté escribirte algo y dejarte, marcharme y volver a empezar. Pero era tuya y de nadie más. 

No tenía más ganas de vivir, quería morirme y olvidarme de todo, pero tú te encargaste de eso porque era tuya y de nadie más. 

Una familia rota

Apenas 20 días después de la muerte de Araceli, el calendario hizo uno de sus trampantojos y anunció una de sus fiestas favoritas: la noche de San Juan. Algunos de sus familiares y amigos decidieron mantener la tradición de ir a la playa para brindar con su champán favorito, esta vez en su honor. Diluviaba. “Qué noche más mala pasamos”, lamenta su amiga Elo. Las hogueras no carbonizaron la pena. Llegó el verano y como habían hecho toda su vida, insistieron en seguir acudiendo con sus toallas y sombrillas al rincón de la playa Granada -conocida también como Costa Tropical- en el que se encontraban, día tras día, decenas de amigos sin necesidad de quedar, dejándose hasta entonces tostar por el sol mientras jugaban al parchís muertos de la risa.

Pero las alusiones a Araceli eran tan constantes como la dificultad para recuperar la alegría. Muchos de ellos dejaron de acudir, el grupo se fue disgregando. Aquel verano, no celebraron la navidad en agosto como habían hecho todos los años hasta entonces. “Se rompió todo”, resume su prima Loli. Tampoco van ya de excursión a la encina centenaria en cuyo tronco hueco se escondía Araceli con sus sobrinos, ni se disfrazan en carnavales. Todo lo que más disfrutaba en vida Araceli se fue con ella. 

“Cada vez que escucho una noticia de un asesinato de una mujer por violencia de género me entra una cosa por el cuerpo… Lo revives todo. Y, pese a todo, hemos avanzado mucho en estos años, para que ahora vengan ‘estos’ y lo quieren echar todo atrás”, espeta Paco. “¿Pin parental para qué? ¿Para que vuelva a ser normal que nos maten?”, pregunta Loli. Y se hace el silencio.

 

*Araceli Morales fue agredida mortalmente por su marido 
el 20 de mayo de 2014 en Motril. Falleció 17 días después

Violencias previas

Familiares y amistades de Araceli consultadas para este reportaje concuerdan en que a lo largo de sus 12 años de matrimonio sufrió continuas humillaciones, vejaciones y abusos económicos, constitutivos todos ellos de maltrato psicológico. Meses antes de ser asesinada, denunció a su marido por robarle unas joyas. Estas mismas fuentes no tienen constancia de que sufriera violencia física más allá de las magulladuras que le vieron en alguna ocasión y que ella atribuyó a golpes que se había dado ella misma involuntariamente con muebles. 

El asesino

Francisco José Esteban Piquero tenía 52 años cuando golpeó a su esposa con un martillo carpintero hasta creerla muerta. Era licenciado en Derecho, aunque no trabajó apenas durante los años en los que estuvo casado con Araceli. Según familiares de la misma, un allegado le ofreció un empleo en la recepción de urgencias del hospital comarcal de Motril. Lo rechazó porque, según dijo ante ellos, “él no había estudiado una carrera para dar números”. 

En 2012, fue condenado a casi dos años de prisión por agredir sexualmente a una trabajadora sanitaria y por atentar contra una funcionaria del centro de salud San Antonio de Motril. Al no superar los 24 meses de pena y carecer de antecedentes penales, pudo evitar el ingreso en prisión pagando una indemnización. 

Seis meses después de asesinar a Araceli, denunció a los cuatro policías que lo detuvieron y a una quinta persona que lo acompañó en el coche patrullero por haberle propinado patadas y puñetazos. Los agentes fueron absueltos porque el parte por lesiones prescribe a los seis meses y porque el juez encontró que no eran hechos probados. Igualmente denunció a María Dolores Anear González, esposa del primo de Araceli, y a José Antonio Morales Berna, por haber prestado testimonio como testigo durante la investigación judicial. 

Ya en prisión, en abril de 2015, envió una carta a Dolores Morales Berna, prima de la asesinada, en la que le advertía que ni ella ni sus allegados tenían derecho a vender ninguna propiedad de Araceli: “Yo soy el cónyuge viudo que acredito haber vivido en esa casa durante 12 largos años y, por lo tanto, no tenéis ningún derecho a ponerla en venta aunque seáis primos de mi difunta esposa”. También aludía a que “si faltara cualquier objeto o pertenencia de mi propiedad te ibas a meter en un grave problema legal porque pienso ejercer todas las medidas tanto civiles como penales contra vosotros”. Y añadía: “No tengo nada contra nadie. Dios me libre. Pero pienso recuperar todo aquello que me pertenece y, naturalmente, todo aquello también que me corresponda recibir en derecho. Ni más ni menos”.

De hecho, solicitó la pensión de viudedad -que no le fue concedida- y ser reconocido como heredero de Araceli, que tampoco. 

La sentencia

La Fiscalía, la acusación particular –ejercida por los familiares– y el asesino alcanzaron un acuerdo en marzo de 2015, antes de que se celebrase el juicio, por jurado popular, en la Audiencia Provincial de Granada. El acusado aceptó los cargos de asesinato con los agravantes de alevosía y rango de parentesco. Fue condenado a 18 años de prisión y una indemnización de 100.000 euros a los herederos de Araceli.  

La sentencia subraya que Araceli no tuvo “posibilidad alguna de defensa ante aquella agresión traicionera, por la espalda y absolutamente inesperada” que le causó “una muerte violenta de etiología médico-legal homicida siendo la causa inmediata un síndrome de hipertensión intracraneal y la fundamental un traumatismo cráneo-encefálico con fractura hundimiento del parietal derecho y herniación cerebelosa”. Y por si hubiese alguna duda: “falleció a causa de las heridas causadas por el acusado”.

La Administración

El Ayuntamiento de Motril cuenta con un Centro Municipal de Información a la Mujer desde 1987, antes incluso de que se crease el Instituto Andaluz de la Mujer. Araceli se asesoró sobre su divorcio en varias ocasiones en él. Cuando esta fue asesinada, a través del mismo se le ofreció apoyo psicológico a sus familiares, que no aceptaron por no considerarlo necesario, pero que agradecen.  

En el centro trabajan una psicóloga, una asesora jurídica, una dinamizadora y la informadora y jefa de servicios. Ofrecen información, asesoramiento jurídico, atención psicológica –individual y grupal–, así como actividades de formación y sensibilización. Algunas de las mujeres que participan en las terapias grupales, se integran también en un grupo de autoapoyo en el que se relacionan por WhatsApp para estar las unas con las otras cuando se necesiten. “Hicieron una performance el 25 de noviembre de 2019 frente al ayuntamiento, a cara descubierta, que nos quedamos… Una leyó una poesía tremenda”, explica Inmaculada Torres Alamino, responsable, entre otras, de la concejalía de Igualdad.

“Este grupo de autoapoyo es muy importante. Algunas llegan a tener la autoestima tan baja que sienten que no son nada. Les hace mucho bien tener alguien que ha pasado por lo mismo con quien tomar un café. Se ayudan entre sí a rehacer sus vidas, porque no es solo dejar a tu pareja, es volver a sentirte tú misma y fuerte”, añade Torres Alamino, que nunca imaginó que cuando veía a Araceli por el Centro de la Mujer fuese por su situación personal. “Como ella llevaba los temas de igualdad en su colegio, pensaba que estaba aquí para coordinar actividades con mis compañeras”. 

En uno de los primeros plenos municipales celebrados tras el asesinato, todos los partidos políticos por unanimidad acordaron poner el nombre de Aracelis Morales a una de las calles de Motril. Entonces era concejala Torres Alamino, después dejó de serlo durante cuatro años en los que gobernó el PSOE, y en 2019 volvió con su partido a dirigir el consistorio. Según explica, aún no se ha puesto el nombre porque en estos años ninguna de las que se ha inaugurado estaba a la altura de las circunstancias. “Aunque ya tengo en la cabeza una…”, añade.

En el primer 25-N, Día Internacional contra la Violencia de Género, el ayuntamiento inauguró un monolito en memoria de sus víctimas, un acto al que acudieron familiares de Araceli, así como profesorado y padres y madres del colegio Reina Fabiola.

El Ayuntamiento de Motril, que participa en el programa VIOGEN, cuenta con una Comisión municipal de seguimiento contra la violencia de género desde 2007 y desde 2015, según nos informan, con comisiones técnicas con los cuerpos de seguridad. Trabaja en coordinación con el Grupo especializado de la Policía Local (GRUMEN), la UFAM de la Policía Nacional, el Juzgado de primera instancia e instrucción número 5, el encargado de los casos de violencia de género de Motril, además de con los programas específicos de formación e inserción laboral que tienen entidades como Cruz Roja. 

El presupuesto del Ayuntamiento destinado a combatir la violencia de género en 2014 era de 140.529,88 euros en gasto de personal y 13.100 en actividades. En 2020, gracias a la partida del Pacto de Estado en esta materia, ha aumentado hasta los 212.399 euros para personal, por lo que se va a contratar dos psicólogas, una asesora jurídica y una trabajadora social. El problema es que, una vez aprobada la partida presupuestaria -el Pacto establece 160.000 euros para las poblaciones de más de 20.000 habitantes–, ahora toca lanzar la convocatoria pública para las contrataciones y la cuantía debe haber sido gastada antes de octubre. Hay ayuntamientos que no la han solicitado por los plazos que establece o, peor, porque no saben qué hacer con ese dinero.

Tratamiento mediático

El hecho de que el asesino atacase a su mujer a martillazos se convirtió en el momento de los hechos en el rasgo distintivo del caso de Araceli, por lo que muchos de los titulares de prensa apuntan este dato. A partir de ahí, el caso fue seguido por algunos medios porque Araceli no murió inmediatamente, sino que permaneció con vida 17 días. También destacó porque el asesino denunció a los agentes policiales que le detuvieron y a su cuñada; porque casi dos años después, en los que permaneció en prisión preventiva, llegó a un acuerdo por el que aceptaba todos los cargos…. A partir de ahí, anualmente Araceli Morales vuelve a ser recordada gracias a la convocatoria del premio literario y de dibujos que creó su colegio.

La información es respetuosa con la familia y la memoria de Araceli. En medios como El País, los rostros de los agentes policiales y Paco en el momento de la detención fueron pixelados. Gran parte de las noticias publicadas por medios nacionales procede de la Agencia EFE y Europa Press. La fotografía difundida de Araceli fue entregada por su familia que, como el resto de las personas entrevistadas para este reportaje, se han puesto a disposición de #PorTodas “para que su historia no caiga en el olvido, y por si así pudiéramos contribuir a que no se repitiese nunca más”, como dice su prima Loli.