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Antonia

Asesinada en Cúllar Baza
el 4 de septiembre de 2014

Texto: Olivia Carballar

Fotografías: Soraya Pedrosa Lara (Asociación Cullarense de Aficionados a la Fotografía)*

-Emilia, tengo tantas ganas de conocer a mi nieto, que me parece que no lo voy a conocer. 

-Anda ya, Antonia. Qué tonta estás. 

Emilia reconstruye con templanza esta conversación que mantuvo con su hermana Antonia hace poco más de seis años. Entonces, aquellas palabras de Antonia parecían no tener ningún sentido.

Qué tonta estás.

La hija de Antonia estaba embarazada de cuatro meses y ella tenía tantas ganas de ser abuela que lo expresó de este modo.

Tantas ganas tengo…

Podría haberlo expresado de muchas otras formas. Pero lo hizo así, según cuenta Emilia.

que me parece que no lo voy a conocer.

¿Qué sentido podría tener? Así lo recuerda su hermana Emilia, con la exactitud de unas palabras que, repetidas más de un lustro después, pueden dar miedo. Y dan miedo pensarlas ahora porque Antonia ya no está, porque Antonia dejó de estar antes de que naciera aquel niño. Su marido la asesinó por aquellas fechas a las puertas de su casa, en Cúllar Baza, un pequeño pueblo de Granada. Por eso la reconstrucción de aquella conversación, aparentemente anodina y propia de una futura abuela ilusionada con ver al niño recién nacido, cobra sentido ahora en la cabeza de Emilia: “Porque efectivamente mi hermana, que era una mujer increíble, no conoció a su nieto”. 

-Ay, Emilia. Yo no puedo vivir con este hombre.

-Pues Antonia, sepárate.

-Es que él dice que se suicida como lo deje. Pero Emilia, yo con este hombre no puedo. Yo prefiero vivir tranquila los años que me queden por delante. 

Muchas tardes, Antonia y Emilia se subían al mirador, con la torre del pueblo al fondo, con el cielo y las colinas, y hablaban de sus cosas. “Mi hermana era una mujer muy guapa. Con su pelo rubio, sus ojos verdes. Siempre iba muy bien arreglá”. Así se ve en una foto que Emilia aún conserva en su móvil, con sus castañuelas en las manos, como tanto le gustaba repiquetear. “Y este hombre tenía unos celos enfermizos. Era un lobo disfrazado de cordero. A mi hermana le tocó ser madre muy pequeña. Nos cuidó a todos porque mi madre trabajaba. Nosotras nos llevábamos 14 años. Era una mujer muy hogareña, que lo sabía hacer todo y con una mentalidad muy avanzada. Y este hombre empezó a hacerle la vida imposible con el machaqueo psicológico. Que si le ha puesto mucho picante a la comida, que si tal…”.

En aquel mirador hay ahora un busto de Antonia. “Era como nuestro refugio, un sitio en libertad. En el Ayuntamiento me preguntaron qué lugar sería el apropiado para recordarla y decidimos que este. A mi hermana le encantaba. A veces hasta lo limpiaba ella misma. Mi hermana era muy limpia. Así que, qué mejor sitio que este para recordarla”. Emilia, que habla a través del teléfono, tiene una forma de narrar los hechos que permite, de algún modo, imaginar todo aquello, estar en los lugares sin haberlos pisado, en conversaciones que nadie escuchó. 

-Antonia, Antonia, Antonia, dime algo, por favor. Antonia, hermanita, no me dejes. ¡Por favor, que alguien me ayude! ¡Auxilio!

Emilia recuerda aquel día, el 4 de septiembre de 2014, como si hoy siguiera siendo 4 de septiembre de 2014: “Mi hermana llamó a mi hermano, que estaba trabajando en ese momento en la tienda de comidas preparadas y luego me llamó a mí. No tardé nada en llegar, el tiempo de ir de mi casa a la suya, y me la encontré ahí, tirada en la calle, con la sangre, delante de la puerta de su casa. Yo me imaginé que había sido él. Al principio la gente no se acercaba. Era normal, tenían miedo de que pudiera salir y hacerles algo. Pero a mí lo que menos me importaba en ese momento era mi vida. Quería salvar a mi hermana, le quedaba un hilo de vida. Y ya empezó a llegar la gente”. 

El mirador dedicado a Antonia.

Según los hechos probados de la sentencia condenatoria, dictada por la Audiencia Provincial de Granada, sobre las nueve y media de la noche, en un momento de una discusión, Antonia salió a la calle, el agresor, Antonio, cerró la puerta y se quedó dentro de la casa. Al poco tiempo, después de que ella hubiera llamado a su hermana, él salió con una escopeta cargada y le disparó. El impacto ocasionó su fallecimiento de manera casi instantánea después de un shock hipovolémico producido por la hemorragia. La sentencia añade que el disparo se efectuó de forma sorpresiva y “sin que Antonia tuviera posibilidad alguna para reaccionar debido a lo inesperado y repentino de la acción”.  

Emilia respira y sigue narrando las sensaciones con tranquilidad. “A mí se me hizo eterno ese momento hasta que llegó la ambulancia. Nos fuimos detrás hasta el hospital, nos metimos por Urgencias. Yo tenía esperanzas, ¿sabes? Pero luego nos metieron en una habitación y nos lo dijeron. Había muerto. A mí la vida se me derrumbó. ¿Cómo se lo dices a su hija, embarazada de cuatro meses? ¿Cómo le explicas eso?”, reflexiona Emilia. La hija de Antonia fue incapaz de ir al entierro de su propia madre. Su tía Emilia tampoco fue a despedir a su hermana. Se quedó con su sobrina. 

Inmediatamente después de efectuar el disparo, el marido entró en la vivienda, cerró la puerta con llave y se dirigió a su dormitorio, donde se disparó a sí mismo varias veces con la intención de suicidarse, prosiguen los hechos probados. El último tiro le causó heridas en la hemicara derecha y en la mejilla y mentón izquierdo. Cuando los agentes de la Guardia Civil llegaron y lograron abrir la puerta, les dijo que había disparado a su esposa porque le estaba haciendo la vida imposible y que estaba arrepentido de haberlo hecho. El entonces acusado presentó un ofrecimiento de su cuota de participación en tres bienes inmuebles, en pago de la responsabilidad civil solicitada.

Con todo ello, la Audiencia Provincial de Granada condenó a Antonio a 17 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía, agravante de parentesco y atenuante de confesión. Además, le fue impuesta la prohibición de aproximarse a la hija de Antonia –de una relación anterior– y a una indemnización de 60.000 euros. La Fiscalía, la acusación particular y la Junta de Andalucía habían solicitado 20 años y 100.000 euros de indemnización. 

La acción clarificadora de la justicia

“Te van diciendo que le quitan años a la condena, que le quitan años, y tú no sabes por qué. Vamos, yo, si te digo la verdad, hoy, en la fecha en la que estamos, no sé por qué le rebajaron la pena”. Emilia no termina de entender por qué, tras el recurso del asesino, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) rebajó la condena hasta los 15 años. En esta ocasión, el TSJA le sumó como atenuante la reparación del daño. “Yo tuve que ver durante el juicio cómo se presentaba erguido y arrogante, cuando esperaba ver a una persona agachada y moribunda. ¿Pero eso qué es? Tuve que  morderme la lengua”.

¿Qué es la reparación del daño? ¿Cómo se explica este argumento jurídico a la hermana o a la hija de una mujer asesinada por su marido?

El TSJA lo explica de este modo. “En nuestra sentencia de 19 diciembre de 2016, para un supuesto similar de ofrecimiento de bienes aún no aceptado, apreciamos la concurrencia de la atenuante de reparación del daño dado su carácter objetivo, que únicamente requiere la constatación del hecho de un ofrecimiento real y significativo hecho con anterioridad al comienzo del juicio oral, aun cuando quepa la sospecha de que la motivación subjetiva de dicho ofrecimiento no exprese reconocimiento o arrepentimiento, sino la intención de obtener un beneficio penológico, habida cuenta de que esta atenuante persigue un fundamento de política criminal independiente de la intensidad de la culpabilidad o de la sinceridad de un arrepentimiento”. 

Aquella sentencia que toma como ejemplo el TSJA, y que se centra en el carácter objetivo de esta figura atenuante, es la que rebajó la pena al marido de Raquel, otra mujer asesinada en 2014 en Andalucía analizada en PorTodas. En aquel momento, cuando el TSJA rebajó la condena al marido de Antonia, el Tribunal Supremo aún no se había pronunciado sobre el recurso que puso la familia de Raquel y que terminó quitando la razón al TSJA y al asesino –que había alegado también reparación del daño–.

Así explicaba el Supremo el rechazo a la reparación del daño en el caso de Raquel: “Su importe en relación a la cuantía en que quedaron concretadas las responsabilidades civiles fue ínfimo, prácticamente simbólico, pues apenas cubrió un cuatro por ciento de las indemnizaciones fijadas a favor de las víctimas y no impugnadas por la defensa. No fue un acto espontáneo, sino la respuesta al requerimiento judicial de prestación de fianza para cubrir las eventuales responsabilidades civiles. Se limitó el acusado a ofrecer unos bienes que por su carácter ganancial en principio pertenecían por mitad a cada cónyuge, activos fácilmente localizables, pues tanto los saldos en cuentas bancarias como el registro de vehículos son datos a los que se accede a través de la plataforma de búsqueda habilitada a tal fin por el Consejo General del Poder Judicial a través del Punto Neutro. En definitiva, bienes que, si es que no habían sido ya embargados, habrían de serlo de manera inmediata por efecto de las correspondientes medidas cautelares reales”. 

Es un argumento muy parecido al que la Audiencia Provincial de Granada había alegado en el caso de Antonia para no conceder la reparación del daño a su asesino: “El daño ocasionado al quitar la vida a otra persona es irreparable y no tiene vuelta atrás. El pago de tales perjuicios económicos aunque fuera integro de lo que se reclame, sólo en parte, podría compensar las consecuencias de la lesión del bien jurídico que se protege. Por ello se insiste en que la reparación debe ser suficientemente significativa y relevante, pues no procede conceder efecto atenuatorio a acciones fácticas, que únicamente pretende buscar la minoración de la respuesta punitiva sin contribuir de modo eficiente y significativo a la efectiva reparación del daño ocasionado”.

En este caso, el asesino de Antonia ofreció su cuota de participación, al 50%, en los bienes pertenecientes a la sociedad ganancial que tuvo con la víctima (además de ofrecer también la cuota legal usufructuaria de los bienes hereditarios de la víctima). 

“No sé cómo se lo montan para que se les rebaje la pena –insiste Emilia–. Eso fue otro leñazo muy gordo. ¿Dónde están nuestros derechos? Las leyes están más a favor del asesino, tienen más privilegios. A ti te dejan desamparada. Ahí te dejan con tu dolor”. 

Antonia solía pasar ratos con su hermana en este mirador.

¿Cómo se le explica, por tanto, a una familia que dos tribunales interpreten de manera distinta la ley para condenar con más o menos pena al asesino de su madre, de su hermana? Porque –en los casos analizados hasta el momento– suele haber coincidencia en cómo aseguran sentirse las familias de las víctimas, suele haber coincidencia en esa desprotección de la que hablaba Antonia frente a los derechos del asesino. ¿En qué medida es una percepción fruto del dolor y en qué medida puede ser verdad? Sobre ello, la abogada especializada en violencia de género Amparo Díaz apunta a una cuestión fundamental: la falta de explicación desde las propias instancias judiciales. “En muchos casos, las sentencias ni siquiera explican bien los hechos hasta tal punto que cuando las víctimas escuchan los hechos probados no se sienten reconocidas.Y, por otro lado, tampoco explican bien las categorías jurídicas. La justicia, que debería ser cercana, no lo es”. 

Díaz insiste en esa labor clarificadora y en las deficiencias del sistema judicial: “Yo suelo hacer un ajuste de expectativas, que es un balance entre lo que es justo y lo que se puede conseguir y cómo las van a tratar en la práctica. Y así las familias van más preparadas y sufren menos a la par que se suele conseguir mejores resultados. Porque tienen que enfrentarse a muchos impactos: el primero, el paso del tiempo, la cantidad de veces que tienen que declarar… También es frecuente entre las víctimas, según la abogada, la impresión de que su caso se aborda con mucha superficialidad: “Para ellas es muy difícil entender por qué su abogado tiene que estar luchando para que las dejen hablar, cuando una víctima está intentando conseguir romper la ley del silencio, hacer público lo que ha sucedido. Y el sistema  judicial no va a estar en la misma onda: precariedad, falta de recursos, condicionado por unas leyes que no han sido cubiertas por recursos humanos especializados y con personas que no solo tienen sesgos cognitivos, sino que además no son conscientes de ello. Son tantas las resistencias que hay a la hora de perseguir esos delitos”.

Y todo ello es, según Amparo Díaz, maltrato institucional: “Yo misma me tengo que revisar constantemente. A mí, para trabajar en esta materia no me han hecho ningún test psicológico, no se lo hacen a ningún fiscal. No se lo hacen a personas que son negacionistas de la violencia o que incluso han padecido violencia en la infancia y que, basadas en el bloqueo emocional, no quieren todavía ver la violencia por ningún lado”.

La abogada añade otra patata caliente: el choque brutal entre los servicios especializados en atender a las mujeres y el sistema judicial, que genera más confusión en las víctimas: “Los primeros te dicen que denuncies, que pidas protección, y el sistema judicial te dice verbalmente o con las acciones: ¿Y usted para qué ha denunciado? Es desquiciante y hay, por otra parte, mucha normativa que no se aplica”. 

La familia de Antonia no recurrió la sentencia que rebajó la pena al asesino. Llevaba ya mucho sufrimiento acumulado. Y, como explica el abogado que la representó, Anselmo Martínez, eso hubiera supuesto otro coste emocional: “Para revisar una condena al alza debe celebrarse nuevo juicio y ser oído el condenado por aplicación de la doctrina del Tribunal Europeo”, sostiene.

“No todas las víctimas quieren recurrir, y es injusto que tengan que llegar hasta el Supremo”, añade Díaz. Porque en muchas historias, el caso se alarga durante años, con distintas interpretaciones de la ley, con distintas condenas y con el dolor más ampliado por todo ello. El caso de Ana, también documentado en PorTodas, es un ejemplo claro del calvario que se vive después del asesinato en las instancias judiciales: seis años después, el caso continúa en los tribunales.

Y luego está la explicación que mejor entiende la familia de una víctima y que es la que no se les suele dar: “Es una vergüenza que exista ese atenuante”, dice rotunda Amparo Díaz. “Habría que quitarlos para los delitos contra los bienes personales, lesiones, maltrato. Pero aun sin eliminarlos, solamente aplicando la perspectiva de género, no deberían aplicarse. Es que el daño es tan grande y tiene un efecto tan fuerte… incluso para otras posibles víctimas. A veces ellos usan esas noticias para amedrentar a sus parejas, aprovechan la información que sale, incluso los atenuantes a su favor”, sostiene la abogada. 

El recuerdo

Antonia pertenecía a la asociación de mujeres Siglo XXI. Su presidenta, Pilar Cano, concejala de Igualdad en el Ayuntamiento de Cúllar (IU) cuando se produjo el asesinato, rememora cómo a Antonia le preocupaban las injusticias y, recuerda, cómo no, el momento en que se enteró de lo que había pasado: “Lo recuerdo como un mazazo, me tuve que salir a la terraza, tenía ganas de vomitar, fue una cosa muy traumática, una conmoción en el pueblo entero. Empezamos a movilizarnos e hicimos una concentración a los pocos días, en la Plaza Mayor”. Pilar, que atiende al teléfono momentos antes de ir a rescatar a un perrito abandonado, también se fija en detalles que hoy, seis años más tarde, se ven de otra manera. “Me dijo que al final la borrara del viaje, a ella y a su marido, que esta vez no iban a ir. Era un viaje de los muchos que hacíamos. No vimos nada que nos pudiera hacer pensar que pudiera estar viviendo eso”. 

Desde el Ayuntamiento, gobernado entonces por el PP y hoy por IU, se promovió el busto en el mirador, que también lleva su nombre, como algo con lo que nunca el pueblo pudiera olvidar a aquella mujer ni lo que había pasado. Todos los partidos políticos con representación en el consistorio –PP, PSOE e IU– estuvieron de acuerdo.

Pilar Cano ya no es concejala, pero cuenta que aprovecha cada mínima oportunidad para poner en marcha actividades en favor de la igualdad. “Un pasito más, mujer valiente”, dice la canción de Manuel Carrasco con la que ha animado un vídeo dedicado a las mujeres en el ámbito rural. Libres, creadoras, independientes y reales son algunos adjetivos que acompañan los retratos de estas mujeres. De los talleres de pintura y grafitis desarrollados por la asociación, hay murales en el pueblo dedicados a la igualdad. Han hecho y siguen haciendo charlas en colegios, institutos… “La educación es la base de todo. Hasta incluso con los de la guarde hemos hecho cuentacuentos, como aquel de la princesa que no quería casarse con el príncipe”, explica. 

Con financiación del Pacto de Estado, acaban de iniciar un taller de bordado que se llama De lo femenino a lo feminista. “Las sufragistas sacaban sus carpetas, muchas bordadas por ellas”, argumenta por las posibles críticas hacia una labor asociada tradicionalmente con las mujeres. 

Seis años después de aquel asesinato, a una hora y media de otro pueblo también llamado Cúllar, donde fue asesinada Ana Orantes, la familia de Antonia, pese a todo, sigue destrozada. “He intentado no tener remordimientos con su muerte –prosigue Emilia–. No podía haber hecho más. Yo sabía que la situación no era buena, pero jamás hubiera imaginado que pasaría lo que pasó. Él era una mosquita muerta y ahora está mejor que nosotros. Afortunadamente, gracias a la valentía que ella me dio y a que he tenido que hacer un bloqueo mental, nunca he necesitado terapia”. 

-Dios mío, que te perdemos. 

Emilia dice que llamaba cada hora a su sobrina después del asesinato. 

-Tú no le puedes quitar a tu hijo la opción que no disfrute de ti. No prives a tu hijo de una madre. Hay que seguir viviendo.

El nieto de Antonia nació. Hoy tiene seis años. Ella no lo conoció. Pero él tampoco ha podido conocer a su abuela. Este es uno de los sufrimientos que quedan después de un feminicidio y eso es lo que apenas se ve desde fuera, cuando pasan los años. En Cúllar, el busto de Antonia queda como testigo.

*La pandemia ha impedido viajar en esta ocasión hasta el pueblo donde se produjo el feminicidio. Esta historia fue publicada en enero de 2021.

Violencias previas

Antonia no había presentado ninguna denuncia ni había pedido ningún tipo de ayuda a la Administración. Según los informes disponibles y expertas que trabajan con mujeres de más de 60 años, la mayoría denuncia en menor medida que en otras franjas de menor edad. En muchos casos las mujeres llevan toda su vida sometida al maltrato, que suele ser más de tipo psicológico que físico. El estudio Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género, publicado por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, incide en esta cuestión y concluye que la violencia machista que sufren las mujeres de avanzada edad es menos visible que la de víctimas más jóvenes. 

“La violencia de género contra las mujeres mayores es un fenómeno menos denunciado y menos atendido y entendido por el entorno y los recursos públicos. En lo que respecta a la protección de las personas mayores frente al abuso y maltrato, existen algunos protocolos de actuación a nivel local o autonómico, pero no de ámbito estatal”, dice el informe. Según el documento, el abordaje de la violencia de género en mujeres mayores de 65 años requiere un enfoque específico, tanto en lo que respecta a su proceso de concienciación como víctimas, como a la información sobre sus derechos y los recursos de protección y apoyo disponibles.

El asesino

Antonio, entonces con 59 años, mató a su esposa con una escopeta y luego se hirió él mismo con el arma. Durante el juicio, dijo que ella nunca le había propuesto separarse de él porque era “su ojito derecho”, según recogieron las crónicas de los medios que cubrieron la vista. 

Su defensa calificó los hechos procesales como constitutivos de un delito de homicidio con las atenuantes de la responsabilidad penal de confesión, de alcoholismo, de reparación del daño y la eximente incompleta de trastorno mental transitorio.

Sobre esto último, el jurado de la Audiencia de Granada determinó lo siguiente: “El acusado admite que discutieron, pero como últimamente ocurría, y no ha ofrecido explicación sobre la concurrencia de alguna circunstancia especial para que se le nublase el entendimiento (o en sus palabras, se le bloquease la cabeza ). Incluso ese estímulo poderoso y excepcional es planteado en términos más bien hipotéticos por la defensa (que su esposa dijo o hizo algo que provocó en él un estrechamiento y oscurecimiento del campo de la conciencia). No sabemos qué hizo o qué dijo ella, más allá de la existencia de una discusión de las que según el acusado tenían con cierta frecuencia últimamente”. El Jurado también valoró que esa situación de trastorno mental de carácter transitorio, aunque tuviese un efecto solo reductor de la capacidad de conciencia, “resulta poco conciliable con la conducta un tanto elaborada del acusado (dejó a su esposa fuera al cerrar la puerta, se dirigió al dormitorio, cogió una escopeta y munición, la cargó, salió a la calle, disparó a su esposa, entró de nuevo en la casa, cerró con llave, fue al dormitorio, se disparó para suicidarse)”.

Actualmente cumple la pena de prisión y no ha afrontado la responsabilidad civil a que fue condenado y el pago de las costas de la acusación particular. 

Las sentencias

De las alegaciones del asesino, la Audiencia Provincial de Granada, mediante tribunal jurado, solo tuvo en consideración la atenuante de confesión. Así, fue condenado a 17 años de prisión como autor de un delito de asesinato con alevosía. Además, tiene prohibido aproximarse a la hija de Antonia a su domicilio, lugar de trabajo o cualquier otro sitio en el que se encuentre a una distancia no inferior a 300 metros y de comunicación con la misma por cualquier medio, directo o indirecto, durante el mismo periodo de 18 años. Fue condenado igualmente al pago de las costas causadas, incluidas las de la acusación particular, y a indemnizar a la hija de Antonia con 60.000 euros por el daño moral causado.

Antonio recurrió la sentencia y el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) le dio la razón en parte: rebajó la condena dos años al admitir la atenuante de reparación del daño. La familia de Antonia no presentó un recurso ante esta última decisión por el coste doloroso que suponía seguir con el proceso con el consiguiente riesgo de no aumentar nuevamente la pena. En al menos una sentencia posterior, de otro caso de asesinato machista, el Supremo corrigió al TSJA y anuló la reparación del daño. 

La Administración

El Ayuntamiento de la localidad decretó tres días de luto y fue el impulsor del busto dedicado a Antonia en el mirador del pueblo. La Concejalía de Igualdad promueve actividades educativas y de formación relacionadas con la igualdad y la violencia machista. En su empeño por erradicar la violencia desde la base de la educación, destaca el Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género Mónica Carrión, promovido por la Diputación y dirigido a la juventud con la finalidad de crear conciencia en valores de igualdad y contra la violencia machista. 

La Diputación, a través de su Delegación de Igualdad, también ha puesto en marcha un servicio de asesoramiento y apoyo psicológico a víctimas de violencia de género. En esta época de pandemia, el asesoramiento se realiza de forma no presencial, a distancia, y en el caso de que las mujeres no dispongan de Internet se hace telefónicamente. De forma excepcional y dependiendo de los casos, se contempla alguna sesión presencial, en la que la psicóloga se traslada al municipio en el que viva la usuaria.

Seis años después

“Es verdad cuando salen en la tele diciendo que estamos solas. Yo he sentido más el sufrimiento de mi sobrina que el mío. Y puedo vivir gracias a la paz interior que tengo. Nunca te piensas que te va a pasar a ti. Me rebanaron la vida de la noche al día. Me cambió por completo la vida. Y su hija va a tener que arrastrar con eso mientras viva. A ella, a mi hermana, a Antonia, la privaron de ser feliz, con la ilusión que tenía por ser abuela”. Se puede expresar de muchas maneras. Pero este fragmento pronunciado por Emilia, la hermana de Antonia, puede resumir lo que supone vivir después de un feminicidio: las secuelas, el dolor, la impotencia, el vacío, la soledad. 

A ella la asesinó Antonio cuando su hija estaba embarazada de cuatro meses. Hoy su nieto, el niño al que no conoció, tiene seis años.

El tratamiento mediático

El caso fue seguido por los medios de comunicación locales, que recogieron también la sentencia en la que el TSJA rebajó la pena.

En algunos casos aún se habla de suceso. Y se identifican datos privados y detalles que no aportan valor a la información.