Asesinada en Arona
el 15 de enero de 2014
Texto: Lidia Rodríguez
Fotos: Luz Sosa y Álex Rosa
“Unos años antes de ser asesinada le detectaron fibromialgia, la medicación la dejaba un poco adormecida y decidió dejar de tomarla. Si la enfermedad le dolía, ella le iba a doler a la enfermedad”, recuerda Jesús sobre su madre, María Zulay. La entrevista transcurre en la Plaza de San Marcos, en un pequeño pueblo de Tenerife, en Icod de los Vinos. Jesús tiene 25 años, y su hermano, Adrián, 20. Su madre fue asesinada el 15 de enero de 2014 en el municipio cercano de Arona por su entonces pareja, Guillermo, un hombre al que había conocido unos meses atrás. Él tenía entonces 31 años y ella, 36.
El bullicio de la cafetería y de los niños y niñas en la plaza se entremezclan con los buenos recuerdos –“le gustaba cantar canciones de Ana Gabriel y de Polo Montañez y también cantaba música canaria, menos las folías, que las odiaba, ya que no sabía cogerles la métrica”– y el relato de los últimos años. Jesús se detiene en el momento en que su madre se separó de su padre. El médico le recomendó clases de baile para mejorar las articulaciones debido a los dolores que le producía la fibromialgia. “Me dijo que quería cambiar un paso de baile, que se lo sabía al dedillo, pero que no le hacía feliz. Yo le dije que si le hacía feliz cambiar el paso de baile, e iba estar más satisfecha, que lo hiciera. Luego me di cuenta de que el paso de baile era que se quería separar de mi padre”, cuenta Jesús.
Dice que todo aquello ocasionó que se distanciara un tiempo de su madre, hasta que decidió “vencer al orgullo” y retomar la relación. “El proceso de ruptura fue largo hasta que se produjo el divorcio. Cuando se separa, se va a vivir con una amiga. Estuvo trabajando en un centro de mayores durante un tiempo. Incluso se fue a Puerto de la Cruz a trabajar. Fue más tarde cuando conoció a Guillermo. Coincidían en sitios donde iban a bailar”, añade. Al poco tiempo de iniciar la relación, María Zulay y Guillermo comenzaron a vivir juntos.
“Era un hombre muy atento con ella, quizás, excesivamente. Estaba muy pendiente de mi madre”, reflexiona. Tras asesinarla a cuchilladas y no cejar en su empeño sin que ella pudiera defenderse, él se tiró desde el balcón y permaneció en estado crítico algunos días: “Se creía que se había caído arreglando la antena. Entonces, la Policía empezó a buscar a mi madre para comunicarle lo que había ocurrido, pero no la localizaban”. Jesús se enteró de lo que había pasado realmente tras tres días de búsqueda. Unos amigos que la pareja tenía en común lo llamaron para contarle que la habían encontrado muerta. No olvida la frase: “La hemos encontrado. Está muerta”. La autopsia reveló los signos de una muerte violenta.
Guillermo Hernández fue condenado a 18 años de cárcel. Jesús acordó con su padre no continuar con las declaraciones en el juicio oral para que su hermano, en ese momento menor de edad, no tuviera que enfrentarse al proceso: “Decidí firmar un acuerdo para no hacer pasar a mi hermano por los cinco días de juicio, un proceso de reconocimiento de armas y de ver fotos”. El acuerdo consistió en que la condena pasara de 25 años de prisión a 18.
Cuando se produjo el asesinato, Adrián tenía 13 años recién cumplidos: “Me enteré porque mi padre iba a trabajar de madrugada. Yo estaba durmiendo y sonó el timbre porque se le había averiado el coche. Y recuerdo que en ese momento vino con la mala noticia”, rememora.
No fue consciente de lo que había pasado –dice– hasta que transcurrió aproximadamente un año. “No lograba comprender por qué mi madre había dejado a mi padre y se había ido con otro hombre. Estaba enfadado con ella y no teníamos contacto. Comencé a ver lo que había perdido cuando veía a mi padre con su madre. Y piensas, ‘yo no la tengo’, y no la tengo porque me la quitaron. Esa es la impotencia que me da, siento que no aproveché los momentos que tenía con ella”, explica. Asegura que para él ha sido muy duro verbalizar sus sentimientos: “Nunca he hablado del tema con mi padre ni con nadie, solo con dos de mis mejores amigos”.
Los dos hermanos consideran que la condena es escasa: “Yo no estoy a favor de la pena de muerte, pero sí creo que merecen penas muchísimo más duras, y no estar 18 años en prisión más una indemnización y ya está. A mí, que el hombre que mató a mi madre esté 18 años de prisión, no me compensa, no me va a arreglar nada. Eso no va hacer que mi madre vuelva o que yo olvide el tema. No entiendo cómo es una pena tan baja”, resalta Adrián, que asegura que solo vio al asesino en una ocasión, cuando se produjo el divorcio de su padre y de su madre, en los juzgados. “Cuando mi madre venía a verme del sur, él se quedaba en el coche”, sostiene.
Como homenaje, se ha tatuado en su brazo izquierdo un pergamino que pone “Tú en el cielo, yo en la Tierra, un mismo corazón”, junto al nombre de su madre, que compartía esta afición con ellos. Jesús lleva tatuado en el pecho el Sagrado Corazón de Jesús y la fecha en que María Zulay fue enterrada. De alguna manera, intuyó que su madre quería dejar la relación: “Unos días antes, el 7 de enero, me fui a cenar con ella y con él. El día 13 estaba presentando mi Trabajo de Fin de Grado. Me llamó para hablar y le dije que no la podía atender en ese momento. ‘Hablamos mañana’, le dije. Pero ya nunca volvimos a hablar”. Cuando tuvo la oportunidad de acceder al piso, encontró su ropa ordenada y unas maletas a la vista.
Seis años después de aquello, sigue creyendo lo mismo, que quería dejar la relación. Los buenos momentos con ella son lo único que lo animan un poco: “Discutíamos mucho porque ella era profesora de solfeo y yo músico; ella era de viento y yo soy de cuerda. Siempre chocábamos a la hora de cantar o componer algo. Había una canción que siempre peleábamos mucho en los ensayos, pero que luego era nuestra favorita a la hora de tocarla, Lamento borincano. Y también Un montón de estrellas, de Polo Montañez”.
Según las cifras de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, el asesinato de María Zulay fue el único de 2014 en Canarias. De las 92 víctimas mortales de violencia machista que ha habido en las islas desde 1999 hasta 2019, seis de ellas residían en el municipio de Arona, según la Consejería de Políticas Sociales del Gobierno de Canarias: dos en 2007 –con apenas un mes de diferencia–, una en 2011, María Zulay en 2014, una mujer en 2016 y otra más en 2017.
Luisa Hernández es técnica y psicóloga del municipio y atiende a mujeres dentro del sistema de Intervención terapéutica con víctimas de violencia de género desde el año 2008: “Ninguna de las mujeres que han sido asesinadas en el municipio, desde 2008 hasta la actualidad, han sido usuarias del servicio, incluida María Zulay. No existe constancia de que la víctima acudiera a los servicios que ofrecía el municipio por violencia de género”.
¿Cómo se han producido tantos asesinatos de mujeres en un municipio de 100.000 habitantes? ¿Qué factores influyen? ¿Qué han hecho o hacen la administraciones? Tanto el Gobierno de Canarias como el Ayuntamiento de Arona (PSOE) coinciden en que el número de recursos existentes en 2014 son prácticamente los mismos que hay ahora.
“Sinceramente, yo no recuerdo el caso de María Zulay. Lamentablemente, esto pasa mucho en Canarias. Un problema que tenemos es que lo normalizamos tanto que nos olvidamos y confundimos unos con otros. Ha funcionado muy bien sacarlo en medios de comunicación porque se visibiliza, pero también es verdad que cuando la gente escucha un caso en los medios desconecta. Muchas veces lo comento con las alumnas. Si no es algo muy llamativo no retienen la información. Se toma como una mujer asesinada más. Existe ese doble problema”, analiza Laura Aguilera Ávila, doctora en Psicología y profesora de la Universidad de La Laguna. El Ayuntamiento no suele realizar ningún acto conmemorativo u homenaje específico hacia la víctimas. “Con este hecho puntual no, siempre por el 8-M o el 25-N se hacen actos o lectura de manifiestos”, afirma la concejala de Servicios Sociales Elena Cabello.
Según el informe del Consejo General del Poder Judicial sobre los primeros 1.000 feminicidios registrados, Canarias y Baleares son las comunidades con la incidencia más alta. “Para mí, la importancia del problema es la misma seamos la primera o la última. Creo que esa incidencia tiene varias lecturas: una, si la insularidad es un hándicap a la hora de trasladar la formación, por ejemplo, a las islas no capitalinas. Y dos: el número de denuncias ha disminuido respecto al año pasado, eso sí que me preocupa”, explica la directora del Instituto Canario de Igualdad, Kira Fumero.
En la misma línea se expresa Marián Franquet, directora del Instituto Atención Sociosanitaria (IASS) del Cabildo de Tenerife. La dirigente socialista, que también fue directora del Instituto Canario de Igualdad, insiste en que más allá de la insularidad, un aspecto crucial es la cercanía de los recursos. “En relación con los recursos que tienen las víctimas, hemos visto que en la península las casas de acogida y los centros de información están mucho más separadas unos de otros, al ser un territorio muy grande. No están tan cerca de la ciudadanía. Si tienes que trasladarte de un municipio a otro se dificulta el proceso. Es decir, si vives en Adeje y tienes que trasladarte hasta Santa Cruz para saber qué va a ser de tu vida, no vas a venir”, explica.
Los juzgados en Arona, además, están especialmente sobrecargados, como confirma el fiscal delegado de Violencia de Género en la provincia de Tenerife, José Luis Sánchez Jáuregui. “Existen carencias generales. En Canarias todavía no hay oficina de víctimas, no se han implantado las unidades médicas o las unidades forenses de valoración de las víctimas de violencia de género, con lo cual no se realiza una valoración, no solo médica sino psicológica o psiquiátrica, del riesgo de la situación. Arona es un juzgado sobrecargado, brutalmente sobrecargado. Quizás lo que habría que pedir es otro juzgado, es algo que yo llevo pidiendo mucho tiempo, dado el volumen de trabajo que hay en los juzgados de violencia de género y que se pudieran atender bien todas las circunstancias”, señala.
“El esfuerzo que realizan los jueces, los fiscales y los funcionarios es mucho mayor que el que se les ha dicho que tenían que hacer y se está haciendo una labor encomiable”, añade el fiscal. “Si no se pone el dinero en eso… Se decía durante la crisis que no se podía poner, pero si ahora hay dinero habrá que invertirlo en esto. Y, si hay que luchar contra la violencia de género en sitios donde los juzgados se colapsan, habrá que poner otro juzgado”, reclama el fiscal.
Sobre la falta de recursos coincide también la profesora Aguilera Ávila: “He trabajado con alumnas los planes de igualdad de diferentes comunidades y, por ejemplo, en Getxo, una ciudad del País Vasco con la misma población que Arona, solo hubo una víctima, en 2019. Cuando te vas a los planes ves que tienen una cosa que se llama ‘escuelas de empoderamiento’ para niñas y adolescentes. Además, los cursos tienen lista de reserva”, argumenta la profesora, que ha trabajado ayudando a víctimas de violencia de género en coordinación con el Cabildo de Tenerife.
De Arona se conocen sus playas, que conviven, a su vez, con las altas cifras de pobreza. En diciembre de 2014, la tasa de paro en este municipio era de 8.081 personas. En uno de los momentos más duros de la anterior crisis económica, el periódico La Opinión de Tenerife situaba a Arona entre “las localidades españolas con más de 50.000 habitantes cuyos ciudadanos disponen de menos dinero atendiendo a sus declaraciones del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF)”. El periódico se basaba en un estudio titulado Renta personal de los municipios españoles y su distribución, elaborado por los economistas Miriam Hortas y Jorge Onrubia, de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada.
“Debemos tener claro que la base es el hecho de ser mujer, ni la clase social ni el lugar de origen. Pero la cantidad de recursos de los que dispongas en un municipio o en otro influye. No solo en cuanto a recursos económicos se refiere, sino en recursos de información –añade la profesora Aguilera–. Está claro que si vives en un barrio con menos recursos vas a obtener menos ayudas, porque tienes menos sitios a los que acudir si tienes un problema. Además, en los barrios con menos recursos la gente tiene otras vulnerabilidades diferentes a las de género. Es más difícil acceder a la información porque, a lo mejor, se le suma una situación de precariedad laboral o la dependencia económica”.
A Glenda, la amiga con la que María Zulay vivió en Arona los primeros momentos tras su separación, se le ilumina el rostro cuando la recuerda y resume lo que fue un síntoma del maltrato: cómo la relación con Guillermo enfrió la relación de amistad entre ellas. “Mucha gente nos preguntaba si éramos hermanas. Teníamos muchas cosas en común. Una vez nos cortamos el pelo a la vez, pero ninguna de las dos sabíamos que la otra se iba a cortar el pelo. Cuando nos vimos, nos dio un ataque de risa. Su risa era contagiosa. Una vez nos fuimos a bailar y, durante el camino de vuelta, nos quitamos los zapatos porque nos dolían los pies. No podíamos parar de reírnos y yo le decía: ‘La gente se va a pensar que estamos borrachas’. Ni ella ni yo bebíamos. Yo cierro los ojos y veo su cara y escucho su risa”, cuenta con nostalgia e impotencia.
Antes de conocer a Guillermo, cuando se separó, Glenda le ofreció su casa para que pudiera hacer frente a su situación económica. “En ese momento ella estaba trabajando en Icod, al lado del Hospital del Norte, en un centro de mayores como responsable de seguridad, pero hacía funciones como recepcionista. Tenía horarios de trabajo muy malos, empezaba por la tarde y salía de madrugada cuando ya no había guaguas, y el sueldo no era suficiente para afrontar todos los gastos de la separación y un alquiler sola”. Poco a poco, cuenta su amiga, se fue recuperando, mejoró su aspecto físico y conoció a Guillermo.
La entrevista con Glenda transcurre en un día laborable y con más calma, también en la cafetería de la Plaza de San Marcos. Glenda conoció a Zulay cuando era sacristana en la iglesia: “La única vez que vi a Guillermo fue un día que Zuly estaba en los juzgados y se pasó por la iglesia para verme. En la iglesia hay una tienda, y me llamó la atención que él quería un rosario para ponérselo. Ella le ayudó a escogerlo y se lo regaló. Ese día estaba radiante, guapísima. Le pregunté si había hecho algo y me dijo: ‘El amor es lo que tiene, amiga’. Jamás imaginé cómo iba a ser el final. A partir de ahí decidió mudarse y un día me dijo que querían hacer vida en común y que habían alquilado un piso entre los dos. Ella dejó el trabajo en el centro de mayores y consiguió trabajo de camarera. Estaba contenta porque ganaba más dinero y trabajaba menos horas. Me contaba que se llevaba muy bien con la madre de Guillermo, que tenía un puesto en el mercadillo de Arona y que ella la ayudaba los domingos a vender cosas”.
Desde entonces, solo la veía de manera puntual. “Una vez me contó que él se ponía celoso de la relación que tenía con su primo. Le decía que la trataba como si fueran algo más, que su primo estaba enamorado de ella”, cuenta. María Zulay no lo denunció.
“Las mujeres deben conocer que pueden acceder a los recursos de víctimas de violencia de género sin la necesidad de realizar una denuncia”, explica Marta Jiménez Jaén, profesora de Sociología del Género en la Universidad de La Laguna. Jaén ahonda en ese miedo a denunciar al agresor, bien porque en algunas ocasiones se las aísla de su entorno cercano como la familia o los amigos, o bien porque tienen miedo de que la denuncia provoque consecuencias perjudiciales para ellas mismas. La profesora de Sociología del Género insiste en que “no solo es difícil reconocerse como víctima de violencia de género”, sino que muchas veces su propio entorno tampoco es capaz de actuar. En ello también puede influir –añaden las expertas– mayores dificultades para acceder a los recursos por no ser de nacionalidad española. Maria Zulay nació en Venezuela y su asesino en México.
En su casa, Glenda tiene una foto de las dos juntas. Las tres mejores amigas de Zulay se reúnen todos los años por la fecha de su cumpleaños, el 25 de mayo, para llevarle flores al cementerio y recordarla mientras toman un helado.
“No sé si alguien es capaz de superar algo así, pero yo no lo supero”, dice Antonio*, el padre de María Zulay. Antonio se fue de joven a Venezuela a trabajar, donde nació María Zulay y su hermano, que llegaron a España con 4 y 2 años, respectivamente. La madre murió de un infarto a los 51 años, lo que hizo que Zulay pasase a ocuparse de muchos de los cuidados de su padre, en silla de ruedas tras un accidente. Padre e hija mantenían una relación cercana y de gran complicidad. Y asegura que nunca detectó indicios de violencia.
En la casa familiar, cercana al cementerio donde está enterrada, retiraron la mayoría de las fotos y efectos personales por el dolor que les suponía verlas. Conserva, no obstante, una gran fotografía en la pared, vestida de blanco, el día de su boda, y otra más pequeña con un traje de maga. Ahora, María Zulay y su madre están enterradas en el mismo lugar. Un espejo y una foto de cada una adornan el nicho. Sus familiares se turnan para llevarle flores, aunque su hijo Jesús le ha creado un pequeño altar en su casa para recordarla y hacerle un particular homenaje.
*Esta historia fue publicada en octubre de 2020. Antonio, el padre de María Zulay, falleció semanas después de ser entrevistado.
Guillermo Hernández fue condenado a 18 años de prisión por el asesinato en “grado consumado” de María Zulay. Está privado de libertad desde el 28 de enero de 2014, prorrogada por auto del 14 de diciembre de 2015, y cumple la pena en el Centro Penitenciario de Santa Cruz de Tenerife conocido como Tenerife II. En una carta remitida a PorTodas dice sentir arrepentimiento.
Según el relato de los familiares de la víctima, parecía preocuparse por ella “en exceso” y mostraba celos. Según la sentencia, la mató de manera sorpresiva, rápida e inesperada, sin que María Zulay pudiera hacer nada por evitarlo.“En el juicio –cuenta Jesús, el hijo mayor de María Zulay–, yo quería verle la cara y que él me la viese. Fue duro. Cuando me vio agachó la cabeza. Yo necesitaba saber que me había visto y escuchar de su boca la declaración”. Durante el juicio, según recoge la sentencia, el asesino reconoció haber utilizado el cuchillo mostrado en la sala para matarla.
Tras la declaración de Guillermo Hernández, los abogados de ambas partes llegaron a un acuerdo para no continuar con el proceso y que la condena pasara de 25 años de prisión a 18 años de cárcel.
Según los hechos probados de la sentencia, dictada por la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife el 23 de diciembre de 2015, Guillermo asesinó a María Zulay cuando la pareja se encontraba en el interior del domicilio que compartían. De esta manera, reconoce que existía una relación sentimental entre ambos, y que llevaban conviviendo un tiempo, con fecha “no precisa”. Después de matarla a cuchilladas sin que ella pudiera defenderse, Guillermo se precipitó por una ventana del domicilio tras estar deambulando por el apartamento durante un tiempo no determinado y “con intención de no responder por lo que había hecho”.
La sentencia es clara y expresa de forma reiterada que existió alevosía, como había indicado el Ministerio Fiscal en sus conclusiones definitivas.
El asesino no podrá aproximarse durante el tiempo que dure la condena a los dos hijos de la víctima en una distancia mayor de 500 metros de su lugar de trabajo o estudios o frecuentados por ellos, ni podrá comunicarse con ellos. De la misma forma, la condena contempla una indemnización de 300.000 euros en cantidad conjunta a los dos hijos y de 20.000 euros al padre de María Zulay. La familia de María Zulay no ha percibido esa indemnización debido a que el asesino se declaró insolvente.
Los recursos disponibles seis años después del asesinato siguen siendo insuficientes y prácticamente los mismos. El juzgado de violencia sobre la mujer está sobrecargado. Y el presupuesto no solo no aumenta, sino que desciende. “Tenemos una red de recursos donde entran los Dispositivos de Emergencia para mujeres Agredidas (DEMA) o los centros de atención e integración, las casas de acogida de mujeres inmediatas (CAI) y los pisos tutelados. Esos recursos están en las siete islas del archipiélago. En 2018 atendimos a más de 10.000 mujeres y poco más de 1.700 menores. Un total de 75 recursos”, enumera la directora del Instituto Canario de Igualdad (ICI) del Gobierno de Canarias, Kira Fumero.
El DEMA es un recurso coordinado y cofinanciado por el Instituto Canario de Igualdad y está conectado con el teléfono de emergencias 112. En el año 2014, este servicio atendió en Canarias 13.264 llamadas por casos de violencia de género, de las cuales 5.892 fueron en Tenerife. ¿Qué ha pasado desde entonces? Tanto el Gobierno de Canarias como el Ayuntamiento de Arona coinciden en que el número de recursos existentes en 2014 son, prácticamente, los mismos que existen ahora.
Al año siguiente del asesinato de María Zulay, el Gobierno de Canarias destinó 7.288.595,44 euros, de los cuales 4.725.776,71 euros fueron a la red de centros de atención a mujeres víctimas de violencia de género. Para ayudas a víctimas con dificultad para conseguir empleo se destinaron 495.875 euros. Y para la intervención psicológica con menores en Tenerife se destinaron 31.071,74 euros. El presupuesto de un año a otro descendió 58.262 euros. En años posteriores, después de María Zulay, fueron asesinadas dos mujeres más.
La concejala de Servicios Sociales de Arona, Elena Cabello, señala que el presupuesto municipal, en el año 2019, en materia de igualdad se encuentra en una cifra “aproximada a los 34.000 euros de presupuesto total”, y explica que en 2014 y 2015 el presupuesto destinado era también “aproximado a los 30.000 euros”. Según el Ayuntamiento, para la realización de formaciones con perspectiva de género es importante el flujo de dinero procedente del Pacto de Estado. En 2019, por ejemplo, se han realizado formaciones para la Policía Local. Y este septiembre de 2020 el Ayuntamiento, a través del Patronato de Servicios Sociales y su área de Igualdad, Mujer y Violencia de Género, y financiado también por las partidas que llegan del Pacto de Estado, ha lanzado una campaña con este mensaje: ‘Rompe con el miedo. Sé tú misma’.
La Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 también apunta a un asunto que preocupa en Canarias: las consecuencias psicológicas de la violencia en España. “Echamos de menos, sobre todo, que en Tenerife haya algún tipo de especialización en materia de salud mental, porque las compañeras que hay en la red de Tenerife son expertas en el abordaje de la violencia de género, pero no en salud mental. Ya nos hemos visto en la situación de que una mujer víctima de violencia de género con un problema de salud mental derivada por psiquiatría a nuestras viviendas. Y en nuestras viviendas no podemos admitir a menores de 18 años, por lo tanto, los niños y las niñas no podrían entrar en nuestros recursos y tampoco es un recurso idóneo”, explica Jennifer Alegría, portavoz de AFES Salud Mental sobre género.
“Los recursos no han sido suficientes a lo largo de los años. Los recursos tienen que estar dotados económicamente, tienen que estar a la orden del día. Las mujeres que trabajan en ellos, que son profesionales especialistas, tienen que estar en una situación de no precariedad para poder afrontar estas demandas. Una de las reclamaciones del Foro es que los recursos estén adecuados”, advierte la portavoz del Foro Contra la Violencia de Género en Tenerife, Elisa Pérez Rosales.
Aunque Arona es un municipio de unos 100.000 habitantes, el caso de María Zulay no tuvo gran impacto social. Pedro Fumero, periodista de sucesos del periódico El Día, fue de los pocos que firmó informaciones sobre el caso. En ese momento se encontraba cubriendo informaciones en el sur de la isla y, de “forma voluntaria”, decidió acercarse a Arona. “Nunca he visto en una redacción alguien que cubra casos relacionados con la violencia de género o con igualdad de manera exclusiva, de la misma forma que existen periodistas especializados en sucesos o tribunales, que son los que, generalmente, acaban cubriendo los asesinatos machistas”, sostiene.
La noticia del asesinato de María Zulay fue publicada por la mayoría de los medios con presencia en Tenerife en 2014, pero solo uno la sacó en portada y no como tema principal. Tampoco suelen suelen incluir entrevistas a expertas o informaciones con perspectiva de género (tipos de violencia, datos, presupuestos destinados). Después de la noticia del asesinato y de la sentencia, la siguiente noticia más replicada es sobre el minuto de silencio celebrado por la Delegación del Gobierno de Canarias, en ese momento liderado por María del Carmen Hernández Bento del Partido Popular.
En las piezas periodísticas que se destinaron al minuto de silencio celebrado por el Gobierno de Canarias, se recoge que la delegada del Partido Popular insistió en la necesidad de que las víctimas presenten una denuncia por violencia de género: “Si una mujer denuncia tendrá asesoría jurídica gratuita desde, antes, incluso, de comenzar el procedimiento, formando parte de estos recursos de una amplia red de atención y protección a la mujer que se encuentra disponible”, recogía Europa Press. El Pacto de Estado incidió posteriormente en la no necesidad de presentar denuncia.
Seis años después, uno de los aspectos en los que sí se ha avanzado es en la firma de un acuerdo para la mejora del tratamiento de la igualdad y la violencia de género entre medios de comunicación, asociaciones profesionales y Gobierno de Canarias. Se trata de un acuerdo impulsado, un año antes del periodo electoral, por el anterior equipo de gobierno y el Instituto Canario de Igualdad, Fernando Clavijo y Claudina Morales (CC). El documento está firmado por casi todos medios de comunicación del archipiélago y el Gobierno de Canarias.
El proceso de duelo, tanto para Jesús como para Adrián, ha sido progresivo. Jesús señala que hay días muy duros en los que se levanta triste y sin una razón clara: “La manera que tuve para poder empezar a recuperarme fue meter todas las cosas en cajas. Hace seis años que no las abro. La vida te prepara para una enfermedad, para un fallecimiento con un proceso más largo. Pero hablar hoy con una persona, y que a los dos días te llamen y te digan que no aparece y después que apareció muerta es muy duro”, relata.
“Al principio, cuando me tocó dar la noticia e ir para allá no tuve otra alternativa que tragar con el proceso –prosigue–. Fueron tres días muy largos desde la noche del viernes, el sábado y el domingo. Fueron tres días durísimos, pero lo tomé todo muy fríamente. Cuando la enterramos, ahí, fue cuando yo tomé conciencia de la realidad. Los tres primeros años para mí fueron irreales, incluso estaba muy enfadado conmigo mismo porque cuando me la trajeron con el féretro para velarla me derrumbé, pero estaba enfadado porque solo me había podido salir una lágrima. No podía llorar. Entonces, estuve tres años echándome en cara que no pude llorarla. A partir de ahí, al tercer año, estaba bien un día y al día siguiente me levantaba con ataques de ansiedad y ataques de pánico”.
Tanto Jesús como Adrián señalan que les cuesta ver en las noticias los casos de feminicidios: “Me revuelve. Me recuerda todo lo que ocurrió, no con la misma intensidad, pero sí que me vienen recuerdos. Y lo que está provocando tantas muertes es ese pensamiento patriarcal de no aceptar que la otra persona tiene derecho a no querer compartir su vida contigo”, señala Jesús. Adrián se plantea cómo es posible que siga existiendo la violencia de género: “No sé cómo se puede llegar a matar a otra persona o a levantarle la mano”.
En el pueblo no hay ninguna calle o monumento que recuerde a María Zulay. Elisa Pérez Rosales, portavoz del Foro Contra la Violencia de Género en Tenerife, explica que lo más importante, no obstante, no son los homenajes, sino los recursos que se destinan a frenar la violencia machista: “En los últimos años no, pero hubo un caso de una estudiante de La Universidad de La Laguna donde una de las salas de la Facultad lleva su nombre. Yo creo que no deja de ser importante recordarla a través de un monumento o el nombre de una calle, pero creo que las administraciones públicas no solo deben dedicarse a eso sino a poner los medios para evitar los asesinatos de las mujeres. A lo largo de los años ha habido poco compromiso político y de las instituciones para definir medidas acordes a la gravedad del problema que estamos enfrentando”, denuncia.