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María José

Asesinada en Cervo
el 13 de enero de 2014

Texto: Cláudia Morán

Fotografías: Brais Lorenzo

Esta historia fue publicada en noviembre de 2021 y actualizada en diciembre de 2021.

El cementerio de la localidad

La luz de la tarde tiñe de amarillo el cementerio de la parroquia Cervo, en una ubicación privilegiada junto al monte y cerca del mar. Es un tono de amarillo distinto al de las flores secas que adornan las lápidas de María José y Adela, entre cientos de otras losas blancas, algunas decoradas con maceteros de Sargadelos. Hace buen día, es sábado y es septiembre, pero se nota el trasiego de familias que vienen a visitar a los que ya no están. Al menos, físicamente. Porque en esta parroquia todavía tienen muy presentes a Adela y a María José. Especialmente, a esta última. Para María José, la iglesia parroquial de Santa María era su segunda casa. 

Dentro del templo, la luz se cuela por los ventanales. Dos voluntarias llevan a cabo los preparativos para el día siguiente. Decoran la iglesia de flores de color violeta, y cargan hasta el altar, no sin ayuda, a la Virgen de los Dolores, que lleva una elaborada túnica de terciopelo del mismo color. Saben que, si María José estuviera viva, probablemente estaría con ellas ese día en la iglesia, y que Adela la acompañaría al día siguiente a la misa de domingo. Escuchan el nombre de María José y sonríen, amables, pero no hablan. No serán ellas quienes reabran la herida de una familia que vive con dolor. Estabilizan la pesada figura y le estiran el mantón de terciopelo. La luz realza el brillo de las dos únicas lágrimas que dominan el rostro de cerámica de La Dolorosa. Ni por asomo quieren hablar de lo sucedido el 13 de enero de 2014. Era lunes.

Un detalle de la virgen en la parroquia.

Y como todos los lunes, María José, de 44 años, se había levantado para ir a trabajar. Impartía clases de religión en un colegio de primaria a 25 kilómetros de su casa, en Cervo. Pero aquel 13 de enero de 2014 no lo hizo, ni ningún otro día más. Fue asesinada por su marido.

Pasadas las 8 de la mañana, María José estaba casi lista para salir del domicilio que compartía con su marido, José Ángel. Entró en el salón para coger su bolso y, cuando se agachó, él la golpeó fuertemente, varias veces y por sorpresa, con una contundente estaca de madera, lo que le causó una grave herida en la cabeza. Para asegurarse de que la mataba, José Ángel se desplazó hasta la cocina, cogió un cuchillo y la remató apuñalándola en el cuello. Son los hechos probados que recoge la sentencia.

Lo que ella no sabía es que, minutos antes, él había asesinado a su suegra, a la madre de María José, Adela, de 77 años, en la pequeña casa contigua donde vivía. Le había propinado fuertes golpes en la cabeza, con un trozo de madera similar, aprovechando que estaba dormida. José Ángel se valió de la situación de desamparo e imposibilidad de defensa de su suegra para matarla y, minutos después, hizo lo mismo con su mujer, cuando estaba totalmente desprevenida. Y huyó.

Después de dar varias vueltas en su vehículo por la comarca mariñana durante más de 24 horas, José Ángel confesó el doble crimen vía telefónica a la Guardia Civil de Burela y manifestó a los agentes su intención de suicidarse. Fue detenido en el Puente de los Santos, en el límite entre Galicia y Asturias. 

En sus primeras declaraciones ante el juez, antes de ingresar en la prisión lucense de Bonxe, el asesino alegó que tenía problemas económicos y que había matado a su mujer y su suegra “para que no sufrieran”. Las heridas de ambas, especialmente las de María José, revelaban “una violencia exagerada”, tal como aseguraron en su día los miembros de la investigación.

María José, además, que había estudiado Magisterio y se había convertido en la primera de su familia en obtener una licenciatura universitaria, disponía de su sueldo y ocupaba sus horas ayudando a los demás, como catequista y voluntaria en la parroquia, echando una mano a otras mujeres, personas migrantes, menores o en exclusión social. No tenía hijos y estaba dedicada a su profesión.

El colegio donde trabajaba María José.

Decir ‘las maté porque quería ahorrarles el sufrimiento’ es un argumento totalmente machista. Es decidir por ellas. Define desde qué lugar se está posicionando esta persona, por encima de las otras dos”, señala Fátima López, coordinadora de la comisión de Género del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG) y co-coordinadora del Turno de Guardia Especializada en Violencia de Género.

Es un razonamiento similar al que Marco, primo y sobrino, respectivamente, de María José y Adela, lanzó el año pasado en un programa de televisión, seis años después del crimen. “Se erigió en dueño y señor de la vida de su madre política y de su esposa y decidió que les había llegado la hora”, señaló este familiar, que no duda en catalogar lo ocurrido como un asesinato machista. No consideraron lo mismo en la mesa de análisis.

El plató es lúgubre. La luz, focal, ilumina los rostros de los integrantes de la mesa redonda. De fondo, un atrezzo de rejas y cortinas rojas y, en el centro, un panel con recortes de periódicos envejecidos. En la mesa, cinco hombres: cuatro expertos –un criminólogo y detective privado, un psiquiatra, un catedrático de psicología criminal y un policía judicial de la Guardia Civil miembro de la investigación– y el presentador. Es un nuevo programa de crímenes de la Televisión de Galicia, la televisión pública de la comunidad gallega. Los miembros de la mesa acaban de ver un documental sobre el doble asesinato de María José y Adela que recrea y reconstruye el crimen con detalle, donde participan allegados a las víctimas y un familiar, Marco. Ahora la mesa profundiza sobre el mismo, centrándose en distintas hipótesis sobre el asesino y sus porqués: el móvil económico y la humillación, el suicidio ampliado, el sentimiento de culpa, el narcisismo, la demanda de atención, la desorganización psicótica. Si es más difícil matarse o matar.

Desde el inicio, el catedrático de psicología criminal manifiesta sus dudas sobre el componente machista del doble crimen. “Creo que lo de la violencia de género, en este caso, no tiene mucho sentido porque, si las hipótesis que estamos planteando aquí son correctas, esa agresividad se hubiese expresado exactamente igual contra un hijo o contra un yerno”, dice. El resto de la mesa asiente, en silencio. “Claro que esto es puramente especulativo”, matiza. Su reflexión abre el debate a la formulación de más hipótesis que excluyen la violencia de género del doble crimen de Cervo.

Así es como está catalogado oficialmente, así lo califica la familia y así lo describían durante el documental los propios participantes en la investigación, uno de ellos, sentado en esa misma mesa. Pero nadie disiente ni pone en cuarentena las conclusiones del experto. En 2020, seis años después del asesinato de María José y Adela, en la televisión pública de Galicia, cuatro hombres expertos en diversas áreas niegan que se trate de un caso de violencia machista.

Y una cuestión más: en diciembre de 2021, Adela no está incluida en la lista de feminicidios registrados en España. Esto cambiará a partir de 2022, cuando, según ha anunciado el Ministerio de Igualdad, comenzarán a contabilizarse todos los crímenes machistas, más allá del ámbito de la pareja o expareja. 

Cervo tiene unos 4.200 habitantes.

No constaban violencias previas en el matrimonio y nadie, como en muchos otros casos documentados, podía explicarse lo sucedido. El colegio donde María José trabajaba y el centro educativo donde había sido docente con anterioridad cerraron durante varios días y celebraron concentraciones y minutos de silencio. Centenares de personas participaron en la concentración organizada por el Ayuntamiento de Cervo, cuyo alcalde, del Partido Popular, Alfonso Villares, había sido compañero de instituto de María José.

Él mismo tuvo que presidir esa concentración en repulsa por los dos asesinatos, el 15 de enero por la mañana. “Fue un día muy traumático. Cuando pones cara a las vecinas, a las amigas, la primera sensación es un trauma muy grande”, rememora. El regidor, que incide en la importancia de la educación como base para erradicar la violencia machista, defiende el endurecimiento de las penas como método disuasorio para los agresores machistas.

Un año y medio después de asesinar a María José y su madre, José Ángel fue condenado a 37 años de prisión y a no acercarse ni comunicarse con la familia de las víctimas durante 54 añosDe cumplirse íntegramente la pena que contempla la sentencia, saldría de prisión a la edad de 87 años. Su abogada, Adriana Santos, no ha podido confirmar a PorTodas si su cliente se ha adherido a algún tipo de programa de violencia de género durante su estancia en la cárcel. Desde su despacho, indican que la letrada no cuenta con la autorización de José Ángel para hacer declaraciones a los medios de comunicación.

La psicóloga del COPG Fátima López subraya que la reinserción social de hombres que han cometido una agresión o asesinato machista “es posible”, pero insiste en que “no se puede afirmar tajantemente”. “Lo que es posible es que se den las condiciones adecuadas para facilitar que la reinserción de un asesino machista sea posible”, aclara López. Rubén Villar, psicólogo especializado en violencia de género del mismo colegio profesional, añade que “intervienen muchos factores para que eso se produzca”. “Tienen que darse las condiciones adecuadas a nivel personal, laboral o relacional. El primer factor es el personal, cómo es su experiencia en el centro penitenciario, si hace o no un programa allí voluntariamente y si va a haber una adherencia a ese programa. Depende del caso, de su experiencia y de muchísimas circunstancias. Los programas funcionan, pero solo si intervienen otros factores”, explica. 

Villar coordina el programa de atención psicológica Abramos o círculo, financiado por la Secretaría Xeral de Igualdade de la Xunta de Galicia y dirigido a hombres adultos sin denuncias ni antecedentes penales que quieran acudir voluntariamente para aprender a relacionarse sin violencia. Para él, la clave está en que los hombres “puedan hacer una maniobra de autocuidado para no llegar a cometer una agresión”.

“La violencia de género es un problema que tenemos los hombres, pero que sufren las mujeres. Desde la aprobación en 2004 de la Ley Orgánica de Violencia de Género, estamos poniendo el foco sobre las personas que sufren el problema, pero no sobre el problema. Todas las campañas han ido siempre hacia el mismo lado, ‘denuncia’, ‘llama al 016’, pero no sobre los hombres que son violentos y que no se identifican en el rol de maltratadores”, añade.

Ambos expertos en psicología y violencia de género son conscientes de la controversia que genera esta propuesta, pero insisten en que la prevención primaria de la violencia machista pasa por poner el foco también en ellos. “Existe cierta demonización del hombre que ejerce violencia, y ahí ellos no se van a sentir identificados nunca para darse cuenta de que ellos mismos son un problema. Hay que tener en cuenta que comprender no es justificar”, concluye Fátima López.

El asesinato de María José y Adela tuvo una notable repercusión en los medios de comunicación locales, autonómicos y estatales. Pero la cobertura del caso tuvo enfoques morbosos y sensacionalistas que denotan una ausencia de perspectiva de género: se acudió a vecinas y vecinos como fuentes y se asumió implícitamente la argumentación del asesino.

Dos mujeres en la parroquia de Cervo.

En la parroquia de Santa María de Cervo, el párroco y todas las personas voluntarias recuerdan a María José y Adela. Pero siete años después, nadie en Cervo quiere volver a remover lo ocurrido. 

Ni el hermano e hijo ni el primo y sobrino de las víctimas han querido hacer declaraciones ni revivir una vez más lo ocurrido. Las personas más cercanas a ellos dan cuenta de lo insoportable que es, todavía hoy, volver a recordar el horror de haber perdido de golpe a dos mujeres a manos de otro familiar. Su expresión es una mezcla de nostalgia, cariño y duelo, y su respuesta, el silencio. Tampoco ellas quieren comentar nada, por respeto a la familia. Ojos brillosos en la distancia corta y sollozos ahogados al otro lado del teléfono.

“El duelo por asesinato es el más difícil de abordar. A veces, se convierte en duelo patológico”, afirma la psicóloga experta en violencia de género, quien considera que, aunque superarlo es posible, “no se está haciendo un buen seguimiento psicológico tras los casos de violencia de género”. “Hay dispositivos que prestan ayuda en los primeros momentos, pero luego los familiares se quedan un poco desamparados. A menudo, no quieren recordar y tampoco piden ayuda”, observa Fátima López.

En el chalet donde José Ángel acabó con la vida de María José, solo la planta baja está habitada. En la planta de arriba, las ventanas abiertas hacen ondear algunas lonas transparentes. Todo parece estar plastificado, como en una mudanza o como si se fuera a pintar. Donde hasta hace siete años hubo vida, hoy hay un espacio vacuo y, salvo por el vaivén de los plásticos, inerte.

“El olvido es el comienzo del triunfo de la historia de un crimen, y el crimen no puede triunfar, ni en la familia ni en la sociedad”, afirmó Marco en la que fue la última declaración del primo de María José en un medio de comunicación. 

Violencias previas

No constaba ningún tipo de denuncia previa. El alcalde recuerda que, al principio, los vecinos y vecinas trataban de buscar una explicación a lo ocurrido: “Se preguntaban qué le habría pasado a ese hombre porque, aparentemente, no había nada que hiciera ver que pudiera haber un problema tan grande en el matrimonio. Pero fue un doble asesinato terriblemente cruel, y eso encierra un odio encubierto, aunque desconozcas el motivo”, afirma Alfonso Villares.

En los primeros días tras el doble asesinato machista, algunos vecinos utilizaron adjetivos como “idílico” o “ejemplar” para referirse al matrimonio, sin poder creerse lo que acababa de suceder. Para la experta en violencia de género del COPG Fátima López, este tipo de reacciones tiene una explicación de base psicológica: “Ante algo inasumible, nuestra mente tiene que darle un sentido de alguna manera y, por eso, surgen mecanismos automáticos de negación, de justificación o de minimización. Aunque este no es el caso –añade López–, también es muy típico que la propia familia del agresor o de la víctima te diga que eso no es violencia de género, debido al factor de la culpa y la vergüenza. Asumir que un hermano, un yerno o un hijo es un asesino, es algo que supone un estigma a nivel social”. El matrimonio vivía solo, por lo que nadie más que ellos podían saber lo que ocurría en el día a día dentro del domicilio.

 

El asesino tenía una empresa de construcción.

El asesino

En Cervo, una de las zonas de mayor peso industrial de Galicia, donde bulle el conflicto de las plantas de aluminio de Alcoa y tiene su origen la famosa cerámica de Sargadelos, José Ángel era un pequeño empresario de la construcción en la comarca de A Mariña. Había heredado de su padre la empresa familiar, pero la crisis económica de 2008 y la paralización del sector habían hecho mella en el negocio. Tenía 52 años y, según declaró ante la Audiencia Provincial de Lugo, un reguero de deudas que sumaban una cifra de seis dígitos. 

El móvil económico fue su principal argumento ante el juez, al afirmar que había acabado con la vida de María José y Adela “para que no sufrieran”. Explicó que existían varias órdenes de embargo, incluyendo el salario de su mujer, que mantenía a la familia. “Él mismo no podría soportar, al parecer, su fracaso personal, y decidió salir por la tangente y hacer una barbaridad como esta, porque no tenía la socialización suficiente para darse cuenta de que todo se puede arreglar”, reflexionaba el primo de María José en televisión.

Cuando José Ángel llamó a la Guardia Civil para autoinculparse del asesinato de María José y Adela, aseguró a los agentes que había tratado de suicidarse, primero, en una casa de Lourenzá y, después, en un hotel de Burela. También amagó con tirarse del Puente de los Santos a la ría de Ribadeo. No lo hizo. Tras su detención, se le decretó prisión comunicada y sin fianza. 

La sentencia

El 18 de septiembre de 2019, y tras 20 meses en la prisión de Bonxe, José Ángel fue condenado a 34 años de cárcel por el doble asesinato de su mujer y su suegra, 17 por cada una de ellas, para los que se contempla el atenuante de confesión y el agravante de parentesco y alevosía.

La jueza también lo condenó a no acercarse a menos de 500 metros ni comunicarse con el hermano de María José, su mujer y sus hijas, durante 54 años, además de compensarle económicamente con 250.000 euros.

El vecindario guarda silencio siete años después.

El entorno

Siete años después, debido al dolor que el asesinato de ambas mujeres sigue causando –y por respeto al silencio de la familia–, nadie en Cervo quiere volver a remover lo ocurrido. El silencio es hoy una norma no escrita entre vecinos y allegados. “Muy buenas, muy buenas personas”, destacan algunos vecinos, y se van haciendo aspavientos de adiós con la mano.

“El duelo por asesinato es el más difícil a abordar. A veces, se convierte en duelo patológico”, afirma la psicóloga experta en violencia de género Fátima López, quien considera que, aunque superarlo es posible, “no se está haciendo un buen seguimiento psicológico tras los casos de violencia de género”. “Hay dispositivos que prestan ayuda en los primeros momentos, pero luego los familiares se quedan un poco desamparados. A menudo, no quieren recordar y tampoco piden ayuda”, observa.

 

 

La Administración

El Ayuntamiento de Cervo decretó tres días de luto oficial y convocó una concentración en repulsa por el asesinato de María José y Adela. El alcalde, Alfonso Villares, recuerda “la profesionalidad de las fuerzas de seguridad” en el operativo de detención de José Ángel tras el doble crimen. Asimismo, subraya el compromiso del consistorio en la lucha contra la violencia machista y la concienciación social a través de iniciativas municipales como la Asociación Mulleres en Igualdade de Cervo. 

Alfonso Villares también destaca el trabajo de la concejalía de Servicios Sociales en materia de detección y apoyo, de la que señala que “no ha externalizado sus servicios a ninguna empresa ajena al ayuntamiento”. Además, la página web del consistorio ofrece acceso directo a los principales programas, servicios y prestaciones socioeconómicas para mujeres víctimas de violencia machista a nivel municipal y autonómico.

“La educación de base de la sociedad es, sin duda, el camino de la prevención de la violencia de género”, afirma el alcalde, aunque opina que “la concienciación debe ir de la mano del refuerzo de las penas”. “A veces, uno se cansa de tantas movilizaciones y concentraciones cuando todo ha pasado. Los agresores tienen que pensar que, si matan, van a pasar muchísimos años en la cárcel. Si no reforzamos eso, creo que seguiremos igual”, considera el regidor.

Sin embargo, el psicólogo del COPG Rubén Villar no cree que el endurecimiento de las penas sea una solución para acabar con la violencia machista: “Un homicidio y un asesinato tienen sus propias penas y, por el hecho de ser de género, un agravante. Ahora también existe la prisión permanente revisable y, aun así, la violencia machista sigue existiendo. La solución pasa por la educación, por la concienciación, por la sensibilización”, asevera.

Una pintada.

Tratamiento mediático

La periodista Natalia Puga, que cubrió para un periódico estatal el doble crimen machista de Cervo, fue una de las participantes, como entrevistada, en el citado documental de la televisión autonómica. “Me sorprendió que en el debate final del programa no apareciera el componente de violencia machista, porque en el proceso de elaboración me preguntaron activamente por la violencia de género, y recogieron y sintetizaron correctamente todas mis declaraciones en el documental”, señala. “Creo que quienes elaboraron el documental y la dirección no tuvieron que ver con el resultado, sino que fueron los expertos del debate”, concluye la periodista.

Los expertos del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia se muestran críticos con el tratamiento por parte de la Televisión de Galicia del asesinato de María José y Adela. “El formato del programa no es el adecuado para abordar este tipo de casos. Primero, no es una labor de sensibilización ni de pedagogía; y segundo, el tipo de expertos que llevan pueden tener experiencia en su campo, pero para abordar este tipo de casos es imprescindible contar con una perspectiva de género. No olvidemos que el asesinato por violencia de género es un tipo específico de asesinato”, reflexiona la psicóloga Fátima López.

“Podría haber matado a otra persona, sí, pero no lo hizo. Mató a su mujer y a su suegra”, observa Rubén Villar sobre las palabras del catedrático de psicología criminal, y coincide en que “hay que ser experto en una mirada con perspectiva de género para no caer en esos mecanismos de justificación y de negación”.

Alba Taladrid, presidenta del colectivo Xornalistas Galegas en defensa de un periodismo con perspectiva feminista, es también tajante con el programa de la Televisión de Galicia: “Ningún medio puede consentir que se niegue el componente de género de un crimen que, además, está catalogado de forma oficial como violencia machista. Y mucho menos un medio público, que debe cumplir a rajatabla con su labor de servicio a la ciudadanía”, observa.

La presidenta de la asociación critica también el enfoque del espacio televisivo a la hora de abordar la violencia de género. “Incluir un asesinato de violencia de género en un programa de televisión focalizado en las motivaciones del asesino diluye absolutamente la perspectiva feminista, con un enfoque unidireccional”, añade Taladrid. Para evitar que este tipo de enfoques y comentarios se sigan produciendo en los medios gallegos, explica que Xornalistas Galegas reivindica la creación de “una figura que vele por la perspectiva de género en los medios de comunicación”.

Lamentablemente, la televisión pública gallega no fue el único medio de comunicación que obvió la perspectiva de género a la hora de abordar el doble asesinato machista de Cervo. Natalia Puga recuerda que, en 2014, cuando María José y Adela fueron asesinadas, “no se tenían las cosas tan interiorizadas como ahora”.

“Yo lo vivía más como un suceso que como lo veo ahora, y así es como se trataba en los medios”, recuerda Puga. Aunque afirma que ella, tanto entonces como ahora, huía de ciertas prácticas, como usar al vecindario como fuente. “No lo hago porque realmente no aportan nada, pero entiendo que hay compañeros a los que se lo piden específicamente. Yo tengo la suerte de que hace mucho tiempo que nadie me lo pide”, explica.

En los primeros días tras el doble asesinato, no faltaron en los medios declaraciones de vecinas y vecinos de Cervo, desde los que afirmaban que el asesino era “una buena persona” hasta los que remarcaban el “idílico matrimonio” que formaban María José y José Ángel. A medida que avanzaba el proceso judicial, el relato de José Ángel, vinculando los asesinatos con su voluntad de ahorrarle a su mujer y a su suegra el sufrimiento por las dificultades económicas, protagonizó enfoques y titulares que, sin entrecomillados, parecían comprar el discurso. 

Varios medios publicaron las declaraciones del empresario, en las que afirmaba que la noche antes del doble asesinato, María José había estado llorando. “El móvil del crimen parece haber sido la difícil situación económica que atravesaba la familia”, “Una familia normal hasta ayer” o “El homicida de Río Covo está constantemente abatido y preguntándose: ‘’¿Qué hice, qué hice?’”, son algunos de los titulares que aún hoy pueden encontrarse al buscar noticias sobre el caso de Cervo.

“Dar voz al asesino en un caso de violencia machista, tanto cuando el caso está abierto como cuando se resuelve su culpabilidad, es una mala práctica periodística que puede llevar a atenuar o justificar sus acciones de cara a la opinión pública, por lo que atenta contra la protección de las mujeres”, concluye la presidenta de Xornalistas Galegas.