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Rosemary

Asesinada en San Miguel de Salinas
el 14 de septiembre de 2014

Texto: Alba Mareca

Fotografías: Elvira Megías

A pesar del calor sofocante a principios de julio, tres mujeres están sentadas en sillas, a la sombra, en una calle de San Miguel de Salinas. Las tres han vivido siempre en este municipio de casi 6.000 habitantes que forma parte de la Mancomunidad de la Vega, en el sur de Alicante. Sin embargo, no es lo más habitual: la mitad de su población es de nacionalidad extranjera, de origen británico en su mayoría. 

“Ha sido siempre así, desde que recordamos”, dice una de ellas. Es por eso que uno de los bares más concurridos del pueblo tiene dos nombres: en su letrero, al lado de Bar Alegría, puede leerse, en una letra más pequeña, The Nut House. Sin embargo, “ellos [los ingleses] hacen su vida en las urbanizaciones de las afueras”, matiza otra vecina.

La terraza del Bar Alegría – The Nut House recoge la imagen: de Reino Unido y Alicante, comparten espacio pero no cruzan palabra.

La del Bar Alegría, también llamado The Nut House, es una de las terrazas más concurridas del municipio.

Vengan de donde vengan, las personas del pueblo preguntadas para este reportaje apenas parecen recordar que en una de esas urbanizaciones un hombre mató a su novia en septiembre de 2014 y fingió su desaparición durante medio año, hasta confesar el crimen en marzo de 2015. 

Operativos de la Guardia Civil y familiares estuvieron buscando a Rosemary durante seis meses. Charlie Bevill-Warcup, el agresor, que en ese momento tenía 75 años, escondió su cuerpo en un hoyo que él mismo excavó y sobre el que arrojó un puñado de ramas en una zona cercana a San Miguel de Salinas; un secarral conocido como El Zoco en el que se organizan mercadillos cada semana y que está en una de las salidas de la autopista que lleva hasta Algorfa.

El cuerpo de Rosemary estuvo seis meses enterrado en un descampado a un lado de la autopista que une San Miguel de Salinas y Algorfa.

En el municipio –y también en las redes sociales de la familia–, un cartel anunciaba la falsa desaparición. Bajo la palabra “desaparecida”, la foto de Rosemary y una descripción: 76 años, delgada, pelo rubio corto, con un tatuaje en el pie de un pequeño lagarto y otro de un delfín en el hombro derecho. Otro cartel destacaba lo dolorosamente obvio: “Rosie ya lleva desaparecida tres semanas. Es madre, abuela, hermana y amiga de muchos”. 

El mismo texto ofrecía un dato relevante: es la dueña de Alfie, un bichón maltés con el que a menudo se la podía ver paseando. La información no era banal. Quienes ahora recuerdan a Rosemary cuentan que le encantaban los perros. Por eso, una vez fue encontrada y antes de que su familia trasladase el cuerpo a Reino Unido, celebraron una despedida en la que animaban a quienes quisieran mostrar su apoyo a cambiar las flores por una donación a una protectora de animales de San Miguel de Salinas que ella conocía.

Es habitual ver a las mujeres inglesas que habitan la zona pasear a sus perros en los alrededores de San Miguel de Salinas.

El cartel terminaba con un ruego: “Por favor, recordad la mañana del 15 de septiembre o algún otro momento en el que penséis haber visto a Rosie, y por favor contactad con la Guardia Civil”. 

Según los hechos probados de la sentencia condenatoria, el 14 de septiembre, y durante una discusión, Charlie propinó varios golpes mortales en la cabeza a Rosemary con un bastón que utilizaba para caminar. La dejó en la cocina y se fue a dormir. A la mañana siguiente, acudió al domicilio de Rosemary en Ciudad Quesada, una urbanización cercana, para recoger unos muebles que ella estaba esperando. Al volver a San Miguel de Salinas, metió el cuerpo en su coche y lo abandonó. Horas más tarde, acudió a un cuartel de la Guardia Civil para denunciar su desaparición. 

Esta forma de actuar “es profundamente machista”, considera Puri Heras, profesora de Antropología Social e integrante del Centro de Investigación de Estudios de Género de la Universidad Miguel Hernández de Elche, quien insiste en que la violencia machista se basa en el control y la dominación. Heras resume así las consecuencias de lo que hizo Charlie: “Mantuvo durante más tiempo la violencia al ocultar que la había asesinado”. “Se trata de una violencia simbólica que impide hacer el duelo enseguida”, añade.

“Es él quien controla la situación y determina cómo van a ocurrir los acontecimientos posteriormente –prosigue la experta– hasta el punto de que extiende esa dominación hacia su familia y lo que tiene que ver con esa muerte”. En una cultura, además, “en la que el cuerpo es importante”. “El cadáver es importante”, recalca Heras, “y sin él no se le puede acusar”.

El agresor vivía en una de las urbanizaciones de San Miguel de Salinas cuyos residentes son, en su mayoría, de origen británico.

La hija de Rosemary, Cheryl, hizo el último llamamiento para encontrarla una semana antes de que Charlie confesara. Fue a través de uno de los periódicos ingleses que se editan en la zona, el Costa Blanca News, donde, tras conocer la confesión, explicó que nunca se creyó la historia de Charlie. Aunque varios medios nacionales hablaban de una discusión por motivos económicos entre ambos, Cheryl atribuía lo ocurrido a otro desencadenante: su madre tenía “nuevos planes propios”.

Urbanización en las afueras del pueblo.

El juicio contra el acusado se celebró dos años después, en el verano de 2017, en los juzgados de Torrevieja. En abril de 2018, la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana dio a conocer la sentencia. Una condena de 14 años para Charlie por un delito de homicidio con el agravante de parentesco. El juzgado popular que participó en el proceso no consideró que hubiese alevosía –y es por eso que no se le condenó por asesinato– a pesar de que el agresor confesó haber golpeado a Rosemary en el suelo. 

En una información publicada en Costa Blanca News a raíz de la decisión judicial, la hija de la víctima explicaba estar en desacuerdo y decía sentirse devastada. También iba más allá, ya que para ella, esta sentencia era una evidencia más de cómo el sistema judicial no tiene en cuenta las consecuencias de la violencia contra las mujeres. Tras intentar entrevistarla para este reportaje, finalmente no ha sido posible.

Charlie también estaba obligado a indemnizarla a ella y a su hermano, el hijo de Rosemary, con 37.000 euros a cada uno.

Cartel en varios idiomas.

El feminicidio trascendió en medios nacionales e ingleses. Unos y otros, por lo general, mencionaban que se trataba de una pareja de nacionalidad británica –los segundos para justificar el interés informativo–. Según una noticia publicada en Costa Blanca News, Rosemary llevaba unos diez años en Alicante, tras marchar de Reino Unido al quedarse viuda. Charlie y ella tenían una relación sentimental desde hacía cinco años en el momento en que ocurrió el crimen y formaban parte de esa comunidad de ingleses “algo cerrada”, como la describen algunas personas que conocen bien la zona. 

Es por eso que el caso rompe algunos mitos, como explica Puri Heras, ya que no suele asociarse la palabra “extranjero” con personas que vienen de Europa. Además, en el imaginario colectivo, “entendemos que esa es una sociedad igualitaria y no la asociamos a la violencia”. Sin embargo, dice Heras, “eso no tiene nada que ver: los hombres rubios, blancos, son también violentos”. “Es importante romper con los perfiles; no hay perfiles de hombres maltratadores y es una cuestión del sistema, no de relaciones sociales específicas, ni de países ni de Estados; atraviesa a todas las clases sociales y todas las poblaciones”, concluye.

No obstante, Heras sí considera importante tener en cuenta las especificidades de la población y, sobre el contexto del sur de Alicante, ve necesario que la información sobre violencia machista esté también en inglés. “Sería interesante hacer un trabajo interno, que alguien de su comunidad –ya que existen rasgos culturales diferentes en las formas de relacionarse– pudiera informarles sobre la ley española, así como trabajar en la prevención, explicarles cuáles son los recursos disponibles en esta materia, las penas y cómo se considera la violencia de género en España”, apunta.

En la misma línea, Modes Salazar, jefa de la Unidad de Violencia sobre la Mujer, dependiente de la subdelegación del Gobierno en Alicante, señala que “el grave problema es que existe mucha tolerancia hacia la violencia contra las mujeres”. “Está tan normalizada en todas las sociedades que a la inmensa mayoría de mujeres les cuesta admitir que la sufren”, añade.

Durante la final de la pasada Eurocopa, en la que jugaban Inglaterra e Italia, se difundió en medios y redes sociales un estudio en el que se expone cómo en Inglaterra es habitual que la violencia machista aumente tras los partidos de fútbol.

La investigación del Centre for Economic Performance de la London School of Economics, publicada el pasado 4 de julio, indica que las agresiones se reducen un 5% durante los partidos pero aumentan un 8,5% en las diez horas posteriores, un problema del que ya alertó el National Centre of Domestic Violence en 2018, durante la celebración del mundial de fútbol, bajo el lema “si Inglaterra recibe una paliza, ella también la recibirá”.

Como parte del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, el Ayuntamiento de San Miguel de Salinas ha recibido una partida de 1.732 euros. El consistorio, junto a la Agencia de Igualdad de la Mancomunidad de la Vega, editó el pasado año una Guía de Ayuda a la Mujer sobre relaciones violentas que incluye información sobre cómo detectar la violencia de género y cuáles son los recursos disponibles en el municipio. Tanto este documento como la tarjeta de recursos que lo complementa están disponibles únicamente en castellano en la página web del Ayuntamiento. Tras varios intentos por contactar con su área de Servicios Sociales, Igualdad y Diversidad, no hemos recibido respuesta.

Cartel de la Generalitat Valenciana en el Centro de Salud de San Miguel de Salinas.

El centro de salud de San Miguel de Salinas avisa a través de un cartel en su entrada de que es un espacio libre de violencia de género, una iniciativa que recientemente se ha puesto en marcha desde la Generalitat Valenciana. “Los servicios de salud se están implicando: se ha formado a un gran número de profesionales, pero hay que seguir”, explica Salazar. Algunas medidas, como la implantación del programa SIVIO –una aplicación para detectar y hacer frente a casos de violencia machista desde la sanidad–, se han ralentizado por la pandemia.

“Nuestra convicción es trabajar desde la prevención; es mejor evitar caer en la violencia que intentar salir de ella”, cuenta la jefa de la Unidad de Violencia sobre la Mujer de Alicante, quien señala “el negacionismo” como “el principal riesgo porque predispone socialmente en contra”. Modes Salazar también insiste en tener en cuenta aquellas situaciones que aumentan la vulnerabilidad frente a la violencia machista: mujeres de mayor edad, mujeres que viven en entornos rurales, que tienen dependencia económica del agresor o mujeres migrantes.

Una calle de San Miguel de Salinas.

 

 

 

Violencias previas

No constan violencias previas ni episodios anteriores de violencia machista.

El condenado por homicidio

Charlie Bevill-Warcup tenía 75 años en el momento en que mató a su pareja, Rosemary, de 76, el 14 de septiembre de 2014. Tras propinarle varios golpes con un bastón que le causaron la muerte, escondió el cadáver en un descampado cercano a San Miguel de Salinas y denunció su desaparición ante la Guardia Civil. 

Según informaron algunos medios de comunicación, el hombre de origen británico se derrumbó en uno de los interrogatorios, seis meses después, y acabó confesando lo ocurrido, cuando los operativos de la Guardia Civil y la familia de Rosemary llevaban medio año buscándola. Según los hechos probados en la sentencia condenatoria, él estaba en pleno uso de sus facultades en el momento del crimen. El juzgado popular que participó en el juicio, sin embargo, no vio alevosía en lo sucedido y fue condenado a 14 años de cárcel por homicidio con agravante de parentesco. También estaba obligado a indemnizar al hijo y a la hija de Rosemary con 37.000 euros a cada uno. 

La sentencia añade que durante el juicio varió su testimonio “bien optando por no recordarlo” o bien diciendo que todo fue un golpe fortuito. 

En una información publicada en el medio Costa Blanca News, la hija de Rosemary, Cheryl, explicó que nunca creyó la historia que Charlie había contado respecto a la desaparición. 

Charlie vivía en una casa en una de las urbanizaciones que rodean San Miguel de Salinas. Fue allí, en la cocina, donde cometió el feminicidio.

El entorno y la familia

La familia de Rosemary estaba en Reino Unido cuando Charlie denunció su desaparición, en septiembre de 2014. Según la sentencia, su hija se desplazó hasta Alicante para saber qué ocurría con su madre. Desde sus redes sociales y a través de carteles que anunciaban la supuesta desaparición, intentó localizar a Rosie, como la llamaban, durante seis meses. Una vez Charlie se declaró culpable, esta dijo al periódico Costa Blanca News que no había creído la historia que contó la pareja de su madre y explicó que consideraba que todo había ocurrido porque Rosemary tenía “nuevos planes propios”.

Rosemary tenía otro hijo, hermano de Cheryl, y a ambos les correspondía una indemnización de 37.000 euros cada uno, según la sentencia condenatoria.

Rosemary y Charlie formaban parte de la comunidad de personas de origen británico que habitan numerosas urbanizaciones que rodean los pueblos de la Vega Baja, zona en la que se enmarca San Miguel de Salinas. Según explican en este pueblo quienes lo conocen bien, a pesar de que “siempre ha sido así”, ingleses y sanmiguelenses apenas se relacionan entre ellos, lo que lleva a algunas fuentes consultadas para este reportaje a concluir que se trata de una comunidad “algo cerrada”. Según los carteles a través de los cuales se pretendía encontrar a Rosemary, esta era conocida en la zona y “amiga de muchos”.

La Administración

En 2014 hubo cinco feminicidios en la provincia de Alicante. Según un informe elaborado por el Consejo General del Poder Judicial en el que analiza los 1.000 primeros asesinatos machistas registrados desde el año 2003, Alicante es la tercera provincia de España en la que han asesinado a más mujeres, tras Madrid y Barcelona. La séptima si se tiene en cuenta el porcentaje de población.

El feminicidio de Rosemary evidencia la importancia de las administraciones de la zona por llegar a una parte de su población que hace vida en una comunidad más o menos cerrada, formada por personas de la misma nacionalidad y que a menudo solo hablan inglés.

Según Puri Heras, profesora de Antropología Social e integrante del Centro de Investigación de Estudios de Género de la Universidad Miguel Hernández de Elche, debería considerarse ofrecer a esas personas información relevante sobre cómo se considera la violencia de género en España. También recursos y herramientas sobre a dónde pueden acudir a pedir ayuda y mediante qué señales detectar si se encuentran en una relación de maltrato. La experta sugiere recurrir a “la creatividad” para llegar a concienciar y sensibilizar a más personas.

Como parte del Pacto de Estado contra la Violencia Machista, el Ayuntamiento de San Miguel de Salinas ha recibido una partida de 1.732 euros destinadas a la sensibilización y la concienciación social sobre la violencia contra las mujeres.

“Tanto el Pacto de Estado como el Pacto Valenciano contra la Violencia de Género y Machista tienen muchas medidas, pero no llegamos a todas las franjas de edad”, critica Heras. Entre otras medidas que se han implementado en los últimos meses en el territorio, la jefa de la Unidad de Violencia sobre la Mujer, dependiente de la subdelegación del Gobierno en Alicante destaca las siguientes: “Se han firmado protocolos y se está mejorando la formación de policías locales, FCSE, personal sanitario… Un avance importante también ha sido la consideración de víctima sin necesidad de poner denuncia judicial, ya que para llegar a este punto las mujeres llevan casi una década sufriendo malos tratos”. 

 

El tratamiento mediático

Medios británicos y nacionales hablaron del crimen, sobre todo desde el momento en el que se encontró el cadáver de Rosemary, tras la declaración de Charlie. En la prensa local, trascendió sobre todo el hecho de que él la hubiese matado “a bastonazos”. Así, una vez se conoció la sentencia, ABC titulaba: “Catorce años de cárcel para el septuagenario que mató a su pareja a bastonazos en San Miguel de Salinas”. Entre la mayoría de medios de comunicación, los titulares destacan principalmente su edad –75 años en aquel momento–, más allá de su nacionalidad, de forma diferente a como suele ocurrir con personas procedentes de otros países, sobre todo de fuera de Europa. No obstante, muchas de las informaciones publicadas sí incluían este dato en el cuerpo de la noticia.

El medio inglés que se edita en Alicante Costa Blanca News informó en todo momento de lo ocurrido e incluso llevó los hechos a su portada. Además, incluyó las declaraciones de Cheryl, la hija de Rosemary, quien hizo su último llamamiento para encontrar a su madre a través de sus páginas.

 

Por Todas

Siete años después

A las afueras de San Miguel de Salinas, una casa aparentemente abandonada recuerda que su propietario está en prisión. Mientras Charlie cumple su condena por homicidio, la familia de Rosemary todavía frecuenta la zona, como tantas personas de origen británico que argumentan “el buen tiempo” para explicar por qué decidieron mudarse al sur de Alicante. Tras una conversación con su hija, esta declinó finalmente ser entrevistada para este reportaje.